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Moreira cumplió con Peña Nieto

JESúS CANTú

Una vez que cumplió con su tarea al frente del tricolor, como era totalmente predecible, Humberto Moreira renunció a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI con el pretexto de evitar un mayor desgaste en la imagen del partido, como consecuencia de las tropelías que cometió durante su gestión como gobernador de Coahuila.

Enrique Peña Nieto, una vez que Moreira perdió el fuero constitucional, dado que el pasado miércoles 30 de noviembre concluyó formalmente el periodo para el que fue electo, decidió no correr el riesgo de que la Procuraduría General de la República encarcelara al dirigente priista, pues el deterioro de la imagen partidista hubiese sido mayor.

El martes 23 de noviembre del 2010, el entonces gobernador mexiquense ungió al entonces gobernador coahuilense como el sucesor de Beatriz Paredes en la dirigencia tricolor; al arribar a la cuadragésima reunión ordinaria de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) que se celebraba en Xalapa, Veracruz, Peña Nieto manifestó: "Simpatizamos con el proyecto de Moreira, creemos que tiene el perfil para desempeñar esta alta responsabilidad, ojalá las corrientes alrededor del partido estemos a la altura de un proyecto de unidad".

Eso bastó para generar la unidad priista en torno a Moreira y el sábado 8 de enero de este año recibió la constancia de mayoría para asumir la dirigencia el 4 de marzo, en sesión solemne del Consejo Político Nacional priista.

Apenas un año y 8 días después, el pasado jueves 1 de diciembre, tras asistir a la toma de posesión de Rubén Moreira (hermano de Humberto) como gobernador de Coahuila, el ahora precandidato único a la Presidencia de la República por la coalición Compromiso por México, declaró: "Es una decisión que ponderará el propio dirigente. Yo sólo señalo que evidentemente hay necesidad de hacer una ponderación ante este desgaste del dirigente de nuestro partido y la definición debe ser en los próximos días".

Otra vez, eso bastó para que al día siguiente, el viernes 2 de diciembre, Humberto Moreira decidiera renunciar a la dirigencia tricolor. Ante el Consejo Político Nacional de su partido señaló que presentaba su renuncia: "...porque lo más importante que tenemos los priistas es nuestra institución y nuestro instituto político...no voy a permitir que por una guerra mediática se esté tratando de dañar a mi partido, que tantas oportunidades me ha dado".

El domingo 16 de enero de este año, una semana después de que le entregaran la constancia de mayoría, señalé en este mismo espacio: "Peña Nieto [colocó] un fiel servidor, pero capaz de distraer la atención, atraer reflectores y permitirle seguir trabajando tras bambalinas." Y agregué: "...coloca a Moreira en la dirigencia priista para que...atraiga los misiles, mientras los aspirantes de las otras dos fuerzas tienen que aprovechar todas las oportunidades para ganar notoriedad".

En esa misma colaboración dije: "...el mismo día que lo declararon presidente electo, Moreira dejó clara su tarea al frente del tricolor y de inmediato abrió fuego contra el panismo (al que considera su principal opositor en la contienda de 2012) y éstos mordieron de inmediato el anzuelo".

Aunque únicamente estuvo 9 meses al frente del tricolor, Moreira le entregó buenas cuentas a Peña Nieto. Ganó las elecciones en las cuatro gubernaturas que se renovaron este año: Coahuila, Estado de México, Michoacán y Nayarit; firmó la alianza parcial para las elecciones presidenciales del próximo año, con el PVEM y el PANAL; aunque formalmente será hasta el 17 de diciembre cuando se concrete el ungimiento de Peña Nieto como candidato a la Presidencia de la República, de hecho ya lo es; en el último año la mala opinión del PAN (conforme al monitoreo de Consulta Mitofsky) subió en 4.3 puntos porcentuales y el saldo de opinión (diferencia entre quienes tienen buena y mala opinión) pasó de -0.2 a -3.4, es decir, empeoró en más de 3 puntos porcentuales; y de acuerdo a la misma encuesta, si en estos momentos fuese la elección, Peña Nieto ganaría la Presidencia con el 46% de los votos contra 20 de Josefina Vázquez Mota y 16 de Andrés Manuel López Obrador, además de que el PRI obtendría el 52.2% de los votos en la elección de diputados federales.

Así hoy, que Peña Nieto ya es el candidato, el PRI requiere un dirigente con un perfil totalmente diferente al de Moreira. Al margen del escándalo de la deuda en Coahuila, su tiempo en la dirigencia tricolor estaba contado, porque ya no se requiere más su histrionismo y estridencia. Todo lo contrario, requieren alguien mesurado y cauteloso, que les permita navegar en aguas tranquilas durante las campañas electorales.

Por ello, tampoco sorprende, que lo releve en el puesto Pedro Joaquín Coldwell, que además no tiene ningún antecedente ejecutivo reciente (que eventualmente lo pudiera volver vulnerable a los escándalos de malos manejos) y muy cercano al declinante opositor interno de Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones. El virtual candidato tricolor mata varios pájaros de una pedrada: minimiza los riesgos de que los escándalos de corrupción afecten a su partido; coloca un perfil más adecuado para los tiempos que vienen; y le envía una señal de buena voluntad a su opositor interno.

Peña Nieto no necesitaba más a un hombre de toda su confianza el frente del partido, le basta con un buen dirigente; ya designará como su coordinador de campaña a alguno de sus colaboradores más cercanos, ese será su real operador político. El cambio en la dirigencia tricolor obedece más a la estrategia política de Peña Nieto, que al llamado "moreirazo".

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