Óleo sobre celuloide
La excéntrica y tormentosa vida de los grandes pintores es una socorrida fuente de inspiración para la cinematografía mundial, siempre ávida de figuras interesantes y polémicas sobre las cuales contar historias.
Conocer la historia, aunque sea novelada, de los grandes pintores que han plasmado su visión personal del mundo sobre un lienzo, un muro o cualquier superficie susceptible a ser transformada, es un imperativo de la modernidad voyerista y del cine como producto y reproductor de la misma.
Es por eso que la industria del celuloide se ha servido en numerosas ocasiones de las figuras de los artistas del lápiz y el pincel, ya sea sólo con el afán para entretener o con la complicada encomienda de entender la vida de tan polémicos personajes. Y en esa dicotomía el resultado ha sido muchas veces sorprendente y algunas otras decepcionante, como suele ocurrir en el séptimo arte.
LOS PREFERIDOS
Uno de los pintores más atormentados y por ende más atractivos es sin duda el holandés Vincent van Gogh, máximo exponente del postimpresionismo. De él se han rodado tres cintas con muy distintos enfoques. En 1956 Vincente Minnelli realizó Lust for Life, un aceptable filme basado en la novela homónima de Irving Stone y protagonizado por Kirk Douglas y Anthony Quinn en el papel de Paul Gauguin. Las buenas actuaciones -sin duda lo mejor de la película junto con la dirección de arte- fueron reconocidas con un Óscar y un Globo de Oro.
Más de 30 años después Robert Altman estuvo al frente de Vincent and Theo (1990), en la que explora la relación entre el creador pelirrojo, caracterizado por el polifacético Tim Roth, y su hermano y mecenas Theodore, interpretado por Paul Rhys. Al siguiente año, el francés Maurice Pialat puso en pantalla Van Gogh, una interesante revisión de los últimos 67 días del holandés, esta vez encarnado por Jacques Dutronc. Por su originalidad y excelente realización la cinta estuvo nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Otro artista que ha seducido a varios cineastas es Francisco de Goya, considerado el padre del romanticismo pictórico. Entre los filmes que de él se han hecho destaca por su soberbia puesta en escena Goya en Burdeos (1999), del genial esteta Carlos Saura, en la que el pintor y grabador español -al que da vida el extraordinario Francisco Rabal- examina su prolífica y longeva existencia al final de sus días.
En el mismo año aparece La maja desnuda (Volavérunt), basada en la novela de Antonio Larreta y dirigida por Bigas Luna, enfocada en la misteriosa muerte de la duquesa de Alba (Aitana Sánchez-Gijón), quien fuera la modelo de Goya (Jorge Perugorría) en su cuadro más famoso: La maja desnuda, y amante del primer ministro Godoy (Jordi Mollà). Excelente película en donde la intriga es el elemento principal de la trama.
De la mente del checo Miloš Forman surge Goya y la inquisición (Goya’s Ghosts, 2006), en donde el histrión sueco Stellan Skarsgård representa al español, a través de cuya mirada se cuentan los acontecimientos del convulso final del siglo XVIII en España. Aunque el reparto incluye actores de la talla de Javier Bardem y Natalie Portman, obtuvo una acogida indiferente del público y la crítica.
La excentricidad de Salvador Dalí y el espíritu bohemio de Amedeo Modigliani, los convirtieron en el arquetipo del pintor moderno, hecho que ha servido de imán para las cámaras. Del catalán se han hecho dos cintas de escasa trascendencia. Dalí (1991), de Antoni Ribas, enfocada en la relación del genio surrealista (Lorenzo Quinn) con su amante Gala. Y Little Ashes (2008) de Paul Morrison, con el novato Robert Pattinson como protagonista, centrada en la amistad de Dalí con Federico García Lorca.
De Modigliani se han rodado un par de filmes. Les amants des Montparnasse (Jacques Becker, 1958) basada en el libro Les Montparnos de Michel Georges-Michel, que relata el romance entre el italiano y una joven adinerada. Y Modigliani: el hombre y su leyenda (Modigliani, Mick Davis, 2004), en la que Andy García ocupa el rol estelar. Una película para olvidar.
La vida del creador tardorrenacentista Doménikos Theotokópoulos, El Greco, ha sido trasladada al cine en dos ocasiones de la mano del director Luciano Salce en1966 y de Yannis Smaragdis en 2007, ambas con el título El Greco y poca proyección a nivel internacional.
DIVERSIDAD DE MIRADAS
Una de las cintas más densas que se han hecho sobre pintores es Andrei Rublev (Andrey Rublyov, 1966), realizada por Andrey Tarkovsky, quien ofrece una íntima versión de la biografía del reconocido iconógrafo del medievo interpretado por Anatoli Solonitsyn, y su búsqueda por la independencia creativa frente al poder. Pese a los intentos de censura del gobierno de la entonces Unión Soviética, el filme obtuvo en 1969 el premio de la crítica internacional en Cannes.
