Números despreciados
Hay números que de inmediato provocan rechazo. Así el número 13 se asocia habitualmente con la mala suerte y abundan las personas supersticiosas que se afanan en evitarlo. Por eso hay rascacielos que carecen de piso 13, teatros y cines que no tienen butaca con ese número y resulta significativo que la Fuerza Aérea Norteamericana no cuente con aviones caza F-13. Asimismo no hay carrera automovilística de prestigio en que se asigne ese número a alguno de los competidores. Y si muchos estadounidenses padecen triscaidecafobia -así se llama al temor irracional al número 13- los europeos no se quedan atrás. Las compañías Iberia y Alitalia no tienen aeronaves con ese número. Por cierto, la triscaidecafobia se exacerbó en ambos lados del océano tras el fracaso de la misión Apolo XIII en que casi pierden la vida los astronautas de su tripulación.
¿Por qué se le da un significado aciago al número 13? Hay varias tentativas de explicación. La más acreditada vincula el 13 con el número de comensales de la última cena en que participó Jesús de Nazaret. Así, durante siglos y hasta bien entrada la Edad Media, se creyó que si en una reunión coincidían 13 personas y no se modificaba esa cantidad, algunas encontrarían muy pronto la muerte. ¿Acaso no murieron Judas Iscariote por suicidio y Jesús por crucifixión tras participar en aquella cena pascual? Por otra parte, a algunos les parece también revelador que el capítulo del Apocalipsis que se refiere al anticristo sea el número 13 y que la carta número 13 del tarot sea la carta de la muerte.
Si en Estados Unidos y en Europa hay un agudo rechazo al número 13 por considerarlo de mal agüero, en nuestro país el número 41 suscita burlas y desprecio. Al respecto son ilustrativas las palabras del destacado militar y escritor Francisco L. Urquizo: “En México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos. La influencia de esa tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay en el ejército división, regimiento o batallón que lleve el número 41. Llegan hasta el 40 y de ahí se salta al 42. No hay nómina que tenga renglón 41. No hay en las nomenclaturas municipales casas que ostenten el número 41. Si acaso y no hay remedio, el 40 bis. No hay cuarto de hotel o de sanatorio que tenga el número 41. Nadie cumple 41 años, de los 40 se salta hasta los 42. No hay automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo”.
Aunque las palabras de Urquizo son algo exageradas es un hecho que en este país el número 41 causa vergüenza. ¿Cuál es la razón? El 18 de noviembre de 1901 a las tres de la madrugada hubo una redada en una casona de la calle de La Paz en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México. Con el lenguaje despectivo de aquella época la prensa informó que 41 maricones habían sido detenidos en una fiesta indecente. A partir de entonces cuando algún varón mostraba amaneramientos o ademanes femeninos la gente burlonamente decía: ése tipo ha de ser uno de aquellos 41. Hoy se sabe que en realidad fueron 42 homosexuales los arrestados en esa fiesta pero que a uno se le dejó marcharse por ser yerno de Porfirio Díaz. Se trataba de Ignacio de la Torre y Mier, esposo de Amada, la hija mayor del presidente. Por cierto, Emiliano Zapata trabajó para él como caballerango en su mansión en Reforma. Y a pesar de que renunció a ese bien remunerado empleo por considerar una pena que los caballos del hacendado vivieran mejor que los campesinos de Morelos, años después al tomar la Ciudad de México, Emiliano Zapata en un gesto de generosidad ordenó que su antiguo patrón fuera liberado de la cárcel de Lecumberri a donde lo había metido Venustiano Carranza por colaborar con Victoriano Huerta.
Sin conocer ya el porqué hasta los jovencitos de secundaria rechazan hoy el número 41. Mientras el 13 suscita un temor irracional, el 41 hace pensar a multitud de mexicanos en falta de hombría. Es obvio que ambas connotaciones carecen de fundamento serio y que haríamos bien en desterrarlas.
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