Esopo nos narra que un Águila y una Zorra decidieron vivir cerca una de la otra a fin de consolidar su amistad. El Águila escogió un lugar muy elevado de un árbol donde hizo su nido, mientras que la Zorra eligió unos arbustos en el suelo, debajo del árbol, donde parió a sus hijos.
Un día la Zorra dejó a sus cachorritos ya que fue en busca de comida. El Águila aprovechó la ausencia de la Zorra y se lanzó al nido, devorando a los cachorritos. Cuando la Zorra regresó, se dio cuenta de lo sucedido y sufrió mucho por la pérdida de sus cachorros y por lo difícil que sería vengarse de su falsa amiga.
La Zorra se alejó y lo único que hacía era maldecir al Águila, recurso común de los débiles que no pueden castigar a sus ofensores. No pasó mucho tiempo cuando unas personas estaban cocinando una cabra y el Águila se lanzó sobre ella llevándose en sus garras una víscera encendida que depositó en su nido para que sus hijos la comieran. El aire avivó lo encendido de la víscera, que junto con la paja seca del nido, provocó que se prendiera fuego a todo. El Águila con sus alas abrazó a sus polluelos y cayeron al suelo.
Entonces, la Zorra se abalanzó sobre el Águila y sus polluelos, devorando a todos.
Nos dice Esopo que "La fábula muestra que los que violan la amistad, aunque puedan rehuir al castigo de los que han sido ofendidos por su propia debilidad, no escapan al menos al castigo divino".
En la Roma Antigua, un refrán popular decía que "La pérdida de un amigo es la mayor desgracia que puede suceder". Resulta claro que la Zorra estimaba al Águila, y tan es así, que dejó a sus crías con toda la confianza depositada en ella. En cambio, el Águila nunca fue amiga de la Zorra. La Zorra pecó de ingenuidad, mientras que el Águila fingió, ocultando su maldad y sus deseos de traición.
La amistad es sagrada. Esta idea hizo que el trágico griego, Sófocles, escribiera: "El que prescinde de un amigo, prescinde de su vida". La Zorra anhelaba acrecentar los lazos de amistad con el Águila, pero ésta deseaba devorar a las crías de la Zorra en la primera oportunidad que tuviera.
Si el Águila no hubiera traicionado a la Zorra, ésta sin duda alguna hubiera protegido al Águila y a sus crías cuando la vio caer al suelo abrazando a sus polluelos por haberse incendiado su nido. Recordemos que el amigo quiere lo mejor para su amigo.
La Zorra tenía pocas probabilidades de vengarse, sólo que se dio la ocasión de hacerlo y la aprovechó. Somos los seres humanos tan ingenuos, que pensamos que podemos ofender y dañar a otros sin que después caiga sobre nosotros su venganza. Y más ingenuos somos cuando ofendemos o dañamos a personas que consideramos inferiores a nosotros.
"No hay enemigo pequeño", dice un refrán muy popular. De hecho, los más débiles que fueron ofendidos o dañados, son generalmente más peligrosos que los fuertes. Los poderosos y fuertes se confían en su fortaleza y poder. En cambio, los débiles asestan el golpe cuando menos se espera. Un fuerte o poderoso ofendido, tiene más que perder que un débil, y por ello se cuida de no devolver el golpe.
El débil, como siente que nada tiene que perder, se venga sin consideración alguna. El fuerte, cuando devuelve el golpe, generalmente lo hace en una proporción adecuada. El débil no. Como sabe que si no termina con el fuerte, su venganza casi siempre será brutal y desproporcionada.
La Zorra experimentó varios sufrimientos muy diferentes: la muerte de sus crías y el dolor causado al saber que su inferioridad ante el Águila haría imposible que pudiera vengarse. La Zorra quedó devastada por la tristeza al ser devoradas sus crías y sintió la impotencia de su inferioridad física ante una gran ave que volaba. Además, aunque Esopo no lo narra, también la Zorra se sintió profundamente culpable por haber depositado su confianza en el Águila.
La Zorra se sintió triste, impotente, culpable, engañada, ingenua y traicionada. Nadie de nosotros debe darse el lujo de abusar sobre otros. Nunca sabremos la reacción emocional del ofendido o dañado, y menos cuando éste es débil. Si traicionamos a alguien, estaremos cometiendo una de las peores vilezas que pueda cometer un ser humano. El genial comentarista de los emperadores romanos, Tácito, escribió: "Los traidores son mal vistos incluso por aquello a quienes sirven".
La historia universal nos ha revelado que el beneficiado malvado, adora la traición que le beneficia y odia siempre al traidor. Por ello, la historia nos da ejemplos sin fin de cómo una vez que el traidor comunicó su traición al beneficiario, éste lo mandaba matar de inmediato.
La fábula de Esopo nos muestra la saña y crueldad del Águila, y nos revela la confianza en la amistad de la Zorra, sabiendo Esopo, que la Zorra siempre ha tenido fama de ser un animal astuto y aprovechado. No obstante esto, dominó en la Zorra la esperanza de un incremento de su amistad con el Águila. Este sentimiento apagó en la Zorra su instinto de astucia y crueldad.
Los seres humanos debemos ser muy cuidadosos con quienes nos relacionamos. No somos adivinos para prever todo, pero sí estamos obligados, cuando menos, a dos cosas: primera, a no dañar ni a ofender a nadie sin una justificación plena, ni a traicionar la confianza de amigos o desconocidos; y segundo, alejarnos de tanta persona que con sus palabras, antecedentes o conductas, podría ofendernos o dañarnos. ¡No pretendamos nunca ser Águila o Zorra, sino seres prudentes y benevolentes!