El inicio de un procedimiento de expulsión del seno del Partido Revolucionario Institucional, en contra del empresario coahuilense Santana Armando Guadiana Tijerina, dibuja de cuerpo entero el talante autoritario e intolerante a toda forma de pensamiento crítico, de ese partido.
De acuerdo a declaraciones que la prensa escrita de Saltillo atribuye a Salvador Hernández Vélez, presidente del tricolor de Coahuila, la Comisión de Justicia Partidaria del PRI a nivel nacional, habría iniciado una investigación sobre el empresario en cuestión, que encabeza la Asociación Claridad y Transparencia Ciudadana. La agrupación mencionada demanda en forma pública una rendición de cuentas al gobierno de Humberto Moreira, que explique el porqué, el por cuánto, cuando y en qué, se aplicaron los recursos obtenidos con la deuda pública descomunal que carcome las finanzas del Estado.
En las publicaciones suscritas por Guadiana sobre el tema de la deuda, el firmante confiesa su militancia priísta desde hace cuarenta y tres años y expresa que el PRI debe ser el primer interesado en clarificar la operación del gobierno moreirista en el asunto de la deuda. Otro pecado que se le atribuye a Santana, refiere a la impugnación que hizo de la convocatoria reciente a designar candidato a la Presidencia de la República, alegando que en su calidad de jefe nacional del PRI, Moreira maniobró en favor de la candidatura única de Enrique Peña Nieto.
Para que no quede duda de la peligrosidad que entraña la presencia de Guadiana para la unidad del PRI, a la manera de la antigua KGB soviética se ha exhumado un expediente de los años setenta, en el que se le acusa de haber criticado en aquellos días al entonces Presidente Municipal de Saltillo Luis Horacio Salinas Aguilera, personaje al que el propio anecdotario priísta apodaba La Rata del Desierto.
Como en aquel tiempo Santana era diputado local por el PRI y desde entonces era impensable que un diputado priísta pensara por su cuenta y asumiera una posición independiente, Salinas Aguilera llegó al extremo de organizar una manifestación pública en apoyo a sí mismo, para neutralizar los señalamientos que hacía en su contra Guadiana Tijerina.
Los destellos de disidencia crítica generados de tiempo en tiempo por Guadiana, le han valido en la actualidad ser señalado como una especie de enemigo histórico del priísmo, encubierto cual caballo de troya; una suerte de hereje relapso que amerita ser quemado con leña verde en el cadalso de la inquisición priísta moreirista.
Este embate represivo del moreirismo en contra del atrevimiento de Guadiana Tijerina no es el primero. En meses pasados se valió del diputado tránsfuga Manuel Villegas, para exhumar en el Congreso de Coahuila, una vieja iniciativa de Ley tendiente a prohibir las corridas de toros, con dedicatoria expresa en contra de Guadiana, que entre otros negocios ejerce como ganadero del campo bravo y empresario en la plaza de toros de Saltillo.
El absurdo que todo lo anterior implica, es del tamaño del miedo que los Moreira tienen a la postura de Guadiana. Como se ve, es importante inferir un castigo ejemplar que implique la muerte cívica del mal portado, para sentar un precedente que aquiete la inconformidad de otros priístas con vergüenza, que pudieran tener la ocurrencia de disentir en forma pública generando una desbandada.
Lo cierto es que dentro o fuera del PRI Guadiana no estará solo. Muchos son los ciudadanos coahuilenses que coinciden con exigir al Gobierno de Moreira transparencia y cuentas claras, y esa interpelación no podrá ser callada mientras la deuda sea tema político de conversación; como motor de nuevos y más gravosos impuestos, como flagelo de las clases pobres, como freno del desarrollo humano, social y económico o como causa de desempleo y falta de obra pública.
