Tal vez se trate de una moda temporal, o quizá sea parte de la globalización y de la influencia cultural de los medios de comunicación y del material proveniente de otros países o de otras culturas, pero es interesante y esperanzador observar cómo los jóvenes de esta época se sienten más libres aparentemente, lo mismo mujeres que hombres, para saludarse y manifestar sus sentimientos con mayor efusión y contacto físico entre unos y otros, un fenómeno bastante contrastante a lo que se acostumbraba tradicionalmente no hace tantos años. Los besos y los abrazos como muestras de gusto, cariño, simpatía, atracción, entusiasmo, amor y vitalidad tan característicos en esa etapa de la vida, surgen de modo común y frecuente, con gran espontaneidad y libertad en sus encuentros, como algo que se da por hecho entre ellos, y quizá de lo cual hemos aprendido o podríamos aprender más las otras generaciones de adultos. En tantas ocasiones sin embargo, el riesgo de tales manifestaciones de cariño a través del contacto físico, es que muchos de estos adolescentes o adultos jóvenes, también debido a los rasgos propios de su edad y de su biología, no cuentan aún con los suficientes mecanismos de control para mantener los límites necesarios y comprender las diferencias entre tales expresiones de cariño, amistad, amor, excitación y niveles de erotismo que inclusive pueden llevar al coito. Es decir que se trata de situaciones que en ocasiones suelen mezclarse conjuntamente en un solo paquete, sin que se logren mantener la distancia y los límites requeridos. Las consecuencias como todos sabemos y ellos mismos lo saben y lo descubren en vivo, especialmente al no tomar las medidas de precaución necesarias, es que se pueden convertir prematuramente en madres y padres, cuando en la mayoría de los casos todavía no han salido de su adolescencia, ni tampoco se encuentran preparados emocional y económicamente para enfrentar la maternidad y la paternidad, para recibir a un bebé y hacerse cargo de semejante responsabilidad.
Al hablar de las diferencias culturales en cuanto a las manifestaciones del amor a través del contacto físico, es importante hacer notar que tales diferencias existen en todas las parejas que se forman. La realidad es que los hombres y las mujeres somos bastante diferentes en muchos aspectos, tanto en lo que respecta a nuestra biología, al igual que a nuestra estructura psicológica, en nuestras formas de pensar, de comprender y de visualizar la vida y las experiencias en general, en nuestros impulsos y necesidades, conductas y estilos de actuar y de llevar a cabo nuestros proyectos, así como en un sinfín de cosas más. Al mencionar esto, no se trata de involucrarme en esa eterna rivalidad y controversias históricas que se dan entre los géneros, sobre si unos u otros son superiores o inferiores, sino que más bien pienso que debemos partir de la base de que simplemente somos diferentes puesto que poseemos estructuras diferentes en todos sentidos. Inclusive, podríamos considerar que tal diferencia implica precisamente que pertenecemos no sólo a dos géneros diversos, sino que también formamos parte de dos subculturas diferentes. Aunado a ello, es necesario tomar en cuenta que cuando se forma una pareja, cada uno proviene de una familia diferente, lo que ya en sí representa una subcultura, poseedora de sus propias costumbres, tradiciones, creencias, orígenes e historia particulares, así como pertenencia a niveles sociales, económicos y educativos diversos, aspectos todos ellos que definitivamente pueden reafirmar ese concepto de una subcultura diferente, aún a pesar de que ambos sean mexicanos, y hasta originarios de la misma región. Tales características familiares y personales van a definir en cada uno la forma y el estilo en que hayan aprendido a comunicarse y a expresarse, lo mismo verbalmente, que a través de las señales y el contacto físico no verbales, como mecanismos que les permiten manifestar sus sentimientos. Estos mecanismos a su vez, los pondrán a prueba en su capacidad y habilidad para explorarse, conocerse e interactuar como pareja hasta lograr ciertos niveles de equilibrio, algo no siempre fácil de lograr en ese largo y sinuoso camino que representa la búsqueda de la identidad de cada uno, a la vez que de una relación y un compromiso a largo plazo con otra persona .