Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

NUESTRA SALUD MENTAL

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS

Por: Dr. Víctor Albores García

¿Casarse o no casarse? ¿Tener o no tener hijos? Se trata de esos cuestionamientos y dilemas casi dignos para Hamlet, pero que en el presente vienen a constituir en el presente un tema altamente significativo y estresante, especialmente para quienes al enfrentarlos reconocen la conciencia de su importancia y reflexionan al respecto, ya que en tantas ocasiones, las decisiones se toman al vapor siguiendo el primer impulso y sin razonamiento alguno, sin valorar siquiera las repercusiones de un compromiso semejante. Todavía hasta hace algunas generaciones, y quizá aún para muchos, no era necesario hacerse cuestionamientos de ese tipo, puesto que simplemente se seguía el criterio automático y tradicional que ha sido dictado socioculturalmente para hombres y mujeres por igual, de buscar una pareja y casarse, para llenar además una función reproductora y participar en el mantenimiento de la especie, independientemente de si tienen o no la capacidad emocional para enfrentarse y llevar a cabo tales compromisos. Simplemente se ha dado por hecho que así debería ser. Sin embargo, me parece que una buena parte de las generaciones del presente se han detenido a revalorar dichos cuestionamientos, al grado de inclusive darse permiso para enfrentarlos, estudiarlos con mayor detalle, a la vez que para reflexionar y cuestionarse con honestidad si ese es verdaderamente su deseo, su vocación y su capacidad para llevarlos a cabo. El concepto de lo que tradicionalmente han sido considerados como los pasos lógicos y automáticos a seguir en la vida de hombres y mujeres, ha cambiado radicalmente en esta época sin seguir necesariamente los mismos modelos y patrones. El elevado porcentaje de divorcios que existen en las sociedades actuales, a la vez que el también alto porcentaje de parejas que viven juntos sin casarse y sin tener hijos, o la gran cantidad de madres solteras o de hijos abandonados, regalados u hasta descuidados vienen a representar algunos síntomas sobre la incapacidad que tienen tantos hombres y mujeres para enfrentar y mantener semejantes compromisos a lo largo de sus vidas. Las presiones y conflictos personales, así como las presiones familiares, sociales y culturales empujan a muchos de ellos en su juventud a casarse y a tener hijos bajo determinadas normas y límites definidos de edad considerados como ideales por las costumbres y las tradiciones, aún sin que exista el deseo, la madurez o la capacidad para hacerlo, pero enfrentando el estrés y el temor a ser sancionados o marginados al no cumplir con tales normas.

Es así como entonces, la búsqueda de la pareja y la decisión de comprometerse con ella, viene a ser una parte tan importante de nuestras vidas, como lo es la búsqueda de una actividad o de una profesión, puesto que idealmente se trata de compromisos a largo plazo, que a su vez van a conformar aspectos básicos de nuestra identidad que le darán color y sabor, sentido y satisfacción a nuestra existencia. Consecuentemente, en ambos casos, dicha búsqueda así como la decisión que tomemos, representan procesos prolongados y complejos, que naturalmente suelen generar diferentes niveles de inseguridad y ansiedad en todos nosotros, y definitivamente forman parte de ese estrés que vivimos en el presente.

En nuestra época nos hemos dado cuenta de la dificultad que estriba en mantener el equilibrio en las relaciones de pareja, la serie de conflictos que surgen entre ambos, ya sea por aspectos personales e individuales, o por diferencia de caracteres que los hacen chocar entre sí como pareja en eso que representa el diario convivir y compartir, desde los pequeños detalles hasta los grandes problemas.

Así pues, tales conflictos y las crisis que surgen entre ambos se convierten a su vez en estresores cotidianos y continuos de mayor o menor intensidad, que al no ser resueltos satisfactoriamente van minando día con día la relación, determinando el distanciamiento entre sus miembros, inclusive hasta llegar a ese momento de saturación e insatisfacción mutua que determina la separación final y el divorcio en última instancia. Este proceso se convierte entonces, en una fuente importante de estrés intenso y doloroso, cuyas repercusiones se pueden prolongar por muchos años no sólo para ambos miembros de la pareja, sino también para quienes dependen de ellos como son los hijos, al igual que la familia que los rodea, mientras intentan llegar a algún tipo de solución más o menos satisfactoria que les permita encontrar cierto nivel de estabilidad emocional a mediano o a largo plazo. ¿No sería entonces más saludable el orientar, ayudar y apoyar con mayor comprensión y tolerancia a los jóvenes de hoy para enfrentar más concienzudamente tales cuestionamientos sobre casarse y tener hijos, no como metas únicas y obligatorias sino como opciones disponibles entre otras, para que tengan la libertad de escoger aquello que deseen verdaderamente y para lo cual se sientan capacitados para llevarlo a cabo?

Me parece que un enfoque semejante formaría parte definitivamente de lo que deberían ser algunos de nuestros esquemas para incluir dentro de ese proceso de la educación sexual

(Continuará)

(MIS DISCULPAS POR EL ERROR DE HABER REPETIDO LA PRIMERA PARTE DE ESTA SERIE EL DOMINGO

PASADO)

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 601808

elsiglo.mx