H Ace 20 años Cuauhtémoc Cárdenas era considerado por el status quo de este país como un agitador. Empresarios, medios y políticos decían que el ingeniero, que para ese entonces estaba recorriendo todos los estados tratando de darle estructura al PRD y apagando fuegos de los múltiples conflictos post electorales, iba a incendiar al país. Los organismos empresariales lo denostaban, la clase política lo golpeaba sin piedad y a la menor provocación, pensando que así se congratulaban con Salinas, y los medios lo calumniaban con absoluta impunidad, al grado de inventarle unos hermanos que no existían para que hablaran mal de él y la televisión, que ocultaba lo más posibles sus actividades, le dio a los falsos hermanos una larga entrevista en horario estelar. Ese fue el trato que Cárdenas recibió cuando decidió enfrentar al sistema. Cualquier parecido con el trato a Andrés Manuel no es coincidencia.
El jueves, ese mismo ingeniero adusto y parco, recibió la mayor condecoración que entrega el Estado mexicano a través del Senado de la República, la medalla Belisario Domíngez. La historia de la transición mexicana no se puede explicar sin la determinación (que por momentos más parecía terquedad), el temple y la prudencia de Cuauhtémoc. Él abrió al PRI desde dentro, resquebrajó la estructura autoritaria y generó un gran movimiento que incluía desde la izquierda más rancia y radical hasta los campesinos del más pequeño poblado del país. Construyó con retazo de partidos y jirones ideológicos al PRD, un partido que, si bien nunca ha superado los problemas de identidad, ha sido un eficiente vehículo electoral para la izquierda mexicana.
El ingeniero Cárdenas no cambió. Sigue siendo el mismo, pensando lo mismo y promoviendo las mismas causas desde que en 1986 fundó la Corriente Democrática al interior del PRI. Se puede estar de acuerdo o no con sus ideas, pero él ha sido absolutamente congruente con ellas. Lo que sí cambió es el sistema electoral: hoy tenemos elecciones mucho más confiables y un sistema de partido lleno de defectos, pero no un partido único.
Lo que tampoco cambió, y ese es el problema más grave de este país, es la estructura de poder. Los mismos que hicieron la campaña en contra de Cárdenas hoy lo hacen con López Obrador sin que tenga consecuencia alguna. El ingeniero Cárdenas no pudo demostrar, ante una maquinaria aplastante, su triunfo en 1988. Andrés Manuel López Obrador perdió la elección por una diferencia mínima provocada en gran medida por la incursión ilegal, así lo determinó la Corte, de grupos empresariales en la elección. En ambos casos es status quo del país operó para hacer pedazos a los que se salieron de la línea.
La historia tiene a repetirse como caricatura de sí misma. No dudemos, pues, que en 15 años veamos a Andrés Manuel siendo condecorado por el mismo sistema político que lo aplastó.