Los expertos en movilidad urbana comentan que los mexicanos gastamos en promedio cinco años de nuestra vida en trasladarnos, es digámoslo así, el tiempo que empleamos para cumplir con las necesidades de movilidad que todas las personas tenemos. La mayoría de nuestras actividades requieren de movilidad: la visita a un pariente, una cita de negocios, las compras de mercado, la visita a un museo, ir de vacaciones, la recolección de basura, los servicios de paquetería, el traslado a nuestro trabajo, entre muchas otras. Por otro lado, no podemos soslayar la vertiginosa avanzada de la tecnología en materia de transporte, que ha permitido el desplazamiento de personas y cosas a una mayor velocidad y a mayores distancias. En las ciudades, estos cambios tecnológicos se han sobrepuesto a una infraestructura vial que por lo general no está preparada o peor aún, no fue construida pensando en ellos. Agreguen a esto los problemas de ordenamiento vial y el crecimiento desordenado de las urbes y nos encontraremos en una situación caótica que produce simple y llanamente una disminución en la calidad de vida de quienes vivimos en ellas.
La insostenibilidad de nuestros traslados mortifica muchas veces la vida de otros, en la colonia donde vivo en Gómez Palacio, se construyó una calle muy amplia que la atraviesa desde el bulevar Miguel Alemán hasta la calle Cuatrociénegas, de norte a sur, tiene buen pavimento y mantenimiento, el resto de las calles corren de este a oeste son estrechas y su pavimento es pésimo, de hecho, es muy probable que en treinta años no se haya repavimentado nunca. A qué viene este cuento personal, a señalar un ejemplo típico de movilidad insostenible, la calle amplia y de buen pavimento permite no sólo el tránsito de los colonos, es el paso continuo de camiones con doble remolque cargados y vacíos de una empresa refresquera que se encuentra en la colonia; transporte industrial en un fraccionamiento residencial, que no mide los riesgos ni humanos ni materiales. La planeación de la vivienda pensando en la calidad de vida de los que la habitarán es un elemento de la movilidad urbana sostenible.
En nuestro país, son muy pocos los intentos de mejorar la movilidad buscando su transición hacia esquemas más sostenibles, quizá la implementación del Metrobús, el programa Muévete en Bici y el Ecobici en la ciudad de México, el Macrobús y la Vía Recreativa en Guadalajara, el Optibús en León Guanajuato, el Paseo Colón en Torreón y el Paseo de Ciudad Lerdo, correspondan a un inicio de la mencionada transición.
De acuerdo con los expertos, entre ellos los del Banco Mundial, la movilidad urbana sostenible pretende reducir el impacto social y ambiental de la movilidad motorizada en las ciudades. Algunos privilegian la sustitución de la movilidad en automóvil privado por los desplazamientos en transporte colectivo, buscando el mejoramiento del servicio para incrementar su atractivo y la reducción del consumo energético, de las emisiones de contaminantes y del ruido producido por los camiones. En esta misma línea, se ubican los siguientes objetivos del Banco Mundial:
ORestringir las emisiones provenientes de combustibles fósiles.
OLimitar el consumo de suelo y otros recursos.
OMejorar la eficiencia energética.
OMejorar la calidad de vida en las áreas urbanas.
El objetivo fundamental de la movilidad sostenible que complementa a los anteriores, en el que precisamente se circunscriben los paseos dominicales de Torreón y Lerdo, es el de la creación de espacios seguros para que se desarrollen los desplazamientos no-motorizados, esto es, el uso de la bicicleta o caminar. Desafortunadamente, las condiciones para circular como peatón o en bici, en la zona metropolitana, cada vez son más inseguras. Por ello es altamente recomendable convertir el Paseo Colón y el de Ciudad Lerdo en una verdadera tendencia, y que pronto tengamos más vías y más días como los domingos.