¡Platón es el más grande filósofo de todos los tiempos, pero dado su inmenso humanismo y su filosofía práctica para vivir, este pensador griego es el supremo educador en la historia de la humanidad! En su obra, "Apología de Sócrates", escribió:
"Estoy intentando persuadirlos... oh jóvenes y ancianos: no deben tener cuidado de su cuerpo, ni de las riquezas, ni de ninguna otra cosa con mayor empeño que de su alma, de modo que se vuelva buena lo más posible, insistiendo en que la virtud no nace de las riquezas, sino que de la misma virtud nacen las riquezas y todos los demás bienes para los hombres, sea en lo privado o en lo público".
Nuestra actual forma de vida, nacida de la "adoración" por el dinero, surgida de una sociedad subordinada a la tecnología y al imperio de círculos poderosos que dictan las reglas de la política y de la economía, ha empobrecido el horizonte espiritual de la actual generación. ¡Qué distante esta "manera de vivir" a las recomendaciones de Platón! ¡Son dos mundos opuestos: el reinado de los intereses materiales contra la sublime aspiración al mundo de los valores del espíritu!
El gran escritor italiano Giovanni Papini, en su obra, "Hombre Acabado", se oponía al imperio de los intereses materiales y compartía la filosofía de los griegos. Veamos esta reflexión de Papini:
"Si ha de surgir algo nuevo y grande en la vida del hombre, surgirá del espíritu; si queremos perfeccionar al hombre, es menester hacer perfecto al espíritu. Todos los valores en él residen, todas las razones de la vida externa, todos los motivos de nuestros actos. Si él cambiase de pronto, cambiaría toda la vida".
En una columna pasada afirmé que las sociedades del hiperconsumo y del materialismo brutal, ya pusieron un pie dentro del infernal nihilismo. Cuando lo único que importa es el éxito a toda costa, no hay espacio para los valores y el desarrollo del espíritu.
El nihilismo se da cuando empieza a resquebrajarse la creencia en principios políticos y económicos. Hablamos de principios políticos como la libertad responsable, la democracia legítima, la economía distributiva y equitativa.
El genial filósofo alemán, Nietzsche, con una contundente franqueza nos dijo qué significaba el nihilismo y lo expresó así: "Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al "por qué"; ¿qué significa nihilismo?: que los valores supremos se desvalorizan".
Si analizamos lo que nos dice Nietzsche, descubrimos que es lo opuesto a la reflexión que transcribí de Platón de su obra, "Apología de Sócrates".
Temo que la consecuencia más perversa de las sociedades modernas y posmodernas, que todo lo fincan en la adoración al dinero y al hiperconsumo, consista en que estas sociedades al no contemplar a los valores del espíritu como parte de su esencia, han provocado que las nuevas generaciones no crean ya en sus instituciones públicas ni en los valores de la democracia. Esta falta de credibilidad destroza los valores, corrompe las relaciones interpersonales y arroja a los jóvenes a un vacío existencial. Todo esto provoca el imperio del nihilismo.
Y cuando una persona no tiene de dónde asirse en el mundo del espíritu, se ve fácilmente atrapada por la ansiedad, la depresión, la intolerancia y la desesperación. Un hombre sano, se convierte entonces en un enfermo social.
Si estas sociedades nihilistas quieren reencontrar el camino, no hay otro medio que volver nuestra mirada y reflexión a la sabiduría de la Antigua Grecia y a los estoicos de la Antigua Roma. La sabiduría de la Antigüedad es lo único que puede rescatarnos. Las obras que hoy en día encontramos, tales como "Toca las estrellas si tú lo quieres", "¿Cómo volverse millonario?", "Según tu posición económica, así te juzgarán" y otras, están reforzando el hambre por lo efímero y la imposibilidad de alimentar un mundo de valores como la compasión, la solidaridad y la benevolencia. Valores que son un estorbo a las sociedades del "triunfalismo".
Séneca, cordobés de nacimiento pero ciudadano romano, le escribió este pasaje a su amigo Lucilio, en su grandiosa obra de educación suprema: "Me he alejado no tanto de los hombres cuanto de las cosas y, sobre todo, de mis negocios: me ocupo de los asuntos de la posteridad. Escribo cosas que podrían ayudar; confío consejos saludables a mis escritos, como si fueran útiles recetas de medicina; he experimentado la eficacia sobre mis heridas que, aunque no fueran curadas completamente, no obstante, han cesado de extenderse".
Sin una filosofía sabia, benevolente y profundamente defensora de los valores, nuestra alma puede enfermarse. Los poderosos anhelos de los seres humanos por una "forma de vida" que enaltezca la vida fructífera, la bondad y la belleza, necesitan alimentarse de esta filosofía.
Los griegos jamás filosofaban para construir grandes sistemas de filosofía. Al contrario de lo que se cree, los griegos de la antigüedad no especulaban, sino que vivían sus vidas de una manera práctica. Para los griegos, la filosofía constituía una aspiración para pasar de una mala vida a una buena vida. Las enseñanzas de Sócrates, Aristóteles, Sófocles y Epicuro, tendían a embellecer el alma de los griegos.
Se trataba de una filosofía que aún hoy podríamos practicar diariamente como si fueran verdaderos "ejercicios espirituales", pero no en el sentido religioso, sino como prácticas con las que día a día se pueda "depurar su espíritu". ¡Acudamos pues, siempre, a los puros y claros manantiales de la sabiduría antigua!
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