A la memoria de Luis Dantón Rodríguez, amigo ejemplar
Aquella vez, luego de que el presidente Luis Echeverría removiera a su secretario de Hacienda, Hugo B. Margain, un reportero le soltó esta pregunta: "¿Se modificará la política económica?". La respuesta fue inmediata: "No. La política económica se maneja en Los Pinos". Con Echeverría empezó el desbarajuste. La renta petrolera y el endeudamiento del país resultaron las salidas fáciles para gobernantes irresponsables que no supieron gastar con acierto y postergaron una reforma hacendaria que fortaleciera nuestras finanzas públicas.
Al concluir su administración, Díaz Ordaz dejó una deuda externa de 4 mil 262 millones de dólares (de 1960 a 1970 la tasa de crecimiento del PIB fue de 7.1% con una inflación de poco menos de 2.5% en promedio). Al entregar el poder, Echeverría había hecho crecer esa deuda casi cinco veces, llegó a 19 mil 600 millones de dólares y la inflación, que era de 4.69 en 1970, ascendió a 27.2 en 1976.
El manejo imprudente de las finanzas públicas de Echeverría y quien lo sucedió, López Portillo, dejó al país sumido en una profunda crisis. Al finalizar "la docena trágica", la deuda pública externa ascendía a 58 mil 874 millones de dólares.
Miguel de la Madrid la subió a 81 mil millones de dólares.
Salinas de Gortari la llevó a 85 mil millones, no obstante los ingresos que dejó el agresivo proceso de venta de empresas públicas, entre ellas Teléfonos de México, la joya de la corona.
Con Zedillo la deuda externa se redujo a 84 mil 600. Fox canalizó una parte de los recursos extraordinarios que se obtuvieron por el sobreprecio del petróleo a amortizar la deuda que se redujo a 54 mil 766 millones de dólares. Con Calderón, al terminar 2010, llegó a los 110 mil 428 millones de dólares.
En ausencia de una política de ingresos que permitiera sustentar de manera sólida el gasto público, en las últimas décadas los gobiernos federales han hipotecado al país. Pero eso no es todo, con la alternancia se soltaron los hilos que controlaban a los gobernadores, quienes hoy manejan a su antojo y sin contrapeso alguno los enormes recursos que llegan a las arcas estatales.
Con legislaturas y tribunales judiciales sometidos, y ante la precariedad de otras instancias de la sociedad civil, la conducción de la política económica ha estado sujeta al estilo personal de gobernar del titular del Ejecutivo en turno. Así, mientras en el gobierno de Coahuila el gobernador Enrique Martínez y Martínez (1999-2005) privilegió el manejo responsable de las finanzas -recibió una deuda pública de 786.5 millones de pesos y la dejó en 323.2-, su sucesor, Humberto Moreira, se dedicó a gastar alegremente como un moderno Echeverría: en sólo seis años multiplicó por cien el tamaño de la deuda que ahora rebasa los 32 mil millones de pesos; para hacerlo falsificó documentos y mintió.
Aunque no con la misma desmesura de Coahuila, los pasivos de las finanzas públicas en la mayoría de los estados han crecido de manera dramática y sin justificación alguna, si nos atenemos a los saldos: bajos niveles de competitividad, precarios índices de desarrollo humano y ascenso dramático en los delitos del fuero común que son los que más lastiman a la gente. Sobresale el caso de Nuevo León: Natividad González recibió una deuda de 8 mil 418.2 y la llevó a 27 mil 070.7. En Veracruz, Fidel Herrera llevó la deuda de 3 mil 528 a 21 mil 499.
Pero en otros partidos también hace aire. El panista Emilio González recibió una deuda de 8 mil 480.4 y la deja en 22 mil.4. López Obrador, en los cuatro años ocho meses que gobernó al DF, engrosó la deuda en 14 mil 809.30 millones de pesos.
Más allá de su militancia partidista, la clase gobernante demanda más y más recursos y no entiende que el despilfarro tiene que parar, que ya alcanzamos condiciones límite: los ingresos petroleros van a la baja y la desaceleración de la economía estadounidense porta señales negativas para las exportaciones y la economía mexicanas.
Los recursos públicos deben invertirse con eficacia y honestidad en proyectos que mejoren la competitividad del país, el desarrollo regional y generen los empleos que reclaman millones de mexicanos. Si el dispendio nunca ha sido tolerable, menos aún en las actuales condiciones de incertidumbre y turbulencia. ¿Cuándo empezarán a pensar en México?
@alfonsozarate