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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS

A riesgo de ser tachado como fatalista o pesimista, la verdad es que no me parece muy alentador el panorama nacional, ni tampoco muy convincente el pensar en soluciones a corto o a mediano plazo para conflictos tan extensos y complejos como los que estamos viviendo. Se trata de conflictos de raíces genéticas, históricas, económicas, políticas y socioculturales tan lejanas y profundas, en los que además se encuentran involucradas las ambiciones e intereses personales y grupales de muy diferentes niveles, en los que participan todos aquellos que luchan en forma cotidiana y "democrática", tanto en los territorios presuntamente legales como en aquellos considerados ilegales, sin ser capaces de definir bien a bien la línea separadora, especialmente cuando estamos al borde de un año presidencial y los destapes y las campañas electorales se encuentran en plena ebullición.

Ante una situación semejante, y frente a los niveles de toxicidad y estrés que todo ello nos provoca y nos inunda, y que además tienden a aumentar y prolongarse, uno se pregunta como ciudadano común y corriente, qué medidas debemos tomar para cubrir nuestras espaldas y nuestra seguridad, de manera que podamos vivir tal vez no con mayor tranquilidad, pero al menos con menores niveles de estrés y de angustia, que hagan más llevadera nuestra existencia en estos tiempos. Aunque parezca increíble, pero uno de los focos de estrés y de toxicidad que se irradia en todos sentidos y que enfrentamos día con día, es definitivamente el tráfico vehicular de nuestra comarca; un tráfico que al igual que sucede año tras año en estas fechas de festejos navideños, amenaza nuevamente con tornarse aún más caótico. y desordenado, sin conciencia o conocimiento aparente de las reglas y las señales universales de vialidad. Un tráfico irregular y abusivo, sin respeto, empatía o tolerancia para nadie, que se llega a convertir en un mecanismo fundamental para canalizar toda la ansiedad, la agresividad y el estrés acumulados a lo largo de años tan difíciles como éstos, lo que determina que las calles y avenidas se transformen en campos de competencia y de batalla ilimitados, con el consabido aumento en la frecuencia y gravedad de todo tipo de accidentes hasta llegar a los fatales. Desgraciadamente de todos es sabido, que conforme avanza tal ansiedad y el tráfico enloquece aún más, menos podemos contar con los agentes viales, quienes al parecer carecen del entrenamiento, del interés, de la disciplina o de la capacidad para enfrentarlo, controlarlo, educarlo, guiarlo y dirigirlo adecuadamente, puesto que por lo general se encuentran ausentes en donde verdaderamente se les necesita, o se encuentran "ocupados" en funciones que no tienen nada que ver con estas necesidades imperiosas. Por lo mismo, es recomendable que todos aquellos que tenemos que salir al asfalto y conducir día tras día, tomemos en cuenta una serie de medidas básicas que pueden mejorar nuestra seguridad, disminuir nuestros niveles de estrés, evitar tales accidentes y quizás hasta salvar nuestras vidas y las de los demás. La primera medida importante que tomar, tiene que ver naturalmente con el hecho de evitar conducir bajo la influencia del menor número de distractores y contaminantes posibles; con ello me refiero en primer lugar al uso de alcohol, nicotina, cafeína o cualquier otro tipo de drogas que distorsionan o disminuyen en forma importante nuestros reflejos y nuestra capacidad para actuar y enfrentar situaciones de peligro. Igualmente, hay que tomar en cuenta que el hablar de drogas no implica solamente el uso de tales sustancias químicas, sino igualmente aquellas drogas mecánicas que también producen adicciones serias en nuestros días, como es el caso de los celulares, cuyos efectos adictivos para tantos se extienden hasta altos niveles de urgencia para utilizarlos constantemente, sobre todo al conducir, lo que definitivamente representa un distractor importante no siempre fácil de controlar al unísono que el volante. Es así que en manos ansiosas, imprudentes e inmaduras, estos aparatos tienden a convertirse en armas mortales para quienes los utilizan, para los demás conductores o incluso para los peatones que se cruzan a su paso. ¿Acaso no sería lógico considerar también como distractores en el manejo de vehículos, el uso del maquillaje y del embellecimiento personal que no se logró terminar antes de salir de casa; los pleitos maritales que se escenifican durante el trayecto hacia cualquier destino, sobre todo cuando hay golpes de por medio; las prácticas demasiado físicas y amorosas de muchos adolescentes o incluso de tantos adultos mientras manejan; el o los bebés que no ocupan un asiento apropiado en el vehículo y que en ocasiones ocupan imprudentemente el regazo del o la conductora; los niños que gritan, luchan o hacen berrinches entre sí en el trayecto a la escuela cuando ya se hizo demasiado tarde?, y así tantos otros distractores que producen mayor estrés en quienes conducen y éste se irradia en todas direcciones hacia los demás conductores hasta convertirse en un riesgo importante para todos (Continuará).

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