AL FIRMAR EL DECRETO emitido por el Poder Legislativo con relación a las reformas legales sobre los derechos humanos, el presidente Felipe Calderón consideró “un enorme desafío” hacer de México un País de leyes y tiene mucha razón.
“VENCER LA IMPUNIDAD, someter a la criminalidad, hacer de México un país de leyes, y ello, no sólo no sacrificando sino aun ampliando los derechos humanos y las garantías de quienes están en el territorio, es un enorme desafío, pero que hemos asumido con puntualidad”. Así se expresó el jefe del ejecutivo.
LA HISTORIA Y LAS LUCHAS de este país no han sido otras durante los últimos 200 años, que tratar de hacer precisamente de México un país de leyes. Para lograr eso, han entregado sus esfuerzos y capacidades muchas figuras de la historia nacional tales como juristas, gobernantes de buena fe y los hombres que redactaron las diversas constituciones que nos han regido tales como las de 1824, 1857 y 1917.
DE LO QUE SÍ ESTAMOS y podemos estar seguros, es que por leyes no ha quedado. Si mis cálculos son correctos, tenemos actualmente más de 360 leyes federales, miles de circulares, cientos de decretos, y de reglamentos inacabables etc. Todo esto llenaría muchos metros de estantería en cualquier biblioteca. Pero a todo este enorme catálogo de normas, habría que agregar las miles de leyes, decretos, reglamentos y circulares vigentes en cada uno de los estados de la Federación y las del Distrito Federal. Por eso afirmo sin temor a equivocarnos: que por leyes no ha quedado.
NUESTRO PROBLEMA entonces no ha sido de leyes o la falta de ellas. Nuestro problema desde los tiempos de la Independencia en 1821 hasta el día de hoy sábado 11 de junio, es la no aplicación de las leyes, así de fácil. Los mexicanos y sus autoridades durante dos largos siglos, han venido ocupándose gran parte del tiempo, en idear trampas: para no cumplirlas los ciudadanos, y para no hacerla cumplir, las autoridades.
DESDE EL MÁS MODESTO el gobierno representado por el policía y pasando por los agentes de tránsito, agentes y policías ministeriales, secretarios de juzgado, jueces, funcionarios, directores, jefes de oficina, altos funcionarios de los gobiernos estatales y del federal, todos con las rarísimas excepciones del caso, se encuentran inmersos desde hace 200 años en ese perverso e inacabable círculo de la corrupción, el disimulo y la transa.
POR LO QUE RESPECTA al mexicano, éste también se encuentra inscrito en aquel perverso círculo. Hay mexicanos que pagan sus impuestos; hay otros que no los pagan y en su momento el Estado los premia condonándoles parte de la suerte principal y les anula los recargos.
Otros, los que sí pagan sus impuestos son severamente vigilados y para ellos no hay reconsideración alguna. Hay quienes pagan la mentada Tenencia, hay otros que para no pagarla se organizan políticamente y el Estado ¡los reconoce para que no paguen!
LOS MEXICANOS queremos históricamente arreglar todo a base de “mordidas” y dádivas y los burócratas quieren también que todo se arregle mediante dádivas, “mordidas” y así hasta el infinito.
MÁSQUE CAMBIAR las leyes, lo más prudente y práctico seríia tratar de cambiar a los mexicanos, para enmarcarlos dentro del Estado de Derecho que no únicamente depende de los gobernantes. Los gobernados son la otra punta de la corrupción y por lo mismo, de la violación de los derechos humanos y las garantías individuales.
POR ESO tiene razón Felipe Calderón. Se ha metido en una tarea que nadie en estos últimos 200 años ha podido modificar: El círculo perverso de gobernantes-gobernados de: “me das y te doy”.
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