ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC).
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA
ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA.
EL ESTRÉS QUE VIVIMOS.
TRIGÉSIMA QUINTA PARTE.
Antes de continuar con esta serie de cuestionamientos y reflexiones sobre las parejas, las familias y el estrés, me parece de gran valor, el reconocer y celebrar el hecho de que el pasado domingo, primer domingo del mes de junio, hayamos podido gozar una vez más, de un espléndido cielo azul, como el que hace mucho tiempo no disfrutábamos en nuestra región. Realmente fue un alivio admirar un cielo así, después de habernos sentido aplastados durante los últimos meses por una atmósfera sucia, gris, oscura y hasta cierto grado amenazadora, que nos machacó como si se tratara de una plancha calcinante, además de contaminar aún más, nuestros ya de por sí maltratados y sufridos sistemas respiratorios, acostumbrados a inhalar esas cantidades estratosféricas de polvo y de estiércol industrial que naturalmente forma parte del estrés que vivimos; un fenómeno que nos mantiene en la búsqueda continua de medicamentos y estilos de tratamiento para nuestras vías respiratorias.
Por lo mismo, no puedo dejar pasar desapercibida la oportunidad de celebrar y mencionar lo maravilloso que es el poder disfrutar una vez más de un cielo así de azul y de radiante, como en los viejos tiempos laguneros.
Inclusive, quizá así se podría paralelar el significado de tal cielo azul, limpio y radiante, con esos momentos de paz, de gusto, calma, amor, empatía, entendimiento y satisfacción que se dan temporalmente las parejas y las familias, en contraste con aquellos cielos grises, sombríos, ásperos y amenazadores, cuando surge la rivalidad y la competencia entre los miembros y se desenvuelven esas típicas luchas de poder, mediante las cuales cada uno trata de imponer, manipular y controlar al otro, en esa creencia personal de que se es poseedor de la verdad única, y por ende, el otro queda descalificado por "estar en un error", lo que automáticamente lo convierte en alguien de menor categoría. Se trata de un conflicto universal humano que siempre ha existido, a lo largo de la historia, y que tal vez se prolongue hacia la eternidad como un rasgo de nuestra naturaleza. La historia de la humanidad está repleta de ejemplos que ilustran en gran detalle tales luchas de poder, a través de las guerras, los abusos, las invasiones, las rivalidades y las creencias estrictas y dogmáticas que claman poseer la verdad única y absoluta, mientras los demás permanecen sometidos y marginados "al vivir en el error". Así ha sucedido y sucede todavía con los temas religiosos, con la economía y las riquezas, con las posesiones materiales, con las diferencias de color y étnicas, con los diversos estilos de sistemas de gobierno, con los partidos políticos, con la invasión y la conquista de los territorios geográficos pertenecientes a sus legítimos dueños, pero ambicionados o envidiados por otros.
A través de los siglos, la intolerancia, la rapiña, el abuso, el egoísmo, la ambición y la envidia desmedidas, la falta de respeto, comprensión y empatía por la individualidad y las creencias de los demás, el narcisismo, el egocentrismo, la grandiosidad y hasta la locura al negar y perder los límites de la realidad, así como tantos otros rasgos semejantes, han traído como resultado fenómenos interminables de agresividad y violencia proyectados por medio de distintos estilos de guerras injustas (¿habrá alguna guerra justa?), ilógicas y mal intencionadas. Guerras que siempre han enarbolado diferentes tipos de imágenes, símbolos, banderas, consignas, colores y "verdades", unas más falsas que otras, pero que de alguna manera han servido para disfrazar y justificar la enorme cantidad de crímenes, robos, asaltos, invasiones, saqueo, violación de los derechos humanos, fraudes y despojo de las propiedades de otros, convertidas en una especie de pillaje y genocidio, que podemos identificar desde épocas tan lejanas como la de los sumerios o los chinos, hasta nuestro más cercano presente (Continuará).