EL ESTRÉS QUE VIVIMOS.
Contamos entonces con una enorme variedad de tales fábricas de sueños, espejismos y esperanzas en las que se diseñan magistralmente esa interminable variedad de modelos de hombres, mujeres, parejas y familias, entre los cuales tenemos múltiples opciones para escoger a través de guiones, ensayos y múltiples grabaciones que nos orientan y educan sobre como saludar y comunicarnos entre nosotros con o sin sonrisas, sobre cómo expresar o no el placer, el afecto, el enojo, la frustración y la impotencia tan de moda en estos días, así como las demás emociones; sobre cómo mentir, prometer, traicionar, engañar, robar, manipular, violar, defraudar, controlar y hasta cometer uno que otro crimen, e inclusive salir airosos en el intento.
O también, sobre cómo cortejar y enamorarse, casarse o vivir juntos sin importar el género, tener o no relaciones sexuales o hacer el amor en estilos cada vez más explícitos y educativos; sobre cómo tener o no tener hijos, abortarlos, criarlos, o abandonarlos, cómo separarse y divorciarse; cómo luchar para conseguir empleo en épocas tan arduas, para luego trabajar bajo el peso de las deudas y las carteras vencidas, o cómo ganar dinero al estilo exprés, y hasta robar o defraudar lícitamente, acciones también de moda en nuestros días.
Gracias a esos paquetes educativos, se pueden aprender asimismo en forma contrastante los múltiples estilos para convertirse en empresarios millonarios de portada, en políticos inmunes fosilizados, en líderes y lideresas sindicales como expertos e impunes escaladores de cabezas; al igual que aparecer como mucamas de origen muy humilde, pero graciosas, honradas y de muy buen ver, que sin necesidad de encontrar una hada madrina sean capaces de localizar y besar al sapo más reciente del Melate para finalmente convertirse en princesas.
Es así, como desde las oscuras profundidades de estas fábricas de sueños y esperanzas, espejos de nuestras propias necesidades y carencias sociales y culturales surgen uno tras otro, esa ilimitada variedad de modelos de hombres, mujeres, parejas y familias que nos abruman, nos marean, nos seducen, nos encantan, nos hipnotizan y nos confunden a la vez, para finalmente convertirse en los modelos que tenemos a la mano para escoger e identificarnos, y que por lo tanto, implican una enorme influencia en nuestro diario vivir, mucho mayor de lo que siquiera sospechamos.
Paulatinamente, los observamos y nos sensibilizamos a ellos, para luego ingerirlos, aspirarlos, beberlos, digerirlos y alimentarnos de ellos, a través de sus imágenes, de sus órdenes, recomendaciones y mensajes explícitos o implícitos que disfrazan manipulaciones y distorsiones, con expectativas y metas regidas por un sistema de valores de doble moral, bastante confuso y contradictorio, que naturalmente también deja su huella en el cotidiano desarrollo lo mismo de niños, adolescentes, adultos o ancianos.
En ese deambular cotidiano, confrontamos entonces los orígenes de nuestros modelos educativos familiares frente a la fuerza y al impacto de paquetes educativos de tal envergadura mercadotécnica que nos dominan, nos controlan, nos manipulan y nos mueven en la dirección preconcebida, aunque en realidad ni siquiera sabemos hacia dónde nos estamos dirigiendo.
En esa forma, la identidad parece diluirse y perderse para convertirse en individuos circulantes un tanto mecanizados que funcionan como una especie de postes publicitarios gratuitos, que se integran a otros productos de consumo para servir de anuncio lo mismo a productos lácteos que a bebidas alcohólicas, almacenes de servicio, bares, hoteles, antros, y a toda esa variedad de múltiples productos de consumo que alimentan y adornan nuestra existencia.
Y es ahí cuando nos podríamos preguntar, el cómo entonces podemos descubrir nuestra identidad, qué tipo de modelos escogemos y con cuáles nos identificamos, si creemos acaso que existe un cierto orden en esta voluptuosa, contaminante, caótica y abrumadora telaraña de información proporcionada por los medios. ¿Y hasta qué grado esta burbuja colorida y apetitosa de consumo favorece nuestra armonía y tranquilidad como seres humanos, o si es que por el contrario, nos confunde, nos atonta, nos desconcierta, e inclusive hasta llega a bloquear nuestra capacidad de raciocinio y de actuación, al provocarnos intensos niveles de ansiedad y de estrés que ni siquiera somos capaces de detectar conscientemente?