"Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres."
Joaquín Sabina
La muerte del arquitecto Javier Serrano Orozco en Zihuatanejo ha vuelto a conmocionar a la sociedad mexicana. Si bien se registran más de 19 mil homicidios dolosos al año en nuestro país, aquellos en que las víctimas adquieren un rostro identificable generan un verdadero sentido de tragedia y nos recuerdan a los mexicanos que cualquiera, incluso nuestros hijos, puede ser la siguiente víctima. Estos han sido los casos, entre otros, de Fernando Martí, Juan Francisco Sicilia y ahora Javier Serrano.
Una vez más la muerte llega en un retén. La información disponible sugiere que Javier Serrano y quienes lo acompañaban en un vehículo se encontraron con uno y no quisieron detenerse. En este caso el retén estaba operado por criminales y no por soldados o policías. Los delincuentes dispararon contra el vehículo, mataron al arquitecto e hirieron a otro de los ocupantes.
Los homicidios dolosos en nuestro país han estado subiendo de manera alarmante en los últimos años. Después de una fuerte caída de 17.85 por cada 100 mil habitantes en 1997 a sólo 9.69 en 2007, ha habido un incremento en los últimos años hasta regresar a la tasa de 17.92 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes en 2010 (Sistema Nacional de Seguridad Pública).
El estado de Guerrero, en donde fue muerto Serrano, ha sufrido un alza particularmente significativa en el número de homicidios. Entre enero y abril de 2010 y el mismo período de 2011 la entidad registró un incremento de 31 por ciento en el número de homicidios dolosos. La tasa pasó de 14.52 a 19.06 por cada 100 mil habitantes.
La entidad que tiene el mayor número de homicidios es Chihuahua, pero ahí por lo menos se ha detenido el crecimiento. La tasa del estado pasó de 32.7 por cada 100 mil habitantes en enero-abril de 2010 a 32.61 en el mismo período de 2011.
Las estadísticas son importantes, por supuesto, ya que establecen contextos y permiten entender las tendencias de un fenómeno determinado, incluso uno tan dramático como puede ser el del homicidio. No nos dicen nada, sin embargo, acerca de la tragedia humana y familiar que implica cada uno de los homicidios.
Javier Serrano era un arquitecto joven de talento que había empezado ya a tener éxito. Su padre, Francisco Serrano, es uno de los arquitectos más reconocidos de México y del mundo. Además del dolor familiar que genera un homicidio, el impacto en este caso sobre el difícil proceso de generación de talento en nuestro país es incalculable.
No hay una explicación clara de por qué vimos en México un descenso marcado en la tasa de homicidios entre 1996 y 2007, pero no hay duda de que el alza desde el 2007 es producto de los asesinatos que lleva a cabo la delincuencia organizada. Quizá sea verdad que muchos de estos homicidios afectan solamente a quienes trabajan en las bandas, pero muertes como la de Serrano nos recuerdan que son muchas también las víctimas inocentes.
Quizá sea imposible eliminar completamente los homicidios, pero distintos países en Europa y Japón han logrado alcanzar cifras de uno por cada 100 mil habitantes, veinte veces menos que México. Quizá podríamos estar más cerca de una meta como ésta si dedicáramos más recursos a combatir los crímenes con víctima, como el secuestro y el homicidio, y menos para los delitos contra la salud. Por lo pronto el aumento en los recursos para combatir el crimen organizado del Gobierno Federal ha coincidido no con una disminución sino con un aumento importante en los homicidios dolosos.
FUERO Y DERECHOS
La Corte Suprema ha decidido que todos los tribunales del país deben ajustar sus fallos a los tratados internacionales sobre derechos humanos. Y si la Corte Interamericana ha determinado que el fuero militar no debe aplicarse en violaciones a los derechos humanos de civiles, deberá entonces abandonarse la práctica de juzgar estos casos en los tribunales militares.
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