EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

PALABRAS DE PODER

Pasión destructora

POR JACINTO FAYA VIESCA