El pasado domingo 15 de mayo, un grupo de jóvenes españoles indignados convocaron a una manifestación pacífica, vía las redes sociales (Twitter y Facebook, principalmente), a la misma acudió un puñado de muchachos que se convirtieron en el núcleo de un movimiento que hoy parece decidido a transformar el sistema político, económico y social.
Decenas de miles de españoles (sólo en Madrid la policía calcula unos 28 mil asistentes) desafiaron la prohibición de la Junta Electoral Central de prohibir cualquier concentración en la llamada jornada de reflexión, previa a la jornada de elecciones autonómicas y municipales (el equivalente a elecciones de gobernadores y ayuntamientos, aquí en México). El sábado 21, el movimiento buscaba formas para trascender las elecciones del domingo 22 de mayo y planteaba convocar a asambleas en todos los barrios de las principales ciudades españolas para el próximo sábado 28 de mayo a las 12 del mediodía.
El movimiento español se expandió como la humedad. Nació hace algunos meses con un movimiento denominado No les votes, que instaba a no votar por el Partido Socialista Obrero Español y Partido Popular y a rechazar a los candidatos de Izquierda Unida, porque incluía en sus listas a casi una decena de políticos acusados de corrupción. El 7 de abril cerca de 2 mil jóvenes secundaron las marchas de la Juventud sin Futuro: Finalmente, se convocó a la marcha del 15 de mayo; a otra reunión el martes 17 de mayo, que fue desalojada por la policía; y el crecimiento exponencial en los últimos días.
El movimiento español se inspira en los logros del movimiento islandés, que tiene una historia similar y logró disolver el Parlamento y, por ende, convocar a nuevas elecciones; la nacionalización de la banca; impedir mediante un referéndum el pago de una deuda de 4 mil millones de euros con el Reino Unido y Holanda; castigo a los responsables de la crisis; y, el principal logro: conformar una asamblea integrada por 25 ciudadanos elegidos libremente para proponer una nueva Constitución.
El movimiento islandés lo inició, una mañana de octubre de 2008, Hördur Torfason, que se colocó con su guitarra y un micrófono frente al Parlamento; Torfason abrió el micrófono para que los ciudadanos expresaran su malestar con la difícil situación económica que vivían los islandeses; al sábado siguiente la iniciativa reunió a decenas de personas; y así sucesivamente hasta que surgió espontáneamente el movimiento Voces del Pueblo que provocó la disolución del Parlamento y la convocatoria electoral el 23 de enero de 2009.
Todavía es muy pronto para anticipar cuál será la suerte del denominado 15-M (15 de mayo, por la fecha en que se convocó a la primera manifestación), pero hoy es un hecho que crece exponencialmente y que el Gobierno no se atrevió a disolver las reuniones, a pesar de la decisión de la Junta Electoral Central. El argumento del Gobierno es que las reuniones y manifestaciones que podrán disolverse son aquéllas que constituyen un ilícito penal, cuando provoquen alteraciones del orden público con peligro para personas o bienes o los asistentes lleven uniformes paramilitares. En este caso no se cumple ninguno de los supuestos, por lo cual las autoridades optaron simplemente por comunicar a los organizadores que su reunión es ilegal y que pueden hacerse acreedores de una sanción administrativa, es decir, una multa.
Los organizadores mostraron además una gran capacidad logística, pues en pocas horas instalaron baños, puestos de comida, basureros, guarderías y evitaron toda expresión que pudiera interpretarse como un llamado a votar por un determinado partido o a no votar por otros, incluso a la abstención. También han tenido cuidado de evitar cualquier acción que dañe el equipamiento urbano, como grafitis, etc. Incluso se han cuidado de no convocar oficialmente a las reuniones para el sábado, pero espontáneamente se reúnen para reflexionar colectivamente.
Los jóvenes reclaman una profunda reforma al sistema político, social y económico español. Sus demandas son de lo más disímbolas, entre otras mencionan: la eliminación de las barreras que frenan la formación de nuevos partidos políticos; el fin de lo que llaman el bipartidismo español; reforma al sistema de financiamiento de los partidos políticos; prohibir que los políticos acusados de corrupción compitan por un puesto electoral; atender el desempleo juvenil, que supera el 40%; dar marcha atrás a la reforma laboral, que permite el despido de los trabajadores por una mala situación económica de la empresa; rectificar la reforma que elevó la edad de jubilación a los 67 años y amplió el periodo para el cálculo de las pensiones a 25 años; medidas financieras para evitar un colapso del sistema financiero español, que tiene cerca de 50 millones de euros en activos potencialmente problemáticos; aprobación de leyes contra cualquier tipo de discriminación; un apoyo para el pago de renta para vivienda; derogación de varias leyes; abolición de la monarquía; y un innumerable listado de demandas que conducen a la reconfiguración integral del sistema español.
El movimiento aglutina a un amplio y heterogéneo número de personas que expresan espontáneamente su desencanto y hartazgo con la situación que vive una parte importante de la población española; logró organizarse para garantizar las necesidades básicas de quienes acampan en la Puerta del Sol y evitar los excesos que los volvieran vulnerables frente a la prohibición electoral y la acción de las autoridades; ahora deben articular un discurso que permita explicar las carencias del sistema imperante y, sobre todo, producir la fuerza para transformarlo, como lograron los Islandeses.
Las revoluciones democráticas brotan por todo el mundo y en México permanecemos impasibles ante el derrumbe del sistema político, económico y social.