EL ESTRÉS QUE VIVIMOS
¿Cuando dicha toxicidad nos invade y nos asfixia, cuando se torna espinoso distinguir a los "malandros" de aquellos que no lo son, en una sociedad administrada por un alto porcentaje de esos mismos modelos de hombres, mujeres, parejas y familias, que viven a uno y otro lado de esa línea tan borrosa y tan endeble, y que parecen poseer los mismos núcleos delictivos hereditarios, de qué manera intentamos reaccionar los demás? ¿En un país, en el que la delincuencia, la corrupción, la deshonestidad, la violencia silenciosa o abierta, los fraudes, los negocios chuecos y la deshonestidad se han institucionalizado, y lo mismo existen en una versión oficial y legalizada, a la par que en la versión contraria, que es silvestre y supuestamente criminal e ilegal, a pesar de que ambas provienen de las mismas raíces, de qué manera influyen tales estilos y modelos en el resto de la población, especialmente en los niños, los adolescentes y los adultos jóvenes? No es necesario ser mago, adivino o conductor de noticias para darse cuenta de cómo este tipo de fenómenos, convertidos en hábitos y vicios cotidianos y comunitarios, se promueven en estilos diferentes y variados, consciente e inconscientemente, a lo largo de nuestro país, e inclusive a pesar de las quejas y de los lamentos, existe también esa otra cara contradictoria y contrastante que tiende al aplauso y a la admiración de semejantes fenómenos, quizás como resultado de placenteras tendencias voyeuristas .
¿Cómo se aprende a vivir en un país como el nuestro, donde se mezclan y se confunden estos núcleos delincuentes tan enraizados y naturales, estas tendencias contradictorias de una doble moral tan espontáneas y generalizadas, estos rasgos innatos y adquiridos que hemos confiscado para nacionalizarlos? ¿Cómo se puede navegar en un océano tan vasto y tan complejo en el que por momentos te encuentras de un lado de la raya, para luego virar y aparecer en el sentido opuesto, en ocasiones sin siquiera darte cuenta de cómo maniobraste el timón, simplemente buscando evitar el naufragio o que te vayan a naufragar? ¿Qué efectos tóxicos tienen sobre nosotros tales niveles de contaminación, y en qué forma influye sobre nuestra existencia, nuestras conductas y creencias y nuestros estilos de vida en general? ¿Qué porcentaje de núcleos delictivos debemos poseer cada uno de nosotros, heredados o adquiridos para vivir en México, para adaptarnos culturalmente y lograr enfrentar y sobrevivir socialmente ambientes tan ambiguos y cotidianos como éstos? ¿En qué sentido nos estamos moviendo, cuál es la trayectoria que seguimos y hacia dónde nos dirigimos, si es que acaso nos estamos moviendo y contamos con un esquema de planeación, con un programa de trabajo, o con mapas e instrumentos que nos ayuden y nos guíen en esta extraña y en ocasiones confusa travesía? ¿Hasta qué punto somos responsables nosotros mismos de dicha contaminación y de la zozobra y el estrés que nos produce, y hasta qué grado hemos contribuido y formamos parte de esa madeja irregular y complicada, en la que estamos atrapados para convertirnos en prisioneros de nosotros mismos y de nuestros propios sistemas deficientes y rudimentarios, sin saber cómo liberarnos, ni cómo encontrar las soluciones que necesitamos? De alguna forma, en mayor o en menor grado, todos formamos parte de esta sociedad y de esta cultura, hemos sido forjados dentro de ella y a la vez, somos forjadores y hemos contribuido también de una u otra forma a la construcción de ese armazón en el que vivimos. Naturalmente, el siguiente paso es preguntarnos qué hacemos con este armazón y los sistemas que hemos creado (Continuará).