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No subestime las licencias

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

No subestime las licencias

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Cynthia de la Cruz

Copiar, descargar, utilizar, compartir, instalar, son verbos comunes en el mundo de los bits y los bytes, refiriéndose al empleo de software sin pagar por la respectiva licencia. Pero ¿tiene usted la absoluta confianza en que no hay ningún riesgo en ello?

La estudiante de informática pasaba casualmente por una computadora encendida. Llamó su atención el predominante color azul con líneas divisorias grises. Se acercó un poco más y reconoció los textos, el diseño, e incluso los defectos, producto de sus noches de desvelo... ¡Sí! Era su trabajo de fin de curso, secuestrado y ultrajado por quién sabe qué alumno mediocre que no quería pagar el precio de aprobar la materia de forma honesta, ganada a pulso línea por línea de código. Su indignación fue tal que denunció al malhechor, el cual quedó ante todos como un vulgar ladrón y por supuesto reprobado. La anécdota es real y plasma el malestar y enojo del autor de una obra cuando descubre que ésta es utilizada o expuesta sin su consentimiento.

Algunos lo ignoran, pero todo software que empleamos en nuestras computadoras es una obra, usualmente protegida por derechos de autor. El sistema operativo Windows, Word, Excel, Power Point, Visio, Project, Publisher, AutoCAD, Photoshop, Illustrator, son sólo algunos de los programas que erróneamente creemos son gratuitos.

Así, cuando acudimos a comprar un equipo de cómputo omitimos en nuestro presupuesto el costo de dichas herramientas, contemplando únicamente la parte tangible del nuevo juguete: el llamado hardware (monitor, CPU, bocinas, etcétera). Lo que no tiene volumen ni peso, es decir lo que viene adentro, eso “de seguro viene incluido como cortesía”, pensamos. Para sorpresa de muchos, el software es el elemento más caro de una computadora que por sí misma es incapaz de hacer nada; necesita de un traductor o intérprete de comandos llamado sistema operativo y de programas o aplicaciones que hagan las maravillas que ya todos conocemos. Por ejemplo una laptop de marca reconocida en versión para el hogar puede costar 8,000 pesos en su modelo más sencillo; pero si el consumidor decide agregarle procesador de textos, hoja de cálculo y alguna utilería para editar fotografías o películas, el importe fácilmente se duplica o triplica.

Hasta este punto probablemente usted piense que eso no puede ser, puesto que conoce a un buen técnico que le instala lo que se le ocurra por 100 pesos... pero eso es exactamente lo mismo que desembolsar 20 pesos por la copia de una película recién estrenada en el cine: se llama piratería y es un delito en todo el mundo.

UNA LICENCIA = UNA COMPUTADORA

Un error frecuente es pensar que si pagamos por un programa que viene con su disco original, la factura y hasta los manuales, podremos instalarlo en tantas máquinas como queramos. Pero no es así.

Al comprar software éste siempre trae indicado el número de instalaciones o licencias al que tenemos derecho, y por omisión esa cifra asciende a uno. Un pequeño despacho de publicidad con tres computadoras que requieren Photoshop deberá adquirir tres licencias, y si luego suma una PC o laptop más, habrá que comprar un cuarto permiso. Así funciona y es de suma importancia conocer este dato sobre todo en el ambiente comercial, para no llevarnos una desagradable sorpresa en caso de una revisión.

¿QUIÉN NOS PUEDE REVISAR?

No se preocupe, es improbable que alguien lo moleste en su casa; pero eso no significa que no pueda suceder, o que por el bajo riesgo deje de ser un delito. Además, el software pirata seguramente le hará malas jugadas, pues viene alterado y no cuenta con ningún tipo de garantía ni soporte. Y si lo obtiene en Internet de manera ilegal debe saber que con frecuencia lo acompañan programas dañinos dispuestos a robarse su información, borrarla o modificarla.

Sin embargo las más vulnerables al tener software sin licencia son las empresas: constituye un delito y tiene sanciones civiles y penales. Al respecto, el primer paso en nuestro país -y en otros más- lo ha dado la BSA o Business Software Alliance que vigila los intereses de las firmas más poderosas de productos informáticos. Si dicha asociación determina que estamos infringiendo los derechos de autor de sus representados y no llegamos a un acuerdo de regularización con ellos, entonces procede a levantar una denuncia ante la PGR, lo cual puede ocasionar desde la clausura de los equipos y la imposición de una cuantiosa multa, hasta llevar a la cárcel por varios años al representante legal y/o responsables directos de la compañía infractora.

VIAJAR CON SOFTWARE PIRATA

La legislación de delitos informáticos y de transgresión de los derechos de autor es diferente en cada país y a veces resulta confusa, además de cambiante. Aunque los expertos todavía no se ponen de acuerdo en si se debe criminalizar a quien usa el software pirata sin fines de lucro, es posible que usted se lleve un susto si en la frontera de Estados Unidos u otra nación, el agente aduanal a cargo en el aeropuerto le pregunta por el contenido de su computadora y le pida demostrar que los programas son legales, o incluso la música, fotografías y películas que lleva en su disco duro. Las posibilidades de que ello ocurra son ínfimas pero sin duda es mejor no arriesgarse, o al menos informarse adecuadamente sobre las leyes del lugar que visite.

En un país como el nuestro en donde el individuo promedio sufre estrecheces para adquirir sus bienes, es frustrante que el software original sea tan caro. Podemos considerarlo injusto, pero como todo, esto se rige por la ley de la oferta y la demanda. Pocas personas pueden o quieren pagar por una licencia, entonces el producto se encarece por la poca demanda y al ser costoso se crea un mercado negro que a su vez representa pérdidas para los autores o fabricantes, quienes podrían destinar los ingresos en mayor investigación, mejor distribución y por consiguiente abaratamiento del software -o al menos eso queremos creer.

Por otro lado, cabe señalar que cada vez se vuelve más difícil utilizar las copias ilegales de los programas, por las validaciones de las licencias de uso a las que son sometidas las computadoras al conectarse a Internet.

NO TODO CUESTA, NI ES TAN MALO

No todo son malas noticias. Varias naciones, sobre todo europeas, están apostando al empleo de software libre que puede instalarse gratuitamente y que sólo genere un costo cuando se desea soporte técnico especializado. En Internet hay innumerables opciones para cualquier necesidad, recurrir a ellas le da al usuario la tranquilidad de estar dentro de la ley y sólo se requiere un pequeño esfuerzo para adaptarse a estas herramientas alternativas.

Asimismo, el creciente acceso a la red ha dado origen a una iniciativa aún en pañales llamada cloud computing o ‘computación en la nube’, que cobra el software como un servicio. Hasta ahora esa nueva forma de distribución de programas ha tenido poco impacto en el combate a la piratería, pero va en crecimiento y seguramente marcará una tendencia.

Afortunadamente también varias de las aplicaciones favoritas como iTunes, Firefox, Google Maps, Acrobat Reader, Skype, Messenger, Windows Media Player y otros, se distribuyen sin cargo alguno. Y hay muchas más en la web. Pero le recomendamos asesorarse adecuadamente por un experto antes de descargar algo a su equipo de cómputo para que no lo ponga en un riesgo innecesario. Además recuerde: no sólo hay que ser honrado, también hay que parecerlo.

Correo-e: cdelacruz@elsiglodetorreon.com.mx

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