Significado. Para las civilizaciones originales de Sudamérica, la "Cruz del Sur" era una constelación a venerar. Para los mexicanos de hoy, la "Cruz del Norte" qué importa ni es constelación ni es algo a venerar sino a soportar: la gran potencia del norte. Siempre ha habido algunos mexicanos dispuestos a adorar a esa "Cruz del Norte", pero quizá son más los que la ven como una mezcla de oportunidades y amenazas. Y en la coyuntura actual, ¡vaya que destaca la parte problemática!
Estados Unidos ya no constituye un peligro para nuestra integridad territorial, pero no se puede decir lo mismo en materia de seguridad económica o política.
Estados Unidos y Nuestra Inseguridad Económica. Un estudioso de las relaciones económicas México-Estados Unidos, Sidney Weintraub, a quien no se puede calificar de izquierda, señala que la forma de caracterizar la relación entre los dos países, no es echando mano del concepto de asimetría, pues esa es la relación que Estados Unidos tiene con cualquier otro país. En cada caso el grado de asimetría es diferente, pero al final el poder norteamericano en lo militar o económico sigue superando al de cada una de las otras potencias. En el caso de México, lo singular no es la obvia asimetría -el PIB de Estados Unidos es 16 veces superior al de México y el ejército norteamericano cuenta con 1, 478, 000 efectivos y una tecnología de punta en tanto que el mexicano tiene 260 mil hombres y un armamento muy modesto, (globalfirepower.com)- sino la relación de dependencia-dominación con su vecino norteño, (Unequal partners. The Unites States and Mexico, Pittsburgh Press, 2010). Weintraub pone como indicador de esa dependencia que el 82% de las exportaciones mexicanas tenga como destino a Estados Unidos, pero igual podría haber elegido cifras de otra dependencia: el 80% de las drogas ilegales que entran a Estados Unidos proviene de México, (The New York Times, 6 de agosto) o que el 90% de las armas de nuestros narcotraficantes es de origen norteamericano, (Maureen Meyer, "Obama y la Iniciativa Mérida", WOLA, 2010). En fin, que lo importante es que el concepto de dependencia, elaborado para América Latina en los 1960 por Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto (Dependencia y desarrollo en América Latina, Lima 1967) y que por un buen tiempo fue desechado por las ciencias sociales norteamericanas, ha vuelto a resurgir.
Tras la gran crisis del modelo económico mexicano de la post revolución en 1982, la tecnocracia se hizo del poder político y prometió que un gran acercamiento a Estados Unidos encuadrado por los términos del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte de 1993 (TLCAN), sería la solución histórica al subdesarrollo en que México había caído desde el siglo XIX. Hoy queda claro que no fue el caso, que el PIB per cápita mexicano que había crecido en promedio al 3.17% anual entre 1935 y 1982 apenas si llegó al 0.58% entre 1983 y 2000, año en que los tecnócratas fueron expulsados del poder por la vía de las urnas. Bajo la derecha panista la cosa resultó peor, pues entre 2001 y 2009, el promedio anual de crecimiento del PIB per capita ha sido de apenas un escuálido 0.36%, (Comisión Económica para América Latina, cuentas nacionales en dólares, 2010, www.eclac.org). Por eso no es de extrañar que en la encuesta de 2010, el 78.2% de la población mexicana estuviese afectada por alguno de los cuatro diferentes tipos de pobreza que identifican los expertos, (Coneval, 2011).
Este mal resultado de 2010 se debe, sobre todo, a la gran caída del producto el año anterior, pero ese desplome se explica por nuestra dependencia económica de Estados Unidos. Hasta hace poco se suponía que las cosas iban a ir un mejor en el futuro inmediato (se llegó a hablar de un crecimiento del Producto Interno Bruto del 5%), pero ahora se nos advierte que es posible que nuestro "gran socio del norte" tenga, de nuevo otra caída económica y eso nos afecte. Oficialmente, la última recesión norteamericana terminó en junio de 2009, pero ya está en formación una nueva, impulsada por el conflicto político en torno al presupuesto y a su déficit creciente, a las graves dificultades de la Unión Europea y la desconfianza por la disminución que hizo la calificadora Standard & Poor's de la calidad de la deuda norteamericana, (Washington Post, 4 de agosto). De reiniciarse el ciclo negativo, es inevitablemente que el modesto crecimiento mexicano disminuya. En fin, que la supuesta locomotora norteamericana a la que nos unimos con el TLCAN en calidad de cabús, ahora se ha convertido en una rueda de molino atada a nuestro cuello.
