Nuevas familias
La familia mexicana ha venido cambiando de manera gradual a lo largo de las últimas décadas. No sólo se ha hecho más pequeña, sino que también en muchos casos ha dejado atrás la vieja estructura de un padre, una madre y varios niños.
En parte esto ha sido consecuencia de la urbanización de la nación. Todos los países del mundo han sufrido en el desarrollo un proceso similar. La población del campo, usualmente de familias muy grandes, se muda a las ciudades en busca de mejores oportunidades de vida. Ya en un ambiente urbano, sin embargo, se registra una transformación cultural. Los hijos de los migrantes se vuelven indistinguibles de quienes han vivido en la ciudad durante décadas. Desde la segunda generación, se reduce drásticamente el número de niños por familia.
Algunos sociólogos y políticos se inquietan por estos procesos. Exigen subsidios al campo y buscan preservar un tipo de existencia que la sociedad va haciendo obsoleto. El problema es que nadie puede obligar a la gente a permanecer en una vida que no quiere.
Un segundo cambio, que también ha sido común en otros países del mundo, lo estamos presenciando en los últimos años en México. Las mujeres, que durante milenios han mantenido una actitud de sumisión ante los hombres, encuentran en las ciudades oportunidades de trabajo que el campo no les daba y en esta labor hallan también una base para una mayor independencia. Ya no permanecen como esclavas de los hombres. Ellas ganan su dinero y tienen una vida social -y sexual- similar a la de ellos.
Muchas se embarazan y deciden mantener a sus hijos por sí solas. Otras son abandonadas por los hombres, que ante el debilitamiento de las viejas estructuras familiares no sienten responsabilidad alguna por sus hijos. Se multiplican así las familias encabezadas por una mujer que trabaja y hace de madre y de padre. Hoy una de cada cinco familias en nuestro país tiene a una mujer como cabeza.
Los ambientes urbanos generan también otros tipos de familia que en los pueblos y en el campo simplemente son inaceptables. Surgen así hogares de hombres y mujeres solos, sin pareja. Algunos toman la decisión consciente de vivir así, otros son obligados por las circunstancias, pero lo significativo es que la ciudad les permite vivir de esta manera. También se generan hogares de homosexuales que en el campo son virtualmente desconocidos. Otro tipo de familia muy común es el de la madre soltera, divorciada o abandonada que vive con sus hijos y sus padres, o con su madre sola, en un hogar en el que ella sale a buscar el sustento y la abuela cumple la función de ama de casa y cuidado de los niños.
Hay quien ve estos cambios en la estructura familiar algo que hay que lamentar y que es el origen de muchos de los males que sufre la sociedad contemporánea, incluyendo la violencia. Es verdad que el deterioro de la estructura familiar tradicional ha traído problemas sociales importantes. Pero el proceso que México está viviendo es quizá inevitable. Estamos simplemente avanzando por un camino que ya recorrieron las sociedades desarrolladas. Y quizá lo más importante es que en la nueva sociedad la mujer tiene un papel más importante que ha hecho que millones de mujeres dejen de vivir sometidas a un hombre que las engaña, las golpea y poco aporta al sustento familiar.
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