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PALABRAS DE PODER

¡Vivamos más días despiertos y esforzados!

POR JACINTO FAYA VIESCA

LOS COFRES DE LA RIQUEZA MORAL YA ESTÁN A NUESTRA DISPOSICIÓN

“No son los acontecimientos en sí lo que nos perturba, sino la opinión que nos formamos de ellos”, escribió el griego Epicteto. Vamos a descomponer este pensamiento en dos partes muy diferentes. Ante acontecimientos graves que nos sucedan, como la muerte de un ser muy querido, el haber contraído una enfermedad como el cáncer o pasar por una crisis financiera muy seria, Epicteto no tendría la razón. ¡Por supuesto que estos acontecimientos no podemos soslayarlos con un simple cambio de opinión! No sufrir intensamente la pérdida de ese ser querido, no preocuparnos ni tratar de enfrentarnos a ese cáncer o minimizar ese grave problema económico, demostraría contundentemente que habríamos perdido nuestro equilibrio emocional y buen juicio.

En cambio, en el gran porcentaje de los casos, nuestras perturbaciones emocionales se deben a una distorsionada opinión que nos hemos formado sobre un sinfín de acontecimientos que nos ocurren, casi siempre, con una gran frecuencia. En estos casos, Epicteto sí tiene la razón: nos perturba no lo que nos sucede, sino la poca objetividad de nuestro juicio, la distorsión que hacemos de los hechos y las catástrofes imaginarias que fabricamos en nuestra alocada imaginación.

En estos casos dejamos de ver el día y sólo miramos las noches. Nuestros ojos son ciegos ante la luz y con una vista de lince para las tinieblas. Usamos nuestra inteligencia, no para ordenar nuestros pensamientos, sino para mezclar mentiras con verdades y para despreciar lo sensato y lo comprensible.

La realidad de las cosas es que un alto porcentaje de sucesos que nos espantan, se deriva de una imaginación desbordada que corre a galope tendido como un brioso caballo. Como escribió Shakespeare en su genial obra, Macbeth: “Los temores presentes son menos horribles que los que inspira la imaginación”. Y ya sabemos de lo que es capaz una imaginación corriendo sin freno, y si no, acudamos al pensador francés Antoine De Rivarol, quien escribió en su obra, Máximas y Pensamientos: “Es más fácil para la imaginación componer un infierno con el dolor, que una paraíso con el placer”.

¡Es una lástima, pero la realidad es que con frecuencia hay días que vivimos con los ojos pesados, como si estuviéramos invadidos por un permanente sueño! La Naturaleza a nuestro alrededor está llena de vida: los sembradíos crecen, el radiante sol alimenta las plantas y árboles, los arroyos bajan alegres de las montañas. En esos días, nuestra vida marcha bien, sólo que nuestra desenfocada percepción nos hace ver precipicios donde no los hay.

Sabemos que estamos sanos, o al menos, que gozamos de una relativa salud, suficiente para alegrar nuestra existencia, pero no es así; aun con una pletórica salud, sentimos y nos movemos adormecidos, como si la Naturaleza del planeta hubiera padecido de una grave carencia de fuerza el día que nacimos, y nos hubiera transmitido su debilidad.

La verdad es que gozamos de la suficiente inteligencia y de fuerzas vitales poderosas para embarcarnos en un viaje de esfuerzos y creaciones durante toda nuestra existencia. Podemos ser los grandes capitanes, cuyo trabajo creativo en los mares y puertos, se hinche de satisfacción y de prosperidad.

Que despreciemos la codicia y el despilfarro en nada se opone a no querer “vivir al día”, sino gozar de bienes para nuestra familia y para regalar a los necesitados. No se trata de buscar la “Isla del tesoro”, porque los cofres de riquezas ya están a nuestra disposición: esfuerzos concentrados y perseverantes, porque “nada viene de nada”; disciplina férrea; claridad y alta precisión en lo que queremos; y una confianza en nosotros mismos que se deriva del hecho de que aun con debilidades y defectos, podremos ser siempre el capitán a cargo del gran buque de nuestros nobles propósitos.

¡Despertemos de ese sueño que pesa sobre nuestros ojos! Démonos cuenta si vamos o si venimos. Tomemos conciencia si estamos ocupados en algo útil o si estamos de insistentes ociosos quemando este día para que ya venga el otro.

Es tanta nuestra pereza y abandono, que pasado un buen tiempo nos preguntamos sorprendidos: ¿qué hice y cómo lo hice, a fin de haber logrado que mi trabajo, mi empresa, hayan prosperado? ¡Somos los primeros en asombrarnos en virtud de que tenemos plena conciencia de que un alto porcentaje de los días los pasamos adormilados! ¿Cómo sucedió nuestro éxito? Posiblemente hubo un buen número de días en que los dioses nos impulsaron a trabajar totalmente despiertos, concentrados y con una alta confianza en nuestras capacidades. ¡Qué no podríamos lograr si viviéramos más días despiertos y esforzados! La miseria, la pobreza, el desempleo, la desnutrición, son los grandes “pecados” de la humanidad. Los millones de personas que en nuestro país cuentan con un pequeño negocio, mandarían rayos humanos al Cielo, incorporando a su trabajo o empresa a tanta persona pobre y desempleada.

¡Los que contamos con trabajo o con algunos recursos económicos, recordemos que el día en que nacimos, la Naturaleza estaba repleta de vida y de poder! ¡Tenemos no sólo lo suficiente para nosotros, sino también para incorporar a otros al divino trabajo! ¡No dudemos en que si hacemos esto, las bendiciones del mundo Divino caerán en abundancia sobre nosotros y nuestros hijos!

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