"Aquel que no tenga la Navidad en el corazón, nunca la encontrará debajo de un árbol."
Roy L. Smith
A noche es fría. Los automóviles recorren las calles camino a los festejos de Nochebuena. En los semáforos, niños y adultos venden mercancías o piden limosna con la esperanza de que el espíritu navideño o la lástima hagan que los ocupantes de los vehículos se desprendan de alguna moneda.
Muchas personas y familias completas sin automóvil esperan angustiadas en las esquinas en espera de un taxi. Cuando alguno se detiene, deben negociar un precio de extorsión con los conductores. No hay espíritu navideño para los taxistas en Navidad.
En el Vaticano, el Papa Benedicto XVI hace durante la misa de gallo un llamamiento para que los creyentes hagan a un lado las "luces destellantes" de una Navidad comercial. "Dios se ha hecho pobre -señala-. Su hijo ha nacido en la pobreza del establo... Celebremos así la liturgia de esta noche santa y renunciemos a lo que es material."
Las vestimentas blancas con bordados de oro del Papa y los sacerdotes que ofician con él, así como los lujos de la basílica de san Pedro, se antojan contrarios a la prédica. Los prelados no parecen saber, por otra parte, que ese comercialismo que dicen aborrecer genera millones de empleos en el mundo. De no ser por el espíritu comercial, muchos miserables más mendigarían por las calles del mundo en estas Navidades.
Para muchos la Navidad es el momento de recordar el Nacimiento de Jesús de Nazaret, el Cristo, el ungido, el Mesías, el Hijo de Dios. Acuden con devoción a la misa de gallo o a la de Navidad. Lo hacen con fe y devoción, con alegría en los corazones.
Para los niños, la alegría surge de los regalos que les traen Santa Claus, el Niño Dios o los padres. En las familias, también, el momento más esperado de la Nochebuena es el intercambio de regalos, que puede traer por igual presentes esperados y amorosos o el roperazo aportado casi con desprecio.
Las Navidades tienen una magia especial para las familias. En muchos casos es el único momento del año que se reúnen completas, especialmente cuando la vida ha dispersado a sus miembros por el país o por el mundo. Hay en estas fechas abrazos esperados de hermanos que se quieren, pero también saludos hipócritas de familiares que se aborrecen.
Casi todo el mundo celebra la Navidad en familia, pero hay también quien vive solo y no tiene con quién festejarla o el que prefiere encerrarse en su soledad. Para muchos este aislamiento es triste, pero para otros es motivo de orgullo y señal de distinción.
Estos sentimientos y comportamientos encontrados surgen en una fecha en la que probablemente Jesús no nació. La fecha fue elegida de manera arbitraria por la Iglesia siglos después. El 25 de diciembre -que las iglesias orientales mantienen en el 6 de enero del calendario juliano- fue seleccionado para identificar el Nacimiento del Cristo con la celebración del sol invicto de los romanos. La decisión simplemente buscaba facilitar la expansión de la fe cristiana. Ningún evangelio ni documento histórico señala de forma siquiera aproximada la fecha del Nacimiento de Jesús, pero este hecho se ha convertido en origen de la festividad más importante no sólo de la cristiandad sino quizá del mundo.
Al final poco importa la fecha. Lo significativo es que la Navidad puede ser oportunidad de expresiones de amor, como cuando los soldados aliados y alemanes abandonaron las hostilidades por un día en diciembre de 1914 durante la primera guerra mundial. Esa tregua navideña es indicio de que este festejo, a pesar de todos sus desvíos, puede tener una magia especial.
22 MILLONES
¿Cuántos regalos debe entregar Santa Claus en la Nochebuena si visita a todos los niños cristianos del mundo? Philip Bumb, en The Atlantic, calcula en 526 millones a los niños cristianos menores de 14 años en el mundo. Esto significaría que tendría que entregar 22 millones de regalos cada hora, aprovechando las diferencias de horario para siempre llegar de noche.
