'No es por gusto que pido'

"En un buen día puedo ganar hasta 500 pesos de limosna, a veces son 200 o 300 pesos", dice María del Pilar Navarro Díaz. Después de las nueve de la mañana, llega en su silla de ruedas todos los días al bulevar Independencia y calle Sertoma.

Desde hace tres años, María del Pilar se gana la vida pidiendo limosna a los conductores, "pero lo hago por necesidad".

María del Pilar tiene 55 años, pero aparenta más edad. Su cuerpo es delgado, casi esquelético, debido a una anemia. Los dedos de sus pies y manos están deformes por la artritis.

"Estoy enferma y no es por gusto que ando pidiendo dinero en la calle. Uso silla de ruedas porque no puedo caminar, y mi pareja me trae y me pasa al lado de los carros para decirle a la gente que me ayude".

En octubre de 2010 la atropelló un automóvil y después se cayó en la calle, por eso tiene dificultades para caminar. Antes de pedir limosna, María del Pilar se dedicaba a trabajar limpiando casas, y lavando y planchando ropa.

"Ya no pude trabajar porque además de esos accidentes, tengo anemia por falta de vitaminas, tengo una úlcera gástrica y artritis, por eso tengo los dedos de los pies y manos todos chuecos".

Debido al accidente, un brazo de María del Pilar está en mal estado. "Hay muchas personas que engañan a la gente haciéndose pasar por pobres o enfermos, pero en mi caso sí lo necesito".

Hace años que ninguno de sus tres hijos la visita y menos le dan dinero para que no tenga necesidad de pedir limosna. "Tengo cinco nietos y no los conozco", dice con la voz entrecortada".

La casa donde viven María del Pilar y su pareja Lorenzo, es prestada. "Cuando me va bien junto unos 500 pesos al día, a veces 200 o 300, es variable. Llegamos faltando quince para las diez, y nos vamos a las dos de la tarde".

El dinero que gana lo usa para comprar la despensa, pagar los recibos, y sobre todo para costear la consulta y tratamiento médico. "No es una manera fácil de ganarse la vida, pero gracias a Dios los conductores nunca me han maltratado porque ven cómo estoy de enferma".

Sabe que pedir en la calle es riesgoso: desde sufrir un atropellamiento hasta quedar en medio de una balacera. "Pero Dios nos cubre a todos con su manto bendito porque sí he visto pasar a personas armadas. Hay más balaceras donde vivo, allá en el Cerro de la Cruz".

En ocasiones no puede salir a pedir limosna porque la artritis le provoca calambres en el cuerpo, por eso siempre trata de guardar algo de dinero para esos días.

"Antes del DIF de Torreón nos traían comida, pero ya no. Claro que si pudiera seguiría trabajando, pero creo que mis huesos están así de tanto quehacer que hice en las casas cuando podía".

Cree que aparenta más edad porque su vida ha sido muy difícil, "a mis hijos les di estudios hasta la primaria, no pude más. Ya todos están casados, pero ninguno se acuerda de mí, sabrá Dios cómo estén".

Sus hijos se llaman Gilberto Ezequiel, Heriberto Higinio, y Virginia Guadalupe.

"Creo que fui buena mamá y trabajé mucho por ellos, por eso no sé por qué se olvidan de mí".

María del Pilar ya no puede hablar más de sus hijos porque el llanto se lo impide.

Dice que le gustaría llevar otro tipo de vida, pero no puede, pues si pudiera caminar y no estuviera tan enferma, difícilmente conseguiría trabajo por su edad.

Incluso no le importaría volver a trapear y a barrer, si tuviera la salud y la fuerza para trabajar en alguna casa.

"Hasta que pueda vendré todos los días a pedir dinero. Ojalá la gente me siga ayudando porque les aseguro que no miento cuando les digo que estoy enferma".

A veces anhela con que alguien la ayude para no tener que volver a las calles de la ciudad a pedir dinero.

 MARÍA NAVARRO

PEDIGÜEÑA