Siglo Nuevo

Nuevos derroteros de la imaginación

CINE

El viaje de Chihiro, Hayao Miyazaki, 2001.

El viaje de Chihiro, Hayao Miyazaki, 2001.

Fernando Ramírez Guzmán

La primera década del presente siglo deja constancia, a través de no pocos y notables ejemplos, de que las imaginativas maneras de contar una historia continuarán siendo la insustituible materia prima que alimente al cine, el arte más democrático y fascinante de todos.

En términos cinematográficos la década inicial del presente siglo deja como legado el establecimiento en pleno de la digitalización en todas las etapas del proceso fílmico, el auge de la adaptación de cómics a la pantalla grande, la disgregación de la unidad y el apego al realismo desde el punto de vista narrativo. Lo anterior se traduce en un puñado de películas notables, varias de las cuales apuntan para convertirse en nuevos clásicos, y además de su aportación como obras, sirven de renovados estándares para las producciones venideras.

‘INVASIÓN’ DIGITAL

Si bien es cierto que a partir de los años noventa el cine pavimentó el camino rumbo a la digitalización, fue durante los 10 primeros años de los dosmiles cuando se detonó el auge de esta forma de expresión. La transformación generada por dicha tecnología es un fenómeno que se desarrolla en prácticamente todos los ámbitos de la actividad humana.

Dentro de la cinematografía la digitalización se manifiesta en la filmación con cámaras digitales, la animación 3D, la edición no lineal, la distribución y comercialización -vía Internet- y hasta en las nuevas salas de proyección en alta definición.

En el terreno de la animación el debate entre las dos modalidades -el tradicional celuloide y la vertiente digital- fue llevado directamente a la gran pantalla. Abanderando el método tradicional de la animación clásica del dibujo hecho a mano sobre papel en 2D, Hayao Miyazaki encontró un equilibrio estético y narrativo para desarrollar la mágica y fantasmagórica fábula de El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001). Por su parte y en el otro extremo, la casa Pixar ha perfeccionado sus estándares de calidad artística y técnica mostrando notables resultados en realizaciones de animación en 3D, cintas generadas en su totalidad por computadora gracias a software como Maya o 3ds Max. Su entrega más reciente, Up (Pete Docter, 2009), reconocida por la crítica y presentada en la sección oficial del Festival de Cannes, no sólo hizo alardes de la manipulación de las nuevas tecnologías de animación en 3D, sino que su desarrollo argumental denota madurez y oficio.

CÓMICS Y POSMODERNIDAD

Los avances en las técnicas de captura de imagen por ordenador (motion capture y performance capture) y en la creación de efectos especiales auspiciaron el desarrollo de la adaptación de una gran cantidad de cómics, en donde asimismo se emplearon métodos tradicionales de filmación. En ese ámbito, las películas rodadas en su totalidad en escenarios virtuales -y basadas en obras de Frank Miller, connotado escritor de historietas- La ciudad del pecado (Sin City, Frank Miller, Robert Rodríguez, 2005) y 300 (Zack Snider, 2006) entregaron resultados sobresalientes. Por su parte, con El caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), Christopher Nolan supo capturar la estética de la obra original y además darle una personalidad atractiva al superhéroe, todo esto con una envoltura sugerente.

El mismo Nolan consiguió otro momento culminante de la década con Amnesia (Memento, 2000), original y edificante historia plasmada en cronología inversa sobre un investigador que sufre una particular forma de amnesia. Esa alteración de los tiempos en las secuencias escénicas se vio fuertemente influida por la posmodernidad, dando lugar a la fragmentación, a las construcciones circulares y a la pérdida de linealidad, opuestas a la manera tradicional de contar una historia en el cine. Ejemplos destacados de este discurso cinematográfico de ruptura en la decena inaugural del nuevo milenio son Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michael Gondry, 2004), el planteamiento surrealista y abierto a todo tipo de interpretación de Sueños, misterios y secretos (Mulholland Drive, David Lynch, 2001), el inquietante ejercicio de cinefilia y de lección de estilo en Kill Bill. La venganza (Kill Bill Vol. 1, Quentin Tarantino, 2003). Un camino similar fue el que emprendió el surcoreano Park Chan-wook en su segunda parte de la denominada trilogía de la venganza en Old boy, cinco días para vengarse (Oldeuboi, 2003), estimulante trasvase de géneros y formatos de crudeza en estado puro.

DRAMAS Y CUENTOS DE HADAS

Aparte de Nolan, otros directores muy activos y sumamente acertados en sus creaciones fueron Clint Eastwood, referente indiscutible del séptimo arte estadounidense, con la estremecedora y terrible cinta sobre la pérdida de la inocencia y la fatalidad del destino Río Místico (Mystic River, 2003), el drama minimalista con empaque de filme de boxeo Golpes del destino (Million Dollar Baby, 2004) y el esbozo sobre redención y aceptación con sabor a ‘canto del cisne’ del también intérprete en Gran Torino (2009); y Darren Aronofsky, quien tuvo la ocasión de sobresalir gracias a la intensidad y destreza como cronista visual empleada en Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000), y por el estrujante drama sobre el deterioro profesional y físico de El luchador (The Wrestler, 2008). Entre los realizadores que revalidaron su prestigio merced a su desempeño tras la cámara fueron Martin Scorsese con la película de suspenso policiaco Los infiltrados (The Departed, 2006); Ethan y Joel Coen con la desoladora y árida historia basada en la novela de Corman McCarthy, Sin lugar para los débiles (No Country for Old Men, 2007); y Pedro Almodóvar con la pieza que exuda erudición fílmica y hondura narrativa, Hable con ella (2001).

El género fantástico tuvo importantes manifestaciones en la década que recién expiró. Cuentos de hadas envueltos en diferentes y diversas presentaciones sobresalieron por su tratamiento. Peter Jackson, con el apoyo de un elenco vasto y talentoso y con el auxilio de las nuevas tecnologías en efectos especiales consiguió en la segunda parte de la trilogía de El señor de los anillos: las dos torres (The Lord of the Rings: The Two Towers, 2002), una ficción de ritmo vertiginoso contada con solvencia. En El laberinto del fauno (2006), el mexicano Guillermo del Toro derrocha recursos imaginativos para hilvanar una obra bendecida por la poética y el pulso narrativo; en cambio en Déjame entrar (Låt den rätte komma in, Tomas Alfredson, 2008) los contextos gélidos y solitarios de la tradición nórdica contrastan con la adaptación de una trama de amor e inocencia.

En un tono más festivo, Juno: crecer, correr y tropezar (Juno, Jason Reitman, 2007) deliciosa comedia indie sobre una adolescente que queda embarazada, recrea con originalidad de planteamiento una historia de amor juvenil. En contraparte, el tema de la soledad y la incomunicación fueron llevados a la pantalla grande de manera sobresaliente en Perdidos en Tokio (Lost in Traslation, Sofia Copola, 2003) logrado ejercicio de economía de recursos técnicos e interpretativos, y de contemplativos y sugerentes planos; mientras que Deseando amar (Fa yeung nin wa, Wong Kar-Wai, 2000) es un sutil drama romántico bellamente fotografiado por Christopher Doyle.

Más allá de la discusión entre los románticos que prefieren el celuloide y los innovadores que han elegido al formato digital como el mejor, los primeros 10 años del nuevo milenio han legado varias cintas interesantes y nos han mostrado nuevos caminos para relatar ideas. En todo caso la forma de contar una historia, el dominio del lenguaje fílmico y la afición por el buen cine permanecerá sin importar el despegue de la llamada era digital.

Correo-e: ladoscuro73@yahoo.com.mx

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