Nuestra sociedad moderna del hiperconsumo se ha empeñado en mantener repitiendo una mentira como si fuera verdad: que en la medida en que accedamos a mayores niveles de consumo, aumentará nuestra felicidad.
Toda la publicidad que promueve los deseos de mayor consumo de bienes y servicios, contiene un fondo de perversión moral: sólo se dirige a las personas con cierta capacidad de compra, engañándolos en sus anhelos de mayor felicidad; y por otra parte, nada le importa el porcentaje de personas sin capacidad de compra.
La publicidad de la sociedad del hiperconsumo ya no respeta la dignidad de las personas. Igual les propone automóviles lujosos, que cosméticos carísimos que prolongan la juventud, cirugías estéticas sin sentido y con peligro de muerte, hoteles lujosos ostentosos, o cursos para mejorar manejar las relaciones con sus cónyuges y sus hijos, sin tomar en cuenta el hablar del amor y del tiempo como base para este mejoramiento.
Además, esta clase de sociedad no sólo promete la felicidad, sino que hace creer a las personas que la felicidad es absolutamente posible y "obligatoria". La satisfacción personal, la responsabilidad moral y, el sacrificio, no son temas de la sociedad del hiperconsumo, pues no son rentables. En cambio, lograr la felicidad a cambio de comprar bienes y servicios, es una cuestión muy objetiva y concreta, aun cuando no produzca la menor felicidad.
Hoy en día, ser infeliz es propio de mediocres y de personas sin ambiciones. ¡Ser feliz es un imperativo y una prueba de que se está triunfando! Estamos en los tiempos de la orden "tiránica" de la sociedad de consumo, de ser felices como algo absolutamente obligado. ¡Esta orden intimida a las personas, las confunde y deprime! Pero si no se quiere llegar a la depresión o a la mediocridad, ahí están las ofertas de todo tipo, dirigidas a las personas con ambición, deseos de triunfo y anhelos de felicidad.
¡Cuando se nos impone la "felicidad a toda costa", quienes no la alcanzan se sienten unos fracasados! Esta sociedad del hiperconsumo jamás ha definido qué entiende por felicidad, aunque sí, nos muestra la pasarela de las actrices y actores famosos, deportistas y hombres triunfadores. Más tarde, nos damos cuenta por la prensa, que la adicción a las drogas, el alcoholismo y los divorcios, son el pan de cada día de esos "ejemplos" de triunfadores que nos restriegan en la cara los publicistas de una sociedad cada vez más inmoral y perversa.
Hace unas semanas la empresa internacional de encuestas, Gallup, nos reveló una cuestión muy interesante: realizó una encuesta en más de cien naciones, a fin de averiguar cuáles eran las poblaciones nacionales más "tristes" del planeta. Para Gallup, la población más triste es la francesa. El segundo lugar lo ocupó Islandia, y el tercero, Inglaterra.
Estamos hablando de Francia, la sexta potencia económica, y de Inglaterra, la quinta potencia económica mundial. Francia e Inglaterra no sólo son dos economías gigantescas, sino que su cultura y sus universidades están en los primeros lugares del mundo. Pero el pueblo francés y el inglés, están atrapados en la moda de ser "felices a toda costa".
Y es que los recientes estudios por parte de universidades europeas y de los Estados Unidos, han demostrado contundentemente, que es falsa la idea de que a mayor ingreso económico se da una mayor felicidad personal. Se ha demostrado, que una vez cubiertas las necesidades "básicas", a mayor ingreso económico personal, se dan niveles de mayor infelicidad personal. ¡Precisamente, lo contrario a los dogmas "tiránicos" de la sociedad del hiperconsumo!
La sociedad moderna ha impulsado un individualismo como jamás se había experimentado en ninguna época pasada de la historia. Hoy, el individuo está encima de las costumbres tradicionales, de las organizaciones sociales, de los lazos familiares, de los códigos éticos. El implacable individualismo ha derivado en una "divinización" del individuo. Y nada mejor para esta divinización que el ideal supremo de ser felices. ¡Para esta sociedad actual, no importa los métodos, ni las consecuencias, ni los costos de esa pretendida felicidad, independientemente de que ese anhelo de ser felices no responde a la realidad!
De hecho, el ser humano tiene múltiples cometidos de valor superior al de sentirse en una "euforia" constante. El ser humano tiene obligaciones con su cónyuge, con sus hijos, y con la sociedad. El sacrificio por valores superiores es congénito a las personas. El estar profundamente tristes por la muerte de seres queridos o desgracias graves, responde a una estructura psicológica de personas sanas mentalmente.
Las dimensiones del ser humano no pueden reducirse al simple anhelo de tratar de ser felices a toda costa. Independientemente de que la felicidad es esporádica y episódica, el alma de las personas aspiran a mucho más: a responsabilizarse ante sus seres queridos, a manifestar un profundo amor en un mar de dificultades económicas y personales, y a dar lo mejor de sí mismos, aun en las condiciones más difíciles de la existencia.