En nuestra colaboración de la semana antepasada abordamos este tema a partir de que los alcaldes de los municipios laguneros de Coahuila y Durango que integran la zona metropolitana, determinaron promover procesos de ordenamiento ecológico en sus territorios. Comentamos que cada municipio ha tomado una dirección propia en su desarrollo que le ha definido la vocación que le caracteriza, señalando los casos de Torreón y Gómez Palacio.
Por su parte, Lerdo y Matamoros, los otros dos municipios de esta zona metropolitana, tienen espacios rurales mayores conectados físicamente a sus áreas urbanas, donde estas últimas si bien su población sigue creciendo concentran una proporción menor que las dos primeras.
Lerdo tiene el privilegio de que por su territorio atraviesa el último tramo del Río Nazas, en cuyo trayecto se conforma un florido ecosistema ripario y el más importante humedal de esta desértica región, afortunadamente sujeto a un estatus de protección con la figura de parque estatal (Cañón de Fernández), situación que le provee de altos valores escénicos que posibilitan combinar su conservación con actividades de turismo de naturaleza. Su mancha urbana se ha destinado principalmente para uso habitacional, pero viene proyectando su expansión en áreas para establecer empresas que se dediquen a actividades secundarias y terciarias, avanzando también en infraestructura que mejore los servicios públicos.
Matamoros, al estar ubicado en la parte casi final del delta de los escurrimientos del Nazas y Aguanaval, se ve menos beneficiado en la disponibilidad de recursos hídricos y en su parte baja el acuífero principal presenta serios abatimientos debido a la sobreexplotación que sufre; su cabecera es la menos urbanizada y se ha destinado principalmente a uso habitacional, puesto que la actividad industrial, el comercio y los servicios no han avanzado como con sus vecinos conurbados. Ambos municipios conservan una importante actividad primaria, principalmente agropecuaria, integrada al complejo forrajero-lechero-lácteo regional y algunas zonas de producción hortofrutícola, y otras de extracción de minerales no metálicos.
La integración de estas municipalidades en el centro del valle irrigado lagunero y su periferia árida y semiárida, constituyen el eje de las actividades económicas y la concentración demográfica regional, integración que se acentuará al conectarse a los corredores que se vienen proyectando como parte de la vinculación comercial con otras economías externas, sobre todo la norteamericana, algo que anticipa, a pesar del escaso apoyo de las capitales estatales en la aplicación de inversión pública y de promoción de inversión privada, que La Laguna, y en particular su zona metropolitana, tiende a convertirse en uno de los principales centros de articulación de la economía norteña de México.
En la víspera de este horizonte, la planeación de ese crecimiento económico debe realizarse con un enfoque de sustentabilidad en el que rescate los conceptos y las experiencias de zonas similares que han aplicado medidas exitosas y vanguardistas en el cuidado del ambiente y con una mejor distribución del ingreso, a la vez de que descarte aquellas que no lo han sido y a las que les está costando grandes esfuerzos rectificar su rumbo. Esa planeación metropolitana como parte del desarrollo regional implica, necesariamente, establecer estándares en políticas y regulaciones en diferentes ámbitos, particularmente sobre el manejo de sus recursos naturales como el suelo, pero también del aire, el agua y la biodiversidad.
Es en este marco donde resulta fundamental que, de entrada, las cuatro municipalidades metropolitanas acuerden llevar a cabo sus procesos de ordenamiento ecológico territorial simultánea y coordinadamente, puesto que la fragmentación en aras de defender intereses locales también fragmentará y limitará la planeación regional; se defiende lo defendible y se comparte o complementa lo necesario para construir una visión propia que, con base a sus vocaciones productivas y aptitudes naturales, conforme una identidad regional.
Es importante destacar que Gómez Palacio y Lerdo desde el año pasado iniciaron sus procesos de ordenamiento ecológico territorial, estando ambos por concluir la fase de planeación para pasar a la fase de mandato legal e institucionalización como política pública, la cual ojalá se integre en esa visión metropolitana de un lado del Río Nazas, por lo que es importante que Torreón y Matamoros emprendan ya la gestión que les enlace pronto. De las élites políticas y económicas, en tanto tomadoras de decisiones sobre políticas públicas e inversiones productivas, depende impulsarla, pero también de los ciudadanos, puesto que con ello se construirá gran parte de los escenarios futuros del lugar en que vivimos, al que pertenecemos y en el que basamos nuestra identidad regional.