Elmovimiento recién nacido tiene el reto de mantener la unidad y resolver las diferencias sobre la forma de relacionarse con los gobernantes mexicanos y con Estados Unidos.
La Caravana del Consuelo y el boletín difundido en Juárez confirmaron lo difícil de preservar la unidad de los diversos. En el discurso ¡cuán fácil es proclamarse tolerante!; en la práctica ¡cuántas resistencias para aceptar las diferencias! El bocado más indigesto ha sido siempre la relación del movimiento con quienes gobiernan en general y con Felipe Calderón en particular. Después de todo, quien se supone tiene la capacidad de satisfacer algunas de las peticiones llega con el halo de una elección fraudulenta todavía viva (la de 2006) y algo de responsabilidad con los 40 mil muertos y desaparecidos de una guerra interminable.
El movimiento había encontrado salida en la ambigüedad. En el texto difundido en el Zócalo el 8 de mayo se enumeraron los agravios para luego repetir, en varias ocasiones, que se presentarían las "exigencias" a la autoridad para que las atendiera. Se dejó en el aire la forma concreta en que se procesarían las "exigencias", aunque hubo declaraciones explicando que se invitaría a los gobernantes a un diálogo a realizarse en otra ciudad, después del encuentro en Ciudad Juárez. Por eso confundió que el boletín en el cual se informaba sobre lo discutido en Juárez incluyera la petición concreta de pedirle un juicio político a Calderón.
Un desconcierto parecido surge en la relación con Estados Unidos. El movimiento incorporó la propuesta de enviarle una carta a Barack Obama pidiéndole tomar medidas concretas para frenar el contrabando de armas a México. El boletín arriba mencionado incluyó condenas al imperialismo y una petición expresa de que se termine con la Iniciativa Mérida. Falta el marco que concilie los planteamientos.
Las inconsistencias son normales dada la diversidad de un movimiento que enfrenta el riesgo de una fractura con un portazo. El problema se magnifica porque el tránsito de la protesta a la propuesta se hace con un escrutinio implacable de amigos y enemigos de volátil paciencia. Quienes lo aplaudían el viernes lo sepultaron el lunes. Es tan grande el potencial, y tan repentino su crecimiento, que provoca fuertes reacciones y es cierto que la élite política no le facilita la tarea porque, en el fondo, preferiría la atomización de las protestas.
Dada la coincidencia del encuentro en Juárez con la visita a California de Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón es inevitable revisar lo que dijeron. Ambos optaron por ignorar al movimiento. Andrés Manuel López Obrador lanzó un mensaje en forma de tesis: el Movimiento de Renovación Nacional (Morena) "es la única esperanza para la mayoría de los mexicanos, sobre todo, para los más pobres y desposeídos". Según las crónicas, las quinientos personas que acudieron a oírlo respondieron con gran entusiasmo. Buen inicio para su primera incursión en busca del voto paisano. Por otro lado mantiene la distancia con otras expresiones de la sociedad organizada.
Ese mismo fin de semana Felipe Calderón pronunció el discurso en la ceremonia de fin de cursos (Commmencement) de la prestigiosa Universidad de Stanford. Habló ante más de 25 mil personas, la mayoría de las cuales no eran mexicanas. No importa, pronunció un discurso "inspirador" en donde de pasada criticó a los "vendedores de armas", un punto en el cual coincide con el movimiento al cual prefirió ignorar.
En la última semana me he reunido con algunos integrantes de la diáspora mexicana en varias ciudades estadounidenses. Pese a su dispersión ha crecido en organización desde que se creara, en el sexenio de Vicente Fox, el Instituto de Mexicanos en el Exterior. En su diversidad comparten una enorme preocupación por la violencia en México; sienten enojo por lo hecho y dejado de hacer por los gobernantes mexicanos, pero reconocen que los funcionarios tienen el poder de tomar las decisiones que los afectan. En síntesis, están dispuestos a unirse con los diversos en torno a propuestas viables; a cambio esperan comprensión y apoyo en una diáspora forzada y dolorosa.
Es por supuesto imposible anticipar cómo evolucionará este movimiento. Todo depende de lo que suceda en su interior y de la seriedad con la cual se asuma en la práctica el discurso de la tolerancia a lo diferente. De ser cierto, cada integrante deberá hacer concesiones en sus agendas particulares.
Estoy entre los que piensan que la gravedad de la emergencia nacional justifica la unidad de progresistas y conservadores en torno a una agenda mínima que está reflejada en el documento leído el 8 de mayo. Si uno pasa revista a la historia de las últimas décadas confirmará una y otra vez que cuando la izquierda y la derecha sociales llegan a entendimientos se obtienen las concesiones de quienes detentan el poder. O eso o la muerte súbita.
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Colaboraron Rodrigo Peña González y Luz Ramírez González