Hasta el domingo era conocido sólo en los círculos financieros del primer mundo y en la política francesa. Pero en el curso de unas horas el rostro del director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn -enfrentado a la jueza neoyorquina que lo mandó sin derecho a fianza al penal de Riker Island- pasó a formar parte de la imaginería del elenco estelar de los villanos caídos, en casi todos los medios del mundo, o de los inocentes perseguidos, en algunos medios, especialmente franceses.
Una y mil veces ha invadido en estos días las pantallas de televisión la secuencia de ese sexagenario de abrigo oscuro, con las manos esposadas a su espalda, y con una mirada que pasaba por segundos de la sorpresa, a la rabia contenida, a la resignación.
Pero más allá del castigo que pueda o no merecer Strauss-Kahn, de su drama personal o del oportuno golpe político que asesta esta noticia a la oposición socialista al presidente francés Sarkozy, cada vez que aparecía, lo mismo escoltado por oficiales impasibles que frente a su jueza inclemente, el abrumado exministro de finanzas de Francia afirmaba desde la pantalla su reencarnación en una nueva vida mediática como parte del espectáculo global a entremezclarse con los espectáculos de cada localidad.
DOMINIQUE EN MORELIA Y EN LOS PINOS
Y como la información-espectáculo incluye todos los géneros: drama o comedia, política, deportes, series de acción, de aventuras o policiales, en México, por ejemplo, la secuencia de la presentación en el juzgado de DSK -como se le llama en un libro y en la jerga de los espacios periodísticos al desplomado director del FMI- apareció gratificantemente en la pantalla cuando el público ya se estaba cansando de la repetición de la jugada de la víspera en que el "Chicharito" provocó el penal que le dio el campeonato al Manchester United.
Luego Dominique -así, con su nombre de pila, porque a estas alturas de exposición mediática ya es tan familiar como la malvada Teresa de las telenovelas- pudo sobrevivir con su drama, en la atracción del público, a las llamativas escenas de acción de la bronca Cruz Azul-Monarcas. E incluso al muy telegénico cabezazo de "Chuy", el popular portero Jesús Corona, sobre la nariz del prácticamente anónimo preparador físico del Morelia.
Y hay que decirlo. Ya en las portadas de los medios impresos del día siguiente las imágenes de un para entonces abatido y fatigado Dominique tuvieron mucho más poder de convicción escénica que la autoparódica representación del Día del Maestro que se apuntaron en las primeras planas, al pizarrón, el presidente Felipe -como lo exige la familiaridad mediática- y una complacida maestra Elba, en una de las escenas menos convincentes de la farándula política mexicana.
Y es que, a diferencia de la noticia-espectáculo de Dominique -basada en un hecho real-, la autoparodia de Felipe y Elba fue lo que se conoce en comunicación como un falso evento, fabricado para transmitir un mensaje, que en este caso resultó contraproducente y, para su fortuna, de muy corta vida mediática.
OTROS SALDOS COMUNICATIVOS Pero la noticia-espectáculo de la caída de DSK deja otros saldos para el análisis y el debate, desde la perspectiva de la comunicación. El público y los medios mexicanos pueden aprender de la escrupulosa protección, en el anonimato, de la víctima del ataque sexual del que se acusa al jefe del FMI. Unos medios franceses recelan sobre la posibilidad de que se le haya puesto una trampa al acusado, pero los más serios hacen un examen de conciencia sobre lo negligentes que han sido para investigar rumores y lo indulgentes, ante conductas o hábitos privados con implicaciones públicas. Pero hay académicos que plantean la violación al derecho a la presunción de inocencia del acusado no convicto, con el ultraje de exponerlo esposado y humillado ante los medios de la globalidad, conforme al sistema estadounidense, en contraste con el sistema francés.
¿Por dónde empezamos?
(Académico)