ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC). CAPÍTULO ESTATAL
COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA.
Seguramente existirán muchos otros modelos de pareja que no se han mencionado aquí, y posiblemente también, conforme pasen los años y nuestro ya de por sí caótico y vertiginoso existir se torne más acelerado aún, surgirán nuevos modelos de parejas y de familias que busquen integrarse y adaptarse a la dirección, al ritmo y al estrés que se siga generando en nuestra sociedad en el futuro. Sin embargo, hay dos fenómenos que llaman la atención en todos estos modelos que revisados en las semanas anteriores: uno tiene que ver con la tensión y los conflictos que se generan en las relaciones de pareja y que llevan al rompimiento, y el otro reside en los altos niveles de deserción del hombre en tales relaciones y su gran ausencia dentro de la familia mexicana. Ambos fenómenos estimulan una serie de cuestionamientos y reflexiones sobre nuestras tradiciones, nuestros métodos de educación y nuestros principios; algo que específicamente tiene que ver con la formación sociocultural de las identidades masculina y femenina, que a su vez van a resultar en nuestros modelos de hombres y de mujeres, así como en la forma que ellos se conocen, se unen, se relacionan y manejan sus interacciones, ya sea como pareja, o para formar una familia. Se trata de un tema especialmente importante por el estrés que genera, sobre todo cuando nos enfocamos a niveles emocionales mucho más profundos, en los que se forjan o no, aquellos vínculos que implican una relación más seria y de mayor compromiso.
¿Cómo nacen y se forman estos modelos de hombres y mujeres en nuestra cultura, con semejantes estilos de formar parejas y de crear familias? Habría que comenzar por preguntarnos sobre el estilo y los métodos de organización, disciplina y educación en general que se utilizan consciente o inconscientemente en cada familia, si es que creemos que los cimientos de nuestra formación y desarrollo radican principalmente en la familia de origen, en esa relación primaria entre un hombre y una mujer. Una pareja que como sabemos, deciden unirse en un momento dado, ya sea al casarse o simplemente al vivir juntos para tener hijos, para criarlos, educarlos y sacarlos adelante. Al menos biológicamente, no se ha encontrado todavía ninguna otra opción para tenerlos. Uno se pregunta entonces, qué es lo que sucede desde ese momento inicial de la concepción, y a través de los años y de las diferentes etapas de la vida, para que un hombre se vaya forjando como hombre, y a su vez, una mujer se vaya desarrollando como mujer. ¿Qué papel básico juegan las primeras interacciones familiares de los niños y las niñas en el seno del hogar con sus padres y sus hermanos o demás familiares, que les sirvan como modelos de identificación, para influir posteriormente en la definición no sólo de los rasgos de personalidad en general, sino en forma muy importante, en las bases y los rasgos de la identidad de su género, en lo que corresponde a la sensación y al reconocimiento de eso que significa ser hombre o ser mujer dentro de nuestra cultura? ¿Cómo van surgiendo tales interacciones entre niñas y niños con los padres, los abuelos y demás familiares desde el inicio de la vida, bajo los principios, los mensajes y las normas explícitas e implícitas que se dan en cada hogar, producto mismo de las tradiciones y la educación proveniente a través de las generaciones? ¿En qué forma se desarrollan o no, los vínculos entre la madre en su papel de mujer y de madre, con sus hijas y con sus hijos, como portadora de cada uno de ellos, no sólo desde el embarazo, sino en el momento mismo de recibirlos cuando salen de su seno, y posteriormente conforme pasan los años a lo largo de la vida, como vínculos que se mantienen eternos? A pesar de la creencia general de que el amor, la relación y la aceptación de una madre o de un padre son iguales en el caso de sus hijos o de sus hijas, en el fondo, realmente sabemos que ello es irreal y definitivamente cuestionable.
¿Qué tipo de diferencias se presentan desde el inicio en la relación que la madre desarrolla con sus hijas como individuos del mismo género, en contraste con los hijos como varones que pertenecen a un género diferente? ¿Y cómo influye entonces para ella, esa diferencia de géneros en el estilo, los métodos de educación, las funciones y las preferencias que pondrá en acción también consciente e inconscientemente con todos ellos, niños y niñas precisamente de acuerdo a su género? Igualmente, podríamos utilizar tales cuestionamientos en lo que respecta a la relación del padre tanto con sus hijos como con sus hijas, y al cómo pueda influir esa diferencia de géneros en lo que respecta a las predilecciones, la aplicación de normas y funciones dentro del hogar y en general, al estilo de vinculación que desarrolla con unos y con otros.
Estos cuestionamientos naturalmente se tornan más complejos, al tomar en cuenta que en un porcentaje muy alto de nuestras familias mexicanas, el padre se encuentra ausente física o emocionalmente, o en ocasiones ni siquiera ha sido registrado en la historia de la familia, de manera que es una mujer, una pareja de mujeres (la madre y la abuela), o los otros modelos de parejas mencionados las semanas anteriores, quienes se encargan de ejercer todas las funciones necesarias para la educación y el desarrollo de hombres y mujeres dentro de la familia
(Continuará).