Mexico ya no es un país pobre; es un país de renta media con un problema de pobreza". La frase es la típica retórica de un tecnócrata, en este caso de Ernesto Cordero, secretario de Hacienda y precandidato del PAN a la Presidencia de la república. Un país de renta media con la mitad de su población en la pobreza no es ciertamente un país pobre, es un país de pobres. Pero lo grave no es lo que dijo el secretario Cordero, un dato que sabíamos de memoria, sino que lo dijo como una buena noticia.
Que somos un país de renta media no es novedad. Hace rato que México no es un país pobre, el problema es que esa misma estructura de país de renta media con 50 por ciento de habitante en la pobreza existe desde hace 20 años. En dos décadas no hemos sido capaces de generar políticas públicas para sacar a más mexicanos de la pobreza. No lo lograron los gobiernos del PRI y no lo han logrado los del PAN, porque en el fondo ambos han hecho exactamente lo mismo en materia de política económica y de política social.
La concentración del ingreso en México es terrible y es una tendencia que va en aumento y que no se va a frenar mientras no hagamos algo distinto. No podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo exactamente lo mismo, diría Einstein. Por el contrario, si el próximo gobierno sigue con las mismas políticas públicas tendremos con seguridad una mayor concentración de la riqueza.
El 20 por ciento de la parte alta de la pirámide concentra la mitad de la renta nacional, y por supuesto la otra mitad está en el 80 por ciento de los mexicanos. Esto significa que si el PIB per capita en México ronda los 10 mil dólares anuales, los dos deciles superiores viven con una renta anual cercana a los 25 mil dólares mientras que los ocho deciles de abajo promedian apenas 6 mil. Esto es, ciertamente México es un país de renta alta o media alta para el 20 por ciento de sus habitantes y de renta media baja o baja para el 80 por ciento.
La retórica optimista ayuda poco. Si bien es cierto que el país es hoy mucho mejor que antes y que tenemos en México una tendencia al azote nunca vista (nos cuesta un trabajo inaudito aceptar que algo está mejor) cuando un funcionario como el secretario de Hacienda se monta en el optimismo publicitario no sólo hace más dura la coraza pesimista, sino que pone en duda cualquier otro dato.
México no puede celebrar ningún dato económico, por bueno que éste sea, mientras no resuelva su problema estructural, que es la desigualdad y la pobreza. De poco sirve ser un país de renta media, como lo hemos sido en los últimos años, si somos un país incapaz de generar oportunidades y futuro para sus jóvenes. Ese es el dato aterrador.