Incertidumbre. Los jóvenes de origen guatemalteco tenían dos días sin comer y habían viajado, de autobús en autobús, hasta Durango. Fueron asegurados por el Instituto Nacional de Migración.
Marlon salió de Tecumán, Guatemala, hace una semana con un sueño: llegar a Estados Unidos, conseguir un trabajo y mandarle dinero a su mamá para la manutención de sus cuatro hermanitos.
A sus 19 años, emprendió un viaje junto con tres amigos que, como él, tuvieron que juntar dos mil 500 pesos, cada uno, para poder cumplir su objetivo.
"Trabajamos mucho, ahorramos mucho, nos tardamos mucho tiempo, incluso ahorritos que teníamos se fueron. Es duro", compartió.
De autobús en autobús recorrieron varios estados de México hasta llegar a Durango donde fueron asegurados por personal de la Delegación local del Instituto Nacional de Migración. Previamente, no habían sido sometidos a ninguna revisión.
Sentados en la sala de espera de la Central de Autobuses de Durango, los jóvenes de entre 18 y 28 años dijeron tener conocimiento de la violencia en México que ha afectado a varios de sus connacionales, pero, como en muchos de estos casos, la necesidad pudo más que el miedo.
"Nosotros lo que queremos es ver si prosperamos más adelante porque allá (en Guatemala) no hay trabajo. Nos han dicho que está dura la vida por acá también pero nosotros dijimos que viajando así ojalá que fuera diferente", mencionó uno de ellos.
"A donde haya chamba", este es el único requisito que pedían al elegir su lugar de destino. En su país de origen se dedicaban a la pizca de mango por lo que esperaban emplearse en algo similar.
Sin embargo, su recorrido se truncó en Durango donde personal de Migración los aseguró para hacer el procedimiento de rutina para quienes viajan de forma ilegal: elaborar la documentación, revisarlos médicamente y darles de comer para, después, proceder con la repatriación.
"No lo dejan convivir feliz a uno", externó Marlon, al compartir que esta es ya su segunda repatriación; en la primera llegó hasta Mazatlán, pero esto no ha sido motivo para dejar de intentarlo.
"Nomás llego a mi país y vuelvo atrás, es algo que tengo que hacer, estoy decidido a lo que me toque porque mi mamá es muy pobre... y mis hermanitos". Al recordar a su familia ya no pudo continuar, un nudo en la garganta impidió que salieran las palabras.
Con lágrimas en los ojos, otro de sus compañeros concluyó: "Uno va buscando lo mejor y no se da, pero pues bueno, a esperar a ver qué hace Dios con nosotros".