Morelia consiguió tantos en momentos clave del partido frente a un debutante Tijuana, que le puso mucho empeño, pero no pudo ganar. (Jam Media)
El silencio del Estadio Caliente acompañó el lamento de Joaquín del Olmo, técnico del Tijuana, cuando vio que Miguel Sabah convirtió el penalti de la victoria Monarca.
"¡Bienvenidos a Primera División, Xolos!", pareció ser el mensaje implícito en el festejo del ariete cancunense, tras marcar el 2-1 final (83').
Un tiro desde los 11 pasos fue suficiente para recordarle a la escuadra de Tijuana que no es sólo fichar jugadores de renombre para pelear en el máximo circuito, sino que se necesita mucho trabajo para mantenerse.
La afición fronteriza entristeció al ver hundida la ilusión de gozar un triunfo de su equipo en su debut en la división de honor.
Los rostros en la tribuna tijuanense eran de tristeza, también de preocupación, porque saben que para evitar el descenso el próximo año hay lujos que no se pueden dar y entre ellos es dejar ir puntos en casa.
Ni el césped artificial del coso de Xolos, ni el calor norteño, tampoco la incorporación figuras del balompié como Leandro Augusto o Fernando Arce fueron suficientes para atenuar la superioridad de Morelia.
Desde el principio los michoacanos pusieron en claro que son un equipo hecho, que tiene sed de revancha, luego de quedarse a un paso de alcanzar el título el torneo anterior.
Rápido, el gol de Alonso Sandoval (13') puso a la escuadra rojinegra contra la pared. Del Olmo veía con incredulidad que los rivales no son como los que enfrentó en la Liga de Ascenso, donde su equipo arrollaba.
Aún así, sus muchachos mostraron hambre de triunfo en Primera División, al grado de empatar, con un tanto de Joe Corona (44'), xoloitzcuintle de cepa, tras un rebote a tiro del naturalizado mexicano, Leandro.
Morelia acechó hasta "matar" a esos "perros" que ladraron durante la pretemporada que estaban hasta para pelear el título desde su primera campaña en el máximo circuito.
El torneo es muy joven, pero ayer los Xoloitzcuintles no mordieron. El lamento de Joaquín del Olmo sólo fue un síntoma de que las cosas no serán tan fáciles. El silencio del Estadio Caliente, tras la caída, lo confirmó.