¿Acaso alguien aseguró a los mexicanos que la democracia era una vía perfecta y acabada?
Apenas han transcurrido once años de la transición democrática luego de siete décadas de la dictadura priista y de varios siglos de vivir bajo gobiernos autoritarios.
Viene lo anterior a cuento porque las recientes victorias contundentes del PRI en cuatro entidades mexicanas han sido interpretadas como el peor retroceso político de los tiempos modernos y como un precedente a lo que ocurrirá en las elecciones presidenciales de 2012.
Creemos que tales consideraciones son muy relativas y están influenciadas por la pasión y la refriega de las disputas electorales.
Basta recordar algunos sucesos políticos del pasado. Cuauhtémoc Cárdenas, el patriarca del PRD, fue elegido como primer gobernador del Distrito Federal en 1997 con una considerable ventaja de sufragios. Tres años después, en los comicios de 2000, cayó al tercer lugar de las votaciones presidenciales cuando en años anteriores se vaticinaba su triunfo.
Andrés Manuel López Obrador encabezó durante casi tres años las encuestas para la elección por la presidencia de México de 2006, pero resultó perdedor por escaso margen en comicios por demás cuestionados y en donde el tabasqueño no fue capaz de mantener la ventaja.
Durante la época de la hegemonía priista, ¿cuántos precandidatos que gozaban de gran popularidad y carisma se quedaron con las ganas de llegar a Los Pinos? Recordamos a Mario Moya Palencia en las elecciones de 1976, Jorge Díaz Serrano en 1982, Alfredo del Mazo en 1988 y al propio Luis Donaldo Colosio a quien no dejaron llegar ya siendo candidato por el PRI.
No significa lo anterior que Enrique Peña Nieto, Santiago Creel o Andrés Manuel López Obrador no llegarán a contender por la Presidencia. Tampoco que el mexiquense perderá irremisiblemente las elecciones de 2012. Simplemente advertimos que lo que ocurra hoy no es necesariamente preludio de lo que vendrá y menos en temas tan complejos como la política.
El triunfo arrollador del tricolor dará confianza y seguridad a sus militantes, pero no augura la victoria de 2012 y menos cuando se trata de comparar elecciones locales con las presidenciales.
Lamentablemente el PRI volvió a mostrar sus mañas y sus estrategias cuestionables de siempre: derroche de recursos, compra de votos, nepotismo, control de autoridades electorales, etc., etc. ¿Pero acaso ha cambiado el PRI desde que perdió el poder en el año 2000? ¿Alguien puede asegurar que los priistas encumbrados de hoy son distintos a los de los años ochenta?
El PRI es el PRI así como el PAN es el PAN y el PRD es el PRD. Eso lo sabemos de antemano y damos por hecho que cada partido tiene su propia identidad y que mientras los dejen seguirán actuando de acuerdo a sus intereses con sus vicios y errores.
En las elecciones del domingo hay que reconocer aciertos y traspiés de cada bando político. Además de sus conocidas vagancias, el PRI arrasó en el Estado de México porque escogió a un candidato local que mantuvo la cohesión y armonía entre sus sectores y militantes.
El PRD seleccionó a un candidato pasado de moda y de años como es Alejandro Encinas, quien no está identificado con esa entidad. A los perredistas y a su patrón Andrés Manuel se les olvidó que Encinas fue gobernador sustituto del Distrito Federal con una actuación mediocre.
¿Y qué decir del candidato panista Luis Felipe Bravo Mena, quien más parecía un profesor de ética que un político en campaña? Además resulta casi imposible ganar una elección luego de estar recluido en la secretaría particular de un presidente tan cuestionado como Felipe Calderón.
No conocemos los detalles de lo ocurrido en Coahuila, Nayarit e Hidalgo, pero estamos seguros que la historia es muy similar al Estado de México. Ahí también el PRI echó mano de sus añejas tácticas y logró con muchos recursos atraer a los votantes al grado de imponer como gobernador al hermano del presidente nacional del tricolor, Humberto Moreira.
Obviamente de las derrotas se aprende más que de los triunfos, así que el PRD y el PAN tendrán tiempo suficiente para reflexionar sobre estos hechos a fin de establecer una estrategia electoral más sólida y efectiva para 2012.
Que el PRI regrese a Los Pinos el año entrante es una posibilidad cada vez más cercana, pero no definitiva. Dependerá en buena medida de lo que hagan o dejen de hacer los panistas y los perredistas, y muy especialmente a la hora de seleccionar a sus candidatos presidenciales.
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