E L término nini nació en España en relación a la típica pregunta de los jóvenes cuando ligan (una pregunta que el realidad nadie hace) ¿estudias o trabajas? Cada vez más la respuesta era ni una ni otra. Nombrar a los ninis permitió definir una realidad compleja que viven los jóvenes del siglo XXI en todo el mundo. En el caso de México desde hace un par de años el término de popularizó al grado que hoy se habla mucho de ninis, pero en realidad de dice poco. Nini es una palabra que refleja y define a una generación enorme, la más grande que ha tenido y quizá que tendrá este país, y que no entra en el esquema laboral anquilosado y rígido heredado del siglo XX. Lo que originalmente se consideraba como un activo económico, el llamado bono generacional (un enorme potencial de mano de obra, o incluso mente de obra, tal como sucedió en China o la India) se convirtió en un problema social porque no fuimos capaces de adecuar el entorno económico y social para aprovecharlo.
¿Los ninis son el punto de quiebre del sistema económico global o el quiebre del esquema social de nuestro país? Sin duda ambas cosas. El esquema neoliberal adoptado a pie juntillas por México desde 1985 fue también el quiebre del modelo de Estado bienestar. En la economía formal no hay lugar para generaciones que aportan cada año 800 mil jóvenes a la Población Económicamente Activa, y las preparatorias y las universidades los rechazan porque el Estado ha sido incapaz de generar esos espacios en la educación pública.
El fenómeno nini es sin duda una tragedia para millones de mexicanos, pues muchos de ellos no han tenido en los últimos diez años más opción que el crimen organizado. Pero ni todos los ninis son delincuentes en potencia ni mucho menos escoria social. Los jóvenes de hoy no entienden el mundo laboral como lo entendíamos hace 30 años. No aspiran a un trabajo estable, entre otras cosas porque saben que no lo tendrán. Su perspectiva de vida incluye, de acuerdo a datos de la UNESCO, cambiar de trabajo 18 veces en su vida en promedio. Sólo este dato muestra con claridad que los jóvenes tienen un perspectiva laboral distinta. Para ellos trabajar es hacer cualquier actividad que les permita generar ingresos y nada tienen que ver con adscripción a una empresa, nóminas, seguridad social, etcétera. Esto no quiere decir que sea mejor o peor, ni siquiera que así lo prefieran, sino simplemente que es una realidad distinta que hay que observar de manera distinta. Entenderla como la ven ellos y no como la vemos nosotros, a los que nos parece simplemente poco menos que tragedia. Uno de los principales problemas que enfrentan los ninis es que la generación que está ahora en el poder no es capaz siquiera de entenderlos, mucho menos de generar las políticas públicas que les permita su desarrollo, desde su propia concepción de trabajo y de vida.
La estabilidad no es un valor para las nuevas generaciones simplemente porque ya no es una opción. Los inestables son generaciones sumamente productivas, cazadoras de oportunidades y dueñas de su tiempo. Serán quizá la generación más libre: ni mandan ni obedecen. Tienen muchísimos años por vivir, y un futuro lejano, nebuloso, impredecible, fundamentalmente inestable, pero esencialmente libre.