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Mondrian, geometría trascendental

ARTE

El neoplasticismo planteado por Mondrian apela a una visión estética que puede partir de una pintura para extenderse a la conciencia de los hombres, que modificarán su espacio para crear una armonía utópica.

El neoplasticismo planteado por Mondrian apela a una visión estética que puede partir de una pintura para extenderse a la conciencia de los hombres, que modificarán su espacio para crear una armonía utópica.

Miguel Canseco

Guiado por una visión mística, la propuesta de Piet Mondrian fue una de las más contundentes expresiones del arte abstracto y su influencia abarca el mundo del diseño y la arquitectura. Vale la pena echar un vistazo al hombre singular y al artista que buscó el absoluto a través de la pintura.

La obra de Mondrian podría ser descrita en términos muy sencillos: líneas verticales y horizontales que cortan segmentos de colores básicos. Es un estilo austero y directo, una solución plástica cuya simpleza desconcierta. Pero el camino que lo condujo a esta síntesis es todo menos simple. Mondrian estaba guiado por una búsqueda espiritual que lo llevó al estudio del esoterismo y a la búsqueda de las fuerzas ocultas de la Naturaleza.

Como pintor canalizó su exploración mística a través de un lenguaje plástico que analiza la forma y sus posibilidades expresivas y simbólicas. La época que le tocó vivir fue de intensas transformaciones en el arte, vio el nacimiento de la pintura abstracta y los fuertes debates que dieron lugar a las primeras vanguardias del siglo XX. En este contexto, supo ubicar su producción dándole una base teórica sólida.

No es casualidad que su influencia se haya extendido a otras disciplinas. Estamos frente a alguien que construyó su estilo partiendo de una investigación que le tomó décadas. Al decir ‘estilo’ se piensa en una mera fórmula o elemento que repetido con frecuencia da un sello que permite identificar al creador. En el caso de Mondrian, cuyo legado es perfectamente reconocible, hablaríamos de lo que el crítico Juan Acha define como ‘solución mayor’ o el punto de madurez después de múltiples experimentos. Citando al propio Mondrian: “Tanto la ciencia como el arte están descubriendo y revelándonos el hecho de que el tiempo es un proceso de intensificación, una evolución desde lo individual hacia lo universal, de lo subjetivo hacia lo objetivo, hacia la esencia de las cosas y de nosotros mismos”.

Al abarcar su trayectoria, lo vemos partir de la pintura realista hasta descomponer la forma en busca de la esencia en la austeridad compositiva y cromática que para él representaba la verdadera estética del futuro.

LA EXPLORACIÓN

Pieter Cornelis Mondriaan nació el 7 de marzo de 1872 en Amersfoort, Holanda. Su padre, calvinista y maestro de escuela, alentó su talento artístico. Piet siguió los pasos de su progenitor como profesor, pero en 1892, contrariando a su familia, se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Ámsterdam y comenzó a indagar sobre teosofía y esoterismo.

Durante toda su carrera su talento tomó dos vías, una de investigación que al estar adelantada a su tiempo resultó comercialmente inviable, y otra alimenticia, con lienzos de corte más comercial que le permitieron ganarse precariamente la vida. Curiosamente algunas de las acuarelas que él mismo descartó como meras vías para llevar el pan a la mesa son muy apreciadas por su exquisita técnica.

Alrededor de 1907 la vida de Mondrian dio un giro al conocer la obra de Edvard Munch y Van Gogh. Fuertes colores se apropiaron de sus creaciones haciéndolas más expresivas. Se unió brevemente al grupo de pintores divisionistas que coordinaba Jan Toorop. Retomó después una vertiente simbolista, acorde a sus estudios esotéricos. “Investigar las leyes inexplicadas de la Naturaleza, y los poderes latentes en el hombre” es un principio teosófico que lo acompañaría toda la vida.

En 1912 se mudó a París y se unió al cubismo (además le quitó una ‘a’ a su apellido, para volverlo ‘menos holandés’). La Primera Guerra Mundial lo sorprendió en Holanda, mientras visitaba a su padre enfermo, y debió permanecer lejos de Francia cuatro años. En este periodo se vio profundamente influenciado por el teósofo y matemático Mathieu Schoenmaekers, que planteaba la existencia de una realidad eterna oculta debajo de lo cotidiano y que se podía expresar por medio de fuerzas en oposición, representadas por figuras geométricas que en sí mismas contienen un significado simbólico. Esto llevó a Mondrian a conclusiones personales que afectaron directamente su estilo: ya que la Naturaleza en su complejidad le impedía ver lo ‘eterno’, solamente cabían las líneas verticales y horizontales y los colores puros para expresar la verdad oculta. Así, Mondrian abandonó el cubismo en busca de su propio camino trascendental.

En 1917 conoció a Theo van Doesburg y se embarcó en la publicación de la revista De Stijl (el estilo) la cual dio voz a un grupo de artistas que postulaban una nueva estética uniendo arquitectura, pintura y diseño, reflexionando sobre los medios de expresión reducidos a lo imprescindible, el papel del vacío en la estructura y la pureza del color como elemento formal. Eran temas de la mayor seriedad para el grupo, ya que la forma era considerada una manifestación del espíritu. Así, cuando Doesburg introdujo líneas diagonales en sus obras, Mondrian consideró que aquello era un sacrilegio y dio fin a su amistad.

Para 1920 la experimentación y el aprendizaje habían concluido y Piet poseía ya un estilo propio. El avance posterior no se desvió jamás de los preceptos filosóficos que regían su vida artística.

RECTA FINAL

En septiembre de 1938 Mondrian abandonó París y emigró a Londres para después dirigirse hacia Nueva York. Fue una etapa de actividad febril.

El neerlandés no se casó y nunca ganó mucho dinero, pero sintió con pasión los principios que guiaban su actividad creativa. Al llegar a Nueva York, encontró en el diseño de los edificios, en el uso de los colores primarios en el orden urbano y en la armonía subyacente del barullo de Manhattan, el eco de sus ideales estéticos.

El neoplasticismo planteado por Mondrian apela a una visión estética que puede partir de una pintura para extenderse a la conciencia de los hombres, que modificarán su espacio para crear una armonía utópica. La masa urbana de la Gran Manzana le proporcionó la certeza de que el hombre puede imponer un orden al caos de la Naturaleza y por tanto allanar el camino a lo trascendente.

La iluminada noche neoyorquina trajo un nuevo giro a su obra, que se volvió más dinámica; las líneas verticales se subdividieron en trozos de color y las composiciones emularon una melodía de jazz. Una revelación fue el boogie-woogie, una forma energética de improvisación jazzística que lo sorprendió a un punto tal que se convirtió en un gran aficionado al baile. Los últimos cuatro años de su vida fueron de jazz y creación.

El nativo de Amersfoort murió en febrero de 1944. Ya para 1965 Yves Saint-Laurent presentaba el ‘vestido Mondrian’. Desde entonces, pintores, arquitectos y diseñadores se alimentan de su lenguaje.

Marcel Duchamp señalaba que de los millones de artistas que crean, sólo un puñado es consagrado a la posteridad. Tal es el caso de Mondrian, cuya vida oscilante entre el misticismo y el boogie-woogie fue una aventura intelectual y sensorial, que dejó una profunda huella en el arte del siglo XX.

Correo-e: cronicadelojo@hotmail.com

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