El amor definitivamente, viene a ser uno de los ingredientes fundamentales que se da en este tipo de decisiones como son el casarse o tener hijos, al tratarse de experiencias vitales que forman parte de nuestra existencia y de nuestra sexualidad. Sin duda alguna, el amor es un sentimiento básico que enlaza y marca las interacciones humanas para dotarlas de un significado único y especial, no sólo en lo que respecta a cualquier tipo de pareja, ya sea hombre-mujer, pero igualmente en la relación entre hombres o entre mujeres, entre padres y madres con sus hijos o viceversa, entre diferentes miembros de una familia o de cualquier grupo social, a la vez que en la relaciones de amistad y de compañerismo que también presentan ciertos rasgos distintivos. El amor prevalece como un sentimiento universal que forma parte del repertorio normal de sentimientos en cada uno de nosotros como seres humanos, y que por lo mismo ha sido definido de tantas y tan diversas formas y estilos a lo largo de la historia, a través leyendas y relatos, personificado en los grandes dramas y comedias de la literatura, lo mismo en los cuentos, las novelas, los poemas, las baladas, las canciones y la música en general, al igual que en el teatro, el cine y la televisión en nuestra época. Romántico e idealizado, apasionado y fogoso, tierno y melancólico, impulsivo o enfermizo, intenso o delicado, quijotesco o traicionero, infantil y juguetón, iluso o materialista, fantasioso o melodramático, explorador y evasivo, galante y maduro, generoso o inhibido, bienvenido o mal pagado, recatado o aventurero y así lo podríamos seguir etiquetando con un sinnúmero de adjetivos, al tratar de conocerlo mejor, definirlo, captarlo, poseerlo, comprenderlo y aprehenderlo. Un sentimiento tan vasto y tan universal que por lo mismo, no requiere de un solo día al año para ser recordado y marcado en nuestros calendarios, ya que se encuentra presente en cualquier momento, en todos los rincones, en todos los espacios y en todas las instancias de nuestras vidas y de nuestras experiencias, de acuerdo a las necesidades y a las exigencias de cada individuo según esos momentos y circunstancias específicas y respectivas que aparecen indistintamente y sin programación alguna. Aunque el 14 de febrero ha sido designado de alguna manera como el día dedicado al amor y a la amistad, uno se pregunta hasta qué punto realmente se trata de la celebración de ese sentimiento al que llamamos amor, o hasta qué punto se ha venido a convertir en una más de las múltiples trampas consumistas de esa red de mercadotecnia actual que nos acecha, nos envuelve y nos invade constantemente, día tras día, como parte del globalizado mundo en que vivimos. Las rosas, los listones, los regalos, los detalles amorosos o amistosos, los mensajes, las tarjetas, los abrazos y los besos, las caricias y tantas otras manifestaciones de ese amor o de esa amistad están o deberían estar presentes en cualquier momento, en cualquier día, a cualquier hora y bajo cualquier tipo de circunstancia mientras así surjan nuestros deseos y necesidades para expresar abiertamente lo que sentimos, sin necesidad de que la publicidad nos marque un día específico al dos por uno, a meses sin intereses, o a través de grandes, costosos y luminosos espectaculares. Cuando el amor está ahí, presente, independientemente de ser o no correspondido, se puede manifestar o expresar mediante cualquiera de ese tipo de detalles delicados, y en cualquier día, semana o mes del calendario. Me parece que al igual de lo que ha sucedido con la Navidad y con muchas otras celebraciones tradicionales que mantienen un sabor especial y distintivo, el día del amor se tiende a desvirtuar y a convertir en algo un tanto artificial, mecanizado e impositivo, casi obligatorio, que de alguna forma le roba al amor su encanto y espontaneidad, para convertirlo en uno más de esos cientos de factores estresantes de los que estamos rodeados en nuestra época y en nuestro mundo consumista y voraz. Estamos construyendo ese mundo de tal forma que nunca termina de llenar las necesidades y las carencias, porque aunado a las que ya de por sí existen en forma natural, se busca añadirle muchas otras más, en un desfile interminable de novedades y necesidades que permanecen intactas sin jamás ser satisfechas, pero que provocan niveles intensos de estrés en todos aquellos que se las creen, las hacen propias y además luchan por seguir coleccionando todos los últimos productos que salen al mercado, entre los que indudablemente se encuentra el amor, también como una oferta más.
(Continuará).