Quizás Pudiera parecer ocioso y poco relevante el seguir comentando e inclusive subrayando la importancia del contacto físico en nuestras vidas, y sin embargo, no es así, puesto día tras día, dicho contacto forma parte de nuestras relaciones cotidianas a lo largo de la vida, hasta llegar el final de la misma. Es interesante observar y descubrir como dicho contacto varía de una cultura a otra en nuestro planeta, sea aún dentro de las mismas naciones y sociedades, en las que se puede encontrar todo tipo de estilos y formas para practicarlo. A riesgo de caer en una generalización no siempre verdadera, se podría decir que existen ciertas culturas, especialmente aquellas que han surgido en las orillas del Mediterráneo y a las que tendemos a referirnos como latinas, en las que el contacto físico a base de abrazos, besos y diversas manifestaciones semejantes, forman parte esencial de las interacciones, lo mismo entre hombres y mujeres, sin importar mucho la edad o el género. En el fondo se trata de un estilo muy abierto y efusivo de expresar el afecto, el entusiasmo, la calidez, el amor y en una palabra, los sentimientos que vibran en el interior de cada individuo, lo mismo si los consideramos positivos como negativos. Por lo contrario, existen otras razas o culturas que son mucho más áridas, reservadas, reprimidas e incluso inexpresivas en lo que representa no sólo el contacto físico, sino inclusive el contacto visual, al grado de considerarlos como expresiones groseras, de mal gusto o de mala educación, y por lo tanto reprobables. A riesgo de pecar de exagerado al tomar en cuenta estos dos extremos tan opuestos, la realidad es que si trazáramos una línea de un extremo al otro, sería interesante como experimento, el preguntarnos cada uno en qué parte de esa línea nos ubicaríamos. Creo que se trata de un cuestionamiento importante, puesto que no sólo se relaciona con esos vínculos primarios que poseemos, provenientes de nuestras relaciones básicas de la infancia con nuestras madres y nuestros padres como se mencionaba la semana pasada, sino que la importancia radica a su vez en la forma como pueden determinar todavía en el presente nuestras relaciones interpersonales, la forma en que somos capaces de expresar nuestro afecto y nuestro amor, o nuestros sentimientos en su totalidad hacia esos personajes importantes que se encuentran a nuestro alrededor. Tenemos que tomar en cuenta además, que no sólo ha sido esencial el aprendizaje en cuanto a la formación de tales vínculos primarios, sino que también se va a relacionar con el estilo y la forma en que hemos sido educados como hombres y como mujeres desde nuestra infancia. Es ahí donde la cultura toma esa fuerza que nos domina y nos moldea en determinadas direcciones, y naturalmente que una de ellas tiene que ver con el permiso y la libertad que nos otorga para expresarnos, o por el contrario, con la negación, el encierro y la represión como métodos educativos que coartan precisamente a cada sujeto, especialmente al género masculino en una cultura como la nuestra. Es así como dentro de nuestra educación tradicional, es más aceptable que se dé el contacto físico entre las mujeres o dirigido hacia los niños de ambos géneros, que en la relación entre hombres, quienes supuestamente deben ser "más rudos, menos sentimentales y menos expresivos", rasgos interpretados errónea y culturalmente como exclusivos para el género femenino. Es curioso entonces, que a pesar que durante los primeros años de vida los bebés de ambos géneros tienden por lo general a ser asediados por las caricias y el contacto físico de todos los miembros de la familia en la mayoría de los casos, conforme pasan los años y estos bebés crecen hasta llegar a la adolescencia o la etapa de adultos jóvenes, ese tipo de contacto físico va disminuyendo, especialmente en el caso de los hombres, que se limita en sólo ciertas circunstancias específicas, culturalmente señaladas. Es obvio que debemos de tomar en cuenta, que a pesar de que todos nosotros tendemos a etiquetarnos como mexicanos, la realidad es que no es posible hablar de una sola cultura mexicana, puesto que nuestra sociedad está dividida en una gran diversidad de subculturas a lo largo del territorio nacional, en las que las normas, los patrones y los criterios varían ampliamente de una a otra. Por lo mismo, tales condiciones determinan el estilo, y la forma en que seremos educados dentro de cada grupo en lo que respecta a la expresión de nuestros sentimientos, así como del contacto físico (Continuará).