Órganos... ¿de adorno?
¿Sabe usted cuál es la función de su apéndice? ¿O para qué sirven las muelas del juicio, cuando existe gente a la que ni siquiera le salen o hay que extraérselas? Es una realidad que nuestro organismo no utiliza todos sus ‘componentes’, y pareciera que varios de ellos fueran sólo ‘adornos’.
El cuerpo humano cuenta con algunas ‘piezas’ que no desempeñan una función vital, por lo que pueden ser removidos cuando se enferman. El caso más común es el apéndice, pues como es sabido a incontables personas se les extrae mediante una cirugía sin que ello afecte al resto de su organismo. Cabe subrayar que el apéndice no es un órgano en sí, sino que forma parte del intestino; no realiza labores de absorción aunque sí tiene tejido linfático y contribuye a la producción de anticuerpos, pero cuando se requiere extraerlo el cuerpo no lo ‘extraña’ al no resultarle indispensable.
Algo similar ocurre con la vesícula, un sitio donde se almacena la bilis, se concentra y con cada estímulo de alimentación se contrae y vacía el contenido. Sin embargo hay una conexión directa del hígado al intestino, por lo que si falta la vesícula no pasa nada, el proceso sigue su curso.
VESTIGIOS
El Médico Internista Moisés Méndez explica que además de las ya mencionadas existen otras características anatómicas en el humano que no tienen un rol vital. Se trata de rasgos identificados por Charles Darwin en la teoría de la evolución, que antiguamente tenían utilidad si se acepta la idea de nuestra descendencia del mono. Por ejemplo el cóccix (que se ubica en la parte inferior de la columna vertebral) es un vestigio de que anteriormente se contaba con rabo, pero en la actualidad ya no cumple con ninguna función.
Otro de estos rasgos es el órgano vomeronasal, un pequeño hoyo a cada lado del tabique, el cual se considera ligado a los quimiorreceptores no funcionales; se localiza en el hueso vómer, entre la nariz y la boca y se supone que capta las feromonas; las serpientes lo emplean para oler a sus presas. En nosotros, no ayuda a nada.
En cuanto a las muelas del juicio, se estima que sólo el cinco por ciento de la población cuenta con un juego sano de estos terceros molares. Se les denomina así porque supuestamente aparecen cuando una persona está ingresando a su etapa adulta (entre los 15 y 25 años de edad), en la cual poseería más sentido común. Eran básicas en el tiempo en que el ser humano requería de una masticación más fuerte, pues casi todo lo que comía era crudo; hoy en día no son necesarios, pues nuestra alimentación ha cambiado.
Tenemos también en esta categoría a los dedos del pie, que cada vez se van más a la involución, es decir, se emplean menos por la propia actividad diaria de las personas, al grado de que ya no cumplen funciones específicas y pueden ser removidos sin que ello signifique algún tipo de problema para la persona. “Son parte de los movimientos naturales de caminar y de correr, pero se pueden retirar por ejemplo en el caso de los pacientes de diabetes y no les afecta notablemente, pueden seguir caminando”, manifesta Méndez.
El tercer párpado es otro caso. Lo tienen las aves y los mamíferos, es una membrana para proteger el ojo y barrer los residuos hacia el exterior. De ella conservamos únicamente un pequeño pliegue en la esquina interior del ojo, que no tiene ninguna utilidad.
Siguiendo con la teoría de Darwin, el vello corporal antes servía para proteger a la gente de los rayos solares pero hoy en día es innecesario gracias a la ropa, por ello incontables mujeres y no pocos varones optan por retirarlo en forma permanente a través del láser, sin que eso les cause molestias posteriores.
En este grupo de ‘adornos’ podríamos incluir asimismo a los pezones masculinos, que se forman antes de que la testosterona provoque la diferenciación de sexos en el feto. Así, aunque poseen nervios y vasos sanguíneos no cumplen misión alguna en el organismo masculino.
Situaciones similares son el tubérculo de Darwin, un engrosamiento cartilaginoso del borde de la oreja presente en numerosos individuos, interpretado como vestigio de una punta de la oreja común en mamíferos, que se dice era para centrarse en los sonidos distantes; o el músculo palmar, que es largo y estrecho y recorre del codo hasta la muñeca junto al supinador largo, y se piensa que pudo ser importante para colgarse y escalar.
Finalmente, existen unas fibras musculares que permiten a los animales erizar su pelo para intimidar a otras criaturas, de lo cual a los humanos sólo nos quedó el efecto conocido como ‘piel de gallina’, pues la citada habilidad se perdió.
EL CUERPO DEL FUTURO
El Doctor Méndez señala que es muy válido plantear que futuras generaciones muestren ciertas diferencias respecto a las características que hoy poseemos, debido a las condiciones de vida que se llevan en estos momentos. Los factores externos y ambientales pueden derivar en la desaparición de algunos rasgos: “Se dice que los dedos de las manos podrían sufrir cambios dentro de muchos años porque ya los utilizamos considerablemente para teclear, entonces pueden esperarse modificaciones. Pero esto sería un proceso lento”, enfatiza.
Por supuesto, lo mismo podría ocurrir con el apéndice o la vesícula, o quizá con otro de los ejemplos mencionados. Sólo el tiempo nos dirá si nuestros descendientes seguirán mostrando estos ‘adornos’ o no.
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