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PALABRAS DE PODER

RELACIONES SANAS Y ANORMALES ENTRE EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD

POR JACINTO FAYA VIESCA

Segunda y última parte

No es cierto, que la persona que renuncia a la rica expresión de su individualidad al someterse a los usos y costumbres de la sociedad, sea la más “adaptada”, y en consecuencia, la más normal emocionalmente.

Si lo anterior fuera cierto, es decir, que la persona entre más adaptada a las normas sociales, es más normal y sana mentalmente, entonces, debería seguir los siguientes patrones de pensamiento y de conducta: adorar al becerro de oro sobre todas las cosas, como sucede hoy en día, en donde el dinero es el capitán de las almas y las sociedades.

Además, la persona “adaptada a la sociedad”, tendrá que adquirir las nuevas enfermedades sociales: ser adictas a las tarjetas de crédito, viviendo la fantasía de que firmar no es gastar; aumentar sus estándares de la moda, comprando todo aquello que podamos y que la televisión nos ofrece, trastornando nuestro equilibrio a base de todo un lavado de cerebro con el gasto de cientos de miles de millones de pesos en todo tipo de publicidad.

La persona “adaptada socialmente”, no es mal vista si sobre el amor y la ayuda mutua privilegia el éxito económico. El alcohólico disfrazado de convivencia social, es bien visto en una persona adaptada. Perder la conciencia moral de que estamos matando la vida de nuestro planeta es algo que no nos conmueve en lo absoluto. Lo que sucede, es que la persona “adaptada” ha disuelto su “yo”, se ha despojado de su criterio personal a fin de no poder pensar, pues pensar racional y valientemente, es propio de “locos”, y no de personas adaptadas socialmente. Lo que se denomina “adaptación social”, no es la clase de adaptación que al ser humano le permitió triunfar como especie, a lo largo de los cientos de miles de años de evolución. En los países que vivieron bajo el comunismo, sólo se les consideraba como personas adaptadas a las que obedecían todas las imposiciones de la clase gobernante. Y aquellos individuos que se pronunciaban contra los usos sociales denigrantes, tenían como destino la cárcel, los manicomios, o la muerte.

Y algo similar está sucediendo en las sociedades actuales del hiperconsumo: es adaptado el que cree que la Internet y la avalancha de información es igual a la sabiduría. Es adaptado también el que lucra con mayor rapidez; es un triunfador el escalador de posiciones sociales y económicas, aun cuando en el camino deje devastados a competidores y a su propia familia. Nuestra sociedad del hiperconsumo y de la moda social, crean fenómenos como éste: una persona desea rebelarse contra ciertos usos sociales, a fin de poder desarrollar las potencialidades de su personalidad. Si fracasa en su intento, será un desadaptado, desadaptación que lo llevará a trastornos emocionales serios, lo que hará que se aísle y viva en su propia isla de la fantasía.

Y si esa misma persona renuncia a desarrollar su personalidad, disolviendo su “yo”, podría vivir una vida de antivalores, y con seguridad, su enajenación lo podría conducir no a una normalidad psicológica, pero sí, muy seguramente, a convertirse en cliente de nuevas adicciones. Esta persona, aun cuando no llegue a sufrir ninguna anormalidad psicológica, con toda seguridad, sufrirá espiritualmente al haber mutilado raíces profundas de su personalidad. Se habrá convertido en una “adaptado normal”, pero en un mutilado espiritual, y que al final, no podrá encontrarle un sentido a su vida.

La experiencia ha demostrado, que toda persona que ha logrado “adaptarse plenamente a la sociedad”, lleva por lo general una vida no cuestionada, su existencia es normal en el sentido de que sigue las normas sociales, pero en el fondo, es un extraviado existencial si no ha encontrado la manera de darle un buen cauce al desarrollo de su personalidad. Si su adaptación es total, notaremos en él algunos de los siguientes rasgos: es conformista con lo que acontece en la sociedad; padece de juicio crítico; hay una disminución severa en la defensa de lo que consideraba valioso; sus relaciones personales tienen una rigidez artificial; su adaptación lo ha convertido en un ciudadano que no protesta de nada; carece de autenticidad; y cada vez es menos valiente y genuino.

La experiencia nos dice también, que la persona que rechaza usos y costumbres sociales que le parecen perniciosos, es mucho más probable que pueda alcanzar mayores niveles de felicidad humana, y que permanentemente se expanda y fortalezca su autorealización.

jacintofayaviesca@hotmail.com

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