El crimen fue simplemente escalofriante. Domingo temprano en la mañana, un hombre de trabajo exitoso, Carlos Valdés Berlanga fue repentinamente sorprendido en el interior de su propia casa por dos asesinos. Al intentar ponerse a salvo del peligro, fue ultimado de manera artera sin mediación alguna. Un caso más en el carrusel sin límite de la violencia que está apoderado de casi todo, excepto del dinero del pueblo que administran los políticos.
Ante los hechos, vienen las reacciones. Como la infortunada víctima fue un triunfador en el empresariado, este sector en particular reacciona clamando un ya basta a las autoridades, y algunos sectores en particular se aventuran a fijarle un plazo a la fiscalía de Coahuila a que esclarezcan el caso o de los contrario tomarán medidas de presión.
Aun con este terrible escenario, donde ya está más de manifiesto que cualquiera está en riesgo de ser asesinado en cualquier lugar sin respeto alguno, ni siquiera se ha podido lograr la unificación del gremio empresarial para presionar a las autoridades que cumplan su más elemental trabajo que es el de brindar seguridad a los ciudadanos.
Al no conseguirse el unísono, el gobernador Jorge Torres sencillamente desestima el ultimátum lanzado por algunos grupos empresariales y sostiene que incluso el fiscal Torres Charles, no sería removido de su cargo. Señala que no es posible dar plazos finitos para resolver la investigación porque se mantienen abiertas varias líneas para poder dar con los responsables de la muerte de Valdés Berlanga.
Cierto es que no se puede fijar un determinado tiempo para que la policía esclarezca un crimen en particular, pero es absolutamente compresible el lance de algunos colegas del finado, en la desesperación de verse arrasados como todos por la delincuencia.
Nuevamente y con estupor, parece que no habrá una respuesta efectiva en este asunto. Es una realidad que el Gobierno estatal sabe que los empresarios laguneros no podrán desafiarlos ante su poder, y divididos menos, ellos lo saben muy bien. Pero por supuesto que hay un camino para lograr que al menos en realidad se presionen: las elecciones.
Es una verdad irrefutable que la clase política lo que más necesita es el poder, y ése se gana a través de las elecciones. El empresario lagunero, no significan las masas de votos que se necesitan para ganar los comicios, y sabedores de eso, pues simplemente hacen como que están trabajando apostando que el paso de los días regrese las aguas a su nivel.
Es culpa de todos que las cosas hayan llegado hasta estos niveles. Una pésima estrategia policial de Felipe Calderón al decidir enfrentar al crimen organizado como lo hizo, sin considerar la podredumbre que existían en una gran mayoría de los cuerpos policiacos a lo ancho y largo del país. Abonado en eso, además torpe maniobra para la lucha anticrimen, también la comunicación social de la federación acerca de este tema abonó el camino para que los gobernadores priistas, que son mucho más avezados en arte de la política, lograran transmitir el mensaje que la ola de violencia que hoy se vive en casi todo México es culpa de Calderón, y de esa manera cínicamente desentenderse de la responsabilidad que por mandato de ley, les correspondía.
La única manera de que realmente se pudiera hacer que los gobernadores y alcaldes hagan le es obligación, es sentir que pueden tener riesgo de perder las elecciones, que por cierto, son en menos de setenta días. No parece haber de otra, ¿o sí?
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