¡SEGURAMENTE EL TEMA DEL TIEMPO SEA EL MÁS IMPORTANTE DE TODOS NOSOTROS! ¡EL TIEMPO ES EL TEJIDO DE NUESTRAS VIDAS!
El genial poeta de la Roma Antigua, Virgilio, escribió: “Breve e irreparable es para todos el tiempo de la vida”.
El dramaturgo alemán, Schiller, expresó: “De tres maneras es el paso del tiempo: lo futuro viene a nosotros con paso tardío, lo presente se nos escapa volando y lo pasado está eternamente quieto”.
Lo esencial no es conocer qué es el tiempo según la física y la cosmología, sino qué podemos hacer con nuestro tiempo: el que estamos viviendo y el que podríamos llegar a vivir. Frases como “el tiempo todo lo cura”, “darle tiempo al tiempo”, “aprovecha tu tiempo”, “vive el presente”, “vive cada día como si fuera el último” y “vive el día de hoy”, constituyen máximas que al no tener un solo significado podrían conducirnos a una mayor confusión.
Por ejemplo, la sentencia “vive el presente” en realidad nada nos dice y sí, en cambio, podría llevarnos a diversos estados de ansiedad. Y es que lo que en realidad nos importa es la experiencia psicológica del tiempo y el cálculo que hacemos de objetivos que podríamos lograr en un tiempo determinado.
“Vive el presente”. Esta sentencia es francamente amenazadora porque no sabemos qué se quiere decir con la frase “vivir el presente”. ¿Se trata de vivir con intensidad cada segundo? Este intento, además de ser imposible, nulificaría toda probabilidad de aprovechar el tiempo. “Vivir el presente” ¿significa aprovechar cada minuto o cada hora del día? Nuevamente, la tarea nos resulta abrumadora.
El problema radica en la vivencia psicológica del tiempo: en los resultados que las modalidades del tiempo (pasado, presente y futuro) produzcan en nuestros estados de ánimo. Una persona que esté muy preocupada por problemas muy concretos y claros, experimentará el “presente”, el día de hoy, con mucha o muchísima ansiedad. Si en los días venideros sus problemas se solucionaran, cesaría su ansiedad y su tiempo presente lo experimentaría con paz y contento.
En cambio, una persona que experimente temores generales intensos, y no miedos concretos, vivirá su tiempo presente con una intensa ansiedad difusa. La persona que supervalora el pasado, vivirá estados serios de melancolía. Y aquel que abrigue temores en el futuro, vivirá con prisa y en un estado de espera “desesperante”.
Así como la vida está más destinada a ser vivida que a ser conocida, de la misma manera el tiempo de nuestra existencia está más destinado a ser experimentado que conocido. Nuestros diferentes estados de ánimo impactan poderosamente nuestras vivencias del tiempo. Quien está disfrutando una película o una conversación interesante, siente que “el tiempo vuela”. El que está esperando el diagnóstico médico de una enfermedad que teme, siente que “el tiempo se detiene”, que se arrastra pesadamente. La primera experiencia del tiempo produce alegría o contento; la segunda experiencia produce ansiedad y pánico. Con base en todas las reflexiones anteriores ¿qué podríamos sacar de provecho y cómo lo lograríamos? Creo que nuestra primera y más importante reflexión sería la siguiente: que esa sentencia confusa y arbitraria de que debemos “vivir el presente”, podríamos entenderla no en el sentido obsesivo de estar contando los segundos, minutos y horas, sino que entendamos por “presente”, una duración “flexible” del tiempo, que algunas veces abarcaría minutos u horas, pero en otras ocasiones tendría una duración de varios días, lo que llamaríamos un “presente continuo”. No se trataría de rendirle cuentas al reloj, sino de aprovechar una cierta duración del tiempo, viviendo una “situación determinada”. Con frecuencia, se trataría de situaciones adversas y dolorosas, como meternos de lleno en horas o días atendiendo la enfermedad de un hijo. Otras veces, consistiría en vivir con entera responsabilidad en unas “determinadas circunstancias”, de horas o días, en cuestiones laborales o de otro tipo, metidos de lleno en esas circunstancias determinadas. A veces, simplemente, estaríamos admirando durante algunos segundos o minutos una puesta de sol o una bella alameda. Todo esto sería “vivir el presente”, un presente “flexible” de vivir ciertas situaciones o momentos, de una pura “contemplación”. “Vivir el presente” de la manera anterior, es una forma de experimentar un presente flexible, no necesariamente vivido segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora y día a día, pues vivir así, sería prácticamente adoptar a la obsesión y a la ansiedad como formas de vida. Jamás he leído una explicación de cómo vivir el presente. Creo que esta es la manera más productiva y gozosa, y también, la manera más responsable cuando debamos enfrentarnos a situaciones difíciles que nos exigen sufrimiento o una diligente y firme atención.
“Todas las cosas nos son ajenas: sólo el tiempo es nuestro”, escribió Séneca.
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