México está pagando el descuido -desprecio- por el mercado interno, por la baja recaudación fiscal y por la falta de diversificación de su comercio con el exterior, entre otras cosas. Rehacer el modelo actual va a costar mucho.
Estados Unidos y Nuestra Inseguridad Interna. El último artículo de Ginger Thompson en The New York Times (6 de agosto), hace resaltar de manera muy nítida el otro tipo de dependencia que México ha desarrollando respecto de Estados Unidos: la que está relacionada con el hecho de que de nuestro país proviene o pasa el 80% de las drogas ilegales importadas por los norteamericanos y que de Estados Unidos provienen las armas de los cárteles mexicanos de la droga lo mismo que los 19 a 29 mil millones de dólares anuales que se calcula que reciben esos cárteles, (Andrew Selee y Eric L.Olson, "Steady advances, slow results", Washington, Mexico Institute, WWICS, 2011, p.3).
Thompson inicia su artículo con algo que en otro país hubiera desatado una crisis política mayúscula: que funcionarios de México y Estados Unidos admiten que han hecho un esfuerzo conjunto para darle la vuelta a la prohibición impuesta por el marco legal mexicano para que aquí operen policías y militares extranjeros. La idea es que empleando a policías, agentes de la CIA, militares retirados del Comando Norte y, en el futuro, a agentes de seguridad privados - ¿del tipo de los que trabajan para Halliburton en Irak?- y colocándolos dentro de bases militares mexicanas -Thompson asegura que ya están actuando en una, en el norte- se puede obviar el espíritu de la ley. Desde esa posición, los norteamericanos podrán usar el equipo más avanzado para rastrear a los narcotraficantes sin tener que exponer esa tecnología y conocimiento del manejo de sus aparatos a los mexicanos que, como en Afganistán, no son de la confianza de los norteamericanos.
Así pues, primero fue la movilización del ejército mexicano tras el accidentado arribo de Felipe Calderón a la Presidencia en diciembre de 2006, luego vino la llamada "Iniciativa Mérida" de 2007, donde se pidió a Estados Unidos que actuara al lado y dentro de México como lo hacía en Colombia. Y ahora, 50 mil muertos y 10 mil desaparecidos más tarde, está en marcha la operación que podría llamarse "Démosle juntos la vuelta a la ley" y que, entre otras cosas, va a llevar a crear fusion intelligence centers (¿centros de inteligencia fusión?) similares a los que ya operan en Irak y Afganistán, pues los norteamericanos tienen que moverse y actuar en un medio hostil -un botón de muestra es el asesinato en febrero del agente de la ICE, Jaime Zapata- y desconfiando de los aliados nativos.
Thompson señala que a ojos de Washington, las fuerzas de seguridad y las instituciones civiles que combaten al crimen organizado en México están tan dañadas como las de Afganistán, como efecto de los siete decenios de gobiernos autoritarios, es decir, a causa del régimen priista. Sin embargo, quizá la autora debió de hacer notar que desde el acuerdo Calles-Morrow de 1927, pero sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial y del inicio de la Guerra Fría, los gobiernos de Washington siempre apoyaron al régimen mexicano y sostuvieron que México era una democracia bona fide, por tanto, Estados Unidos tiene parte de responsabilidad en eso que ahora confronta como un gran problema: la arraigada corrupción de las instituciones mexicanas.
Conclusión. México y Estados Unidos están obligados a una convivencia que implica una negociación permanente. La asimetría ha sido una constante en esa relación, pero la dependencia ha variado. En algunas épocas se le ha contenido, como ocurrió en el Porfiriato -cuando se balanceó la inversión norteamericana con la europea-, en otras el Gobierno mexicano ha hecho esfuerzos apoyados por la sociedad para disminuirla, como sucedió en el Cardenismo, pero están también los períodos en que la dependencia se ha acentuado, como es el caso del último cuarto de siglo, desafortunadamente.