El vínculo del artista con el poder es asimismo abordado en La agonía y el éxtasis (The Agony and the Ectasy, 1965, Carol Reed), basada en la novela de Irving Stone, en la que Charlton Heston representa a un Miguel Ángel agobiado por el encargo del Papa Julio II (Rex Harrison) de pintar la Capilla Sixtina del Vaticano. La película, bien lograda, obtuvo cinco nominaciones al Óscar.
Sobre los pintores y sus amores se han desarrollado varios proyectos fílmicos. Sobreviviendo a Picasso (Surviving Picasso, 1996) de James Ivory, basada en la novela de Arianna Huffington, narra el turbulento romance de Françoise Gilot (Natascha McElhone) con el célebre creador del cubismo, personificado por Anthony Hopkins, cuya actuación es lo más rescatable. Entre la comedia y el drama, Lautrec (1998, Roger Planchon) muestra a un atribulado Henri de Toulouse-Lautrec (Régis Royer) quien enamorado perdidamente de la modelo y pintora Suzanne Veladon, se abandona a una vida de excesos cuando ella lo deja.
Más enfocada en la personalidad del artista que en su obra, El amor es el diablo (Love is the Devil: Study for a Portrait of Francis Bacon, 1998), John Maybury ofrece un oscuro y ácido retrato del polémico Francis Bacon y de la relación con su amante George Dyer. Dignas de toda alabanza son la fotografía, la ambientación y las interpretaciones de Derek Jacobi y Daniel Craig.
El auge y caída de los autores plásticos es otro de los aspectos que más cautivan a cineastas y público. Basquiat (1996), del director y también pintor Julian Schnabel, recrea el salto a la fama de Jean-Michel Basquiat, neoyorquino de origen haitiano, que luego de ser descubierto en la calle por Andy Warhol asciende estrepitosamente al parnaso pictórico perdiéndose a sí mismo en el camino. Una cinta interesante con un elenco de lujo que incluye a Jeffrey Wright, David Bowie, Benicio del Toro, Dennis Hopper, Gary Oldman y Christopher Walken.
En la misma línea trágica, Ed Harris actúa y dirige Pollock (2000), en la que relata la historia del norteamericano que pese a sus vicios y desequilibrios emocionales logra convertirse en uno de los máximos representantes del expresionismo abstracto hasta que encuentra la muerte de forma súbita en un accidente. La excelente actuación de Marcia Gay Harden como Lee Krasner, esposa de Jackson Pollock, le valió un merecido Óscar.
A medio camino entre la ficción y la realidad, La joven con el arete de perla (Girl with a Pearl Earring, 2003, Peter Webber), basada el libro homónimo de Tracy Chevalier, describe el proceso de creación del cuadro más emblemático del exponente del barroco holandés Johannes Vermeer, encarnado por el siempre efectivo Colin Firth. Además de una propuesta estética interesante y una ejecución técnica impecable, cuenta con un buen reparto completado por Scarlett Johansson, Tom Wilkinson y Cillian Murphy.
PINCELADAS MEXICANAS
Pocos pintores mexicanos tienen un lugar en el séptimo arte. En 1974, Julio Bracho llevó a la pantalla las andanzas de José Clemente Orozco con la película En busca de un muro, soso retrato del gran muralista en donde lo mejor es la actuación de Ignacio López Tarso. Sin profundidad ni ingenio, el filme se queda casi al nivel de un documental dramatizado.
Con mayor fortuna Diego López realizó en 1991 Goitia, un dios para sí mismo, biografía fílmica del original zacatecano Francisco Goitia, caracterizado por José Carlos Ruiz. En sus últimos días, el artista le pide a Dios que le permita hacer una obra más, para lo cual lleva a cabo un repaso de sus experiencias, sus ideas, sus traumas. Una buena cinta, de ritmo lento pero con un sólido equipo actoral que incluye a Patricia Reyes Spíndola, Ana Ofelia Murguía, Alonso Echánove y Angélica Aragón.
Con mucho, la más exitosa de las películas que sobre creadores mexicanos se han hecho es Frida (2002), producida e interpretada por Salma Hayek y dirigida por Julie Taymor. Concebida para seducir al gran público, la dura existencia de la autora surrealista y autodidacta Frida Kahlo y su compleja relación con el muralista Diego Rivera (Alfred Molina), son plasmadas de forma espectacular y ligera, con una evidente carga de pintoresquismo y folclor.
Si como dijo el poeta español Francisco Umbral, “la pintura es la gran pizarra de la historia” y “el cine un espejo pintado”, como aseguró el director italiano Ettore Escola, entonces resulta fácil comprender la fascinación que la azarosa vida de los pintores sigue generando en cineastas y cinéfilos en todo el orbe moderno.
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