"Peleamos en nombre de Dios... Dios está de nuestro lado."
Laurent Nkunda,
Genocida congoleño
Osama bin Laden estaba convencido de que debía matar en nombre de Dios. El Corán no sólo le daba licencia sino que le ordenaba acabar con quienes se oponían a su interpretación de la palabra divina. La presencia de tropas estadounidenses en el territorio sagrado de Arabia Saudita fue excusa suficiente para asesinar no sólo a los trabajadores del World Trade Center de Nueva York sino a musulmanes en mezquitas alejadas de su secta wahabí.
Me gustaría decir que Osama fue una perversa excepción, pero la historia demuestra que muchas de las grandes matanzas del mundo se han realizado en nombre de Dios.
A pesar de que los Diez Mandamientos ordenaron al pueblo de Israel "No matarás" (Éxodo 20:13), los antiguos israelitas conquistaron la tierra prometida con gran crueldad: Josué "todo lo que tenía vida lo mató, como Yahvé Dios de Israel se lo había mandado" (Josué 10:40).
Los cristianos, perseguidos y martirizados originalmente, cambiaron una vez que tomaron el poder. A pesar del mensaje de amor del que dijo: "Y al que te hiriere en una mejilla, dale también la otra" (Lucas 6:29), se volvieron sanguinarios. En el siglo IV arrianos y ortodoxos se mataban por obscuras discrepancias sobre la naturaleza de Dios. Las masacres de judíos empezaron también entonces.
En el siglo IX los papas León IV y Juan VIII decidieron que matar infieles libera a los cristianos de sus pecados. Urbano II lanzó la primera cruzada y con ella se eliminaron también los límites humanitarios de la guerra. Se hizo legítimo masacrar a ancianos, mujeres y niños. Los cruzados asesinaban en el Levante incluso a cristianos ortodoxos por el pecado de utilizar vestimentas orientales.
En las guerras de religión europeas del siglo XVI católicos y protestantes se despedazaban unos a otros sin meditar que todos eran cristianos. Los católicos franceses no tuvieron problemas morales para asesinar a 70 mil protestantes hugonotes el Día de San Bartolomé de 1572. La Inquisición española torturó y quemó vivos a quienes acusaba de brujería o de ser judíos. Eduardo VI mató a miles de ingleses por ser católicos, mientras que su hermana y sucesora María I, Bloody Mary, a más todavía por ser protestantes.
Varios versos del Corán hablan de tolerancia: "No habrá compulsión en la religión" (2:256), dice el libro sagrado del Islam. "Invita al camino de tu Señor con sabiduría y hermosa prédica" (16:125). Sin embargo, el Islam se expandió por Arabia primero y alrededor del Mediterráneo después gracias a la fuerza de la cimitarra. Muchas fueron las matanzas contra quienes rechazaban convertirse al Islam, si bien los árabes gobernaron después con más tolerancia que los cristianos en sus reinos, donde permitieron la subsistencia de comunidades cristianas y judías. Los otomanos musulmanes, en cambio, masacraron a entre 50 mil y 70 mil cristianos en Chipre en 1570.
Las matanzas religiosas no han terminado. Hindúes y musulmanes del subcontinente indio se aniquilaron unos a otros tras la partición del Raj británico en 1947. En la actual India todavía son comunes las matanzas de comunidades enteras de musulmanes, mientras que en Pakistán son los sunnitas y los chiitas, ambos musulmanes, los que periódicamente se despedazan en nombre de Dios.
Muchos insisten en pensar que Dios es un personaje mezquino y sanguinario. Osama no fue el primero ni será el último. Quizá todos deberían meditar sobre las palabras del pastor protestante Martin Niemöller: "Me tomó mucho tiempo aprender que Dios no es el enemigo de mis enemigos. No es ni siquiera el enemigo de sus enemigos."
Por lo menos los crímenes más notables no están quedando impunes. Han sido capturados, al parecer, los asesinos de San Fernando, Tamaulipas, y también los de Juan Francisco Sicilia y otras seis personas en Morelos. Ahora falta encontrar la forma de evitar que estos homicidios se cometan.
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