Alguna vez, estando aún de estudiante en el Distrito Federal, escuché a un paisano lagunero responder a la pregunta hecha por un compañero chilango:
-¿Oye, por qué son ustedes tan creídos?, preguntó el "defeño", a lo que el lagunero contestó:
-"Achis... nosotros no somos creídos, somos presumidos; el creído es el que se cree, el presumido es que el presume lo que es, y ... 'pos por eso ¡somos presumidos".
Aún cuando recuerdo esa respuesta que dejó "boquiabierto" al preguntón, me sonrío y le doy la razón, téngala o no, en cuestiones de uso del castellano.
Lo cierto es que nosotros somos orgullosos laguneros y tal vez hasta exagerados.
Seguramente no leerán este "Diálogo" dos amigos de la universidad: Fabián Vargas y Alfredo Hernández, pero ellos vivieron las consecuencias de mi orgullo de lagunero, cuando ignorantes de lo que era La Laguna -hace ya casi cuarenta años- les conté de sus calles anchas, la abundancia de algodón y leche, su río Nazas caudaloso y lleno de salmones saltarines y, desde luego sobre sus hermosas mujeres.
Olvidado de mis exageraciones -a mucho orgullo lagunero- durante unas vacaciones de verano pasadas en la casa de mis padres, dormía plácidamente cuando unos fuertes almohadazos me despertaron. Eran ellos, que habían llegado de sorpresa a Torreón y estaban muy indignados por mi engaño.
El orgullo de ser laguneros, a veces desmedido, lo hemos heredado de nuestros antecesores, que siempre buscaron sobresalir y ser causa de noticia en México y el mundo; si no lo piensa así, recuerde que fuimos los primeros provincianos en tener tranvía, estrenamos el primer cine -Modelo- con sonido estereofónico y aire lavado en su sala, tuvimos el reconocimiento nacional por el trazo del primer cuadro de la ciudad de Torreón, aunque luego lo hayamos destrozado intentando darle una imagen de lo que no somos; primeros en luz mercurial en nuestras calles, etc., etc.
Nuestros antepasados lograron venir a una región semiárida y transformarla en la primera región productora de algodón, que por cierto era clasificada entre las mejores del mundo por la calidad de sus fibras, sólo superados por Egipto y hoy día nos hemos transformado en una zona de grandes alternativas para la educación superior y el desarrollo de la alta cultura con museos, salas de música y espectáculos de alto nivel. Aún así, hay quienes se atreven a decir que no vencimos -venimos y fuimos- al desierto y cultivamos el espíritu.
Tal es nuestro orgullo, que somos capaces de encontrar el mejor punto de vista de cualquier circunstancia. Pedro Cárdenas, profesor universitario cuenta la anécdota del lagunero que discutía con un saltillense por la importancia de su ciudad ante la capital:
-"Es La Atenas de México", le decía enfáticamente, a lo que el paisano respondió sereno y orgulloso:
-"No, 'possí' nosotros 'nomás' somos La Atenas de Coahuila.
Los laguneros hemos desarrollado hasta un folclórico lenguaje regional, lea algunas observaciones que hizo la doctora Teresa Díaz en alguna actividad universitaria:
"Para negar algo dices: '¡noombre'!; para exclamar dices: 'aanda' o 'ande'; al conversar dices 'haz de cuenta'; cuando saludas y dices 'qiúboole' o 'quiubo', 'qué milagro'; todavía buscas recuerditos de la ciudad como 'paquitas de algodón' o llaveritos y tacitas del Cristo; cuando te hacen trampa dices que 'te hacen chapuza'; al jugar baraja las 'reborujas' en vez de revolverlas; te pican los 'moyotes' y no los mosquitos; te echas al 'zacate' en vez del pasto: en tu cocina andas matando 'asqueles' y no hormiguitas; pides un 'abresodas' y no un destapador; has sufrido -y hasta cuentas orgulloso de las 'tolvaneras' y 'terregales'; con tu coche pasas los 'bordos' y no los topes; cuando no entras a clase, 'te echas la vaca' en vez de faltar; dices que te comes un 'lonche' en lugar de una torta; la 'feria' es el cambio monetario y no el centro de diversiones donde hay juegos mecánicos; te comes unas 'gorditas' cuando no almuerzas; tu carro tiene 'refri' y no aire acondicionado; se te antoja una nieve y no un helado; has comprado -y presumido- nieve de Chepo, en la plaza de Lerdo; cuando no quieres algo exclamas 'achis': le llamas 'pan francés' al bolillo".
Le dejo a usted el incremento del vocabulario, que seguramente podrá hacerlo sobradamente.
Sin duda somos trabajadores esforzados y hasta sacrificados, pero también alegres y parranderos -ambos sexos- lo que confirma la alegría de vivir que nos caracteriza.
Le incito a motivar a nuestros jóvenes para que, informados, sepan los porqués de nuestro amor por esta tierra agreste y calurosa, de la que, por cierto, hemos escrito corridos que revelan irreverencia que también nos caracteriza, como aquel de "cerros secos y pelones...."
También tenemos defectos, pero... ¡qué caray!, dejemos que otros nos los encuentren... si acaso los tenemos. ¿Le parece?
Ydarwich@ual.mx