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OPCIONES PARA LA TRAGEDIA GRIEGA

SALVADOR KALIFA

La posible cesación de pagos de Grecia ha golpeado severamente los mercados financieros globales, sin que hasta ahora sus autoridades o las de los otros países de la zona del euro hayan aceptado la inminencia de ese evento.

Ellas sostienen, hasta el cansancio, que los griegos honrarán sus obligaciones y que harán los sacrificios necesarios para ello, por lo menos en el corto plazo.

Esa es la conclusión que se deriva de las declaraciones de Angela Merkel la semana pasada, cuando dijo que "la prioridad principal es evitar una insolvencia descontrolada, porque no sólo golpearía a Grecia, ya que el peligro de que golpee a todos, o al menos a un número de países, es muy alto".

Esta afirmación no descarta la posibilidad de buscar una insolvencia "controlada" en 2013, cuando esté instalado el fondo de rescate permanente de la eurozona. La gran interrogante es ¿hay realmente una insolvencia que pueda orquestarse sin que produzca un efecto dominó sobre el resto de los países con problemas de deuda soberana?

Sigo pensando que una cesación de pagos griega es sólo cuestión de tiempo, y que su posposición no es tanto para ayudar a Grecia a que ponga su casa en orden, sino más bien para darle oportunidad a los bancos europeos de fortalecerse para resistir el temporal financiero de un castigo al valor de la deuda griega.

En ese contexto, no queda claro que el camino más adecuado para Grecia sea tratar de cumplir con sus compromisos financieros y permanecer dentro de la zona del euro. Seguir esa ruta implica grandes sacrificios en caída de producción y alto desempleo por varios años, que a la postre pudieran resultar infructuosos, dejando al país helénico con una mayor carga de deuda y sin capacidad de crecer.

Es por ello que podemos conservar la esperanza de que milagrosamente Grecia salga de su abismo financiero, pero debemos estar conscientes de lo que significaría que opte por la reestructuración de su deuda.

Veo, en esencia, dos grandes escenarios para la insolvencia griega. Una controlada donde sólo Grecia paga los platos rotos, y otra descontrolada con un efecto dominó que golpea a otros países deudores de la eurozona y a la economía global. En cada una de esas opciones hay, además, dos variantes. Una dentro de la zona del euro y otra fuera. Cualquier opción, sin embargo, implicará años de sacrificios para la población griega.

El escenario más atractivo para la economía global y el euro es que Grecia se declare insolvente sin abandonar la moneda común, con una quita substancial de deuda que pueden absorber los bancos sin contaminar al resto de los países de la eurozona.

Esta opción alentaría a los mercados financieros, apreciaría al euro y eliminaría uno de los motivos de inestabilidad reciente más graves. En nuestro caso veríamos un fortalecimiento del peso y un alza de la bolsa de valores. Me temo, sin embargo, que este escenario es el menos probable.

El segundo escenario, con una insolvencia controlada de Grecia pero fuera del euro es positivo para la economía global pero algo menos atractiva para el país helénico, puesto que aísla al resto de los países deudores de la eurozona de un contagio, pero a un costo enorme para las empresas y bancos griegos.

Esta opción sería bastante complicada para Grecia puesto que, entre otras cosas, habría necesidad de modificar todos los contratos comerciales, como sucedió en Argentina cuando suspendió pagos a principios de este siglo. La única ventaja es que el golpe se amortigua con adecuaciones de las variables monetarias, como son una devaluación y mayor inflación.

El tercer y cuarto escenarios, que no podemos descartar, son de una insolvencia descontrolada de Grecia dentro o fuera del euro. En cualquiera de esos casos hay contagio y complicación de los problemas de deuda soberana de Portugal, Irlanda, España y hasta Italia. Los inversionistas aumentan sus apuestas contra esos países, lo que bien pudiera llevar a la cesación de pagos de, por lo menos, uno de ellos.

El efecto dominó de la insolvencia griega resquebrajaría la situación financiera de los bancos europeos, apretaría el crédito, elevaría las tasas de interés y comprometería la viabilidad de largo plazo del euro. Esto, a su vez, debilitaría más a la economía de Estados Unidos y afectaría negativamente los mercados financieros internacionales, donde habría una presión al alza de las tasas de interés y depreciación de las monedas en los países emergentes.

México no se escaparía de este torbellino financiero. El peso se depreciaría y se apretarían los mercados de crédito elevando las tasas de interés, con sus consecuentes efectos negativos sobre el desempeño de nuestra economía.

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