"La política es el arte de conciliar diferencias."
Anónimo
Los seres humanos tenemos puntos de vista diferentes sobre casi cualquier tema. Si todos tratamos de imponer nuestra opinión, sería muy difícil lograr acciones colectivas. El gobierno de una comunidad medianamente grande se volvería imposible.
Si la política es el arte de conciliar diferencias, los políticos sólo tienen utilidad cuando pueden dialogar y negociar entre sí para resolver diferencias. Ellos pueden representar a los distintos grupos dentro de la colectividad para llegar a acuerdos aceptables para todos o cuando menos para la mayoría. Incluso los dictadores buscan acuerdos que permitan que sus políticas se apliquen con razonable aceptación popular. En los tiempos de la "dictadura perfecta", los políticos mexicanos, empezando por el presidente, dedicaban buena parte de su tiempo y esfuerzos a consensuar acuerdos para impulsar las políticas públicas.
No hay demostración más clara de lo mucho que ha caído la política en nuestro país que el hecho de que nuestros políticos prefieran hoy los monólogos a los diálogos. Durante mucho tiempo el informe presidencial fue una ceremonia, la única en el año, que permitía un encuentro formal entre el ejecutivo y el legislativo. No es algo que carezca de importancia. Todas las repúblicas del mundo tienen un momento en que se cumple esa función.
El afán destructivo de nuestra clase política le puso fin a esta oportunidad. Con la excusa de desmantelar los excesos del presidencialismo, se empezó primero por interpelar al mandatario, después por insultarlo y al final por impedirle el acceso a la sede legislativa. Hoy nuestros políticos han reemplazado la ceremonia del informe por una burocrática entrega de unos documentos escritos.
Al final todos perdemos. Los legisladores, que se sentían héroes nacionales por insultar al presidente o por bloquear los accesos del Palacio Legislativo, ven hoy reducida la atención de los medios de comunicación y de la población. Su oportunidad de ofrecer puntos de vista o de cuestionar al presidente se ha esfumado. En lugar de acabar con el "día del presidente", los legisladores se quitaron relevancia a sí mismos al eliminar la ceremonia del informe.
El primer mandatario tiene todavía la oportunidad de ofrecer un mensaje a la nación al día siguiente, pero esta ceremonia no captura tampoco el interés público. La ausencia de legisladores de la oposición ha hecho que el discurso se convierta en un acto triunfalista respaldado por la pleitesía de los simpatizantes. Los frecuentes aplausos que puntean el mensaje recuerdan los peores tiempos del PRI, esos que supuestamente la democracia iba a erradicar.
Al final el presidente y los líderes de la oposición quedan encerrados en sus monólogos. El diálogo fundamental para construir una verdadera republica se ha perdido.
Si la política es el arte de conciliar diferencias, los políticos mexicanos han perdido la oportunidad de dialogar. Los monólogos no permiten llegar a acuerdos. Las diferencias se acentúan. Cuando todos pretenden tener la razón, no hay forma de avanzar como sociedad.
Al final nos convendría regresar a un formato en que el presidente leyera su informe o un mensaje a la nación ante el Congreso de la Unión. Lo ideal sería que el presidente también escuchara las posiciones de los partidos políticos. No debería ser tan difícil. El problema es que para lograr este acuerdo sería necesario que los políticos dejaran de lado, por lo menos un momento, los monólogos y los reemplazaran por diálogos para conciliar diferencias.
CASINOS Y EXTORSIONES
Fernando Larrázabal, presidente municipal de Monterrey, quiere prohibir la instalación de nuevos casinos en su ciudad y se queja de los magistrados que les han dado amparos. Mientras tanto Manuel Jonás Larrázabal, su hermano, recibe dinero en efectivo de los casinos. ¿A cambio de qué habrá recibido dinero el hermano del presidente municipal?
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