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EL ESTRÉS QUE VIVIMOS

Como es de esperarse en romances y noviazgos tan tórridos y avasalladores como los mencionados la semana pasada en parejas formadas por cierto tipo de hombres amantes de puestos públicos o de mujeres con iguales aspiraciones, y dependiendo del nivel de puesto que estemos hablando, los esponsales pueden llegar a convertirse en eventos públicos y sociales verdaderamente monumentales y aparatosos que se caracterizan por ese lujo principesco y derrochador que nos caracteriza a los mexicanos cuando nos sentimos comprometidos a echar la casa por la ventana, a sabiendas de que la casa ni siquiera es nuestra, o que incluso se encuentra embargada hasta la saciedad por las generaciones anteriores y que las deudas nos corroen, pero que al final nada de eso tiene importancia, ni siquiera si la casa desaparece, porque total, los billetes ajenos no valen nada, y las deudas van y vienen en matrimonios como éstos, gracias al ritmo y a la magia de ciertos actos maravillosos de prestidigitación a los que estamos tan habituados los mexicanos, al grado de haber perdido ya la capacidad de sorprendernos. A pesar de todo, este estilo derrochador sigue buscando chocar e impresionar a propios y a extraños, pero sobre todo a los invitados más íntimos, a esa flor y nata de generaciones de parejas de casta semejante, con quienes se codean y llegan a competir entre sí abiertamente por la conquista del amor conyugal y posesivo de tales puestos públicos, lo que naturalmente les confiere cierta categoría de igualdad e inclusive de parentesco que los distingue de los demás seres humanos, de aquellos que no cuentan con tales prebendas y que tampoco fueron invitados al banquete, por no llenar los requisitos ni formar parte de ese círculo selecto y privilegiado.

A diferencia de otros estilos de pareja, la relación conyugal en estos casos es de una solidez a prueba de balas, el equilibrio llega a ser tan perfecto que las palabras divorcio o separación no forman parte de su vocabulario y ni siquiera se mencionan; más bien la relación tiende a prolongarse en ese amancebamiento amoroso y prolífico, gracias a la fidelidad de un enfático y firme compromiso de "hasta que la muerte nos separe". Se podría asegurar que este modelo de pareja es verdaderamente sólido y tiende a formar profundas raíces en su territorio, lo cual los transforma tanto a hombres como a mujeres en celosos guardianes de sus beneficios y privilegios, que no son nada despreciables. Y sin embargo, en aquellos casos raros y extraordinarios en los que se pueda filtrar algún descuido, indiscreción o imprudencia de mayor o de menor grado que trajera como consecuencia la separación o el divorcio, el desprendimiento resultaría obviamente en una muy dramática e inconsolable crisis, no sólo amorosa sino también psicológica y principalmente financiera, con fuertes consecuencias internas, que igualmente irradian al exterior, a las áreas públicas que dependen de tales parejas, pero que de algún modo, siempre encuentran reparación de último momento.. Sin embargo y al parecer en su mayoría, estas parejas suelen florecer, reproducirse y multiplicarse en forma tan abundante y persuasiva, y con tal número de herederos y descendientes, que inclusive llegan a superar las más modernas estrategias del control prenatal, para convertirse además en un estímulo nacional para la reproducción. El increíble desarrollo de estas familias representa naturalmente un ejemplo peculiar y sumamente popular no sólo de otro estilo de parejas, sino también de otro estilo de familias prestas a formar dinastías de un corte tradicional y conservador, pero con ese toque renovador, travieso y elegante de aquella ilustre y productiva moda renacentista tan popular entre los europeos de su época; una moda que no ha perdido su frescura y lozanía, sino todo lo contrario, ya que ha encontrado eco en el mundo del presente, al rebasar las fronteras del tiempo y del espacio, para seguirse manteniendo vigente y adornar nuestra existencia. ¿Qué influencia y qué impacto tendrá entonces en nuestra población y en nuestro ambiente, este modelo de hombres, mujeres, parejas y familias que son estilos tan populares a seguir y que constituyen naturalmente una opción poderosa para ser imitada y seleccionada, sin que importen demasiado las consecuencias, ni el estrés que provocan? (Continuará).

  Por: Dr. Víctor Albores García

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