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PALABRAS DE PODER

'PONER A TONO' NUESTRO ESPÍRITU

JACINTO FAYA VIESCA

¡Estamos invadidos por una negra preocupación, o nuestro ánimo está turbado y temeroso sin saber por qué! Y la exigencia de cumplir con nuestro trabajo se ve aturdida por la perturbación de nuestro espíritu. ¿Qué hacer?

Todos los seres humanos pasamos con frecuencia por estos estados de ánimo que acobardan nuestra alma y reducen nuestras fuerzas, pero necesitamos un descanso inmediato para nuestra mente torturada a fin de cumplir con nuestras diarias obligaciones o para reconstruir nuestro ánimo resquebrajado.

Ante estos estados anímicos pasajeros, como una terapéutica ocasional o permanente para nuestra alma, la historia nos ha enseñado un remedio y una curación que se ha practicado en todas las tribus y pueblos del mundo, pero que nosotros hemos olvidado: el milagro de la música. Pero no de toda la música que nos venden la radio y las grandes compañías, sino "nuestra música", lo que "ponga a tono" nuestro espíritu.

La música es el arte de combinar rítmicamente los sonidos con el fin de expresar emociones o sentimientos. La música es una sucesión de sonido modulados para recrear el oído.

Gabriel Alomar escribió: "La música es el primer móvil del sentimiento, y cada melodía familiar guarda entre los pliegues invisibles de su manto la memoria de una emoción vital del hombre".

La música nunca exalta los mismos sentimientos ni despierta idénticas emociones; basta con que nuestro estado de ánimo sea diferente, para que distintos sean los efectos que la música produce en nuestro espíritu.

El genial Beethoven en sus apuntes llamados Confidencias, escribió: "La música es una revelación más alta que la sabiduría y la filosofía". Lo cierto es que los más grandes filósofos de Grecia aconsejaban a los pedagogos enseñar música, como una de las supremas enseñanzas para el ser humano.

Nos dice Shakespeare: "pues considera una manada salvaje y desordenada o un grupo de potros jóvenes e indómitos, dando saltos locos, bramando y relinchando atronadoramente, según la condición caliente de su sangre; si por casualidad oyen el sonido de una trompeta o un aire de música les toca el oído, percibimos que se detienen de golpe y sus ojos salvajes adquieren una dócil mirada debido al dulce poder de la música".

¿Y qué son nuestras tenebrosas preocupaciones, nuestros indómitos y desordenados estados de ánimo y nuestras iras que relinchan atronadoramente? Son desgarraduras ocasionales o permanentes de las telas más sensibles y puras de nuestro corazón. Pero no hay perturbación, odio o tristeza, que la música no calme con la tregua bendita de un reparador descanso. Cuando nos ataquen estas turbulentas aguas, confiemos en la música, abandonémonos a sus espirituales acordes que sosiegan nuestro ánimo y nos llenarán de fuerza para poder cumplir nuestros cometidos.

Esa música que debemos escuchar en los momentos o días en que nuestro ánimo está lastimado, debe ser "nuestra música". La que más nos guste, aquella que sabe nuestro corazón que es la que necesita en esos momentos. "Nuestra música" no es la misma para todas las ocasiones en que queremos restañar nuestras heridas, pero nuestro corazón sí sabe con certeza cuál es la que estamos necesitando.

Esta terapia para nuestro espíritu está a nuestra inmediata disposición. Acudamos a ella antes que a cualquier filosofía o consejo ajeno.

Recordemos lo que el inmenso Platón escribió en su más grandiosa obra, La República: "La música es la esencia del orden, y eleva a todas las almas hacía lo bueno, lo justo y lo bello". ¡Ahora mismo, si estamos perturbados, regalémosle a nuestro espíritu, un poco de cielo!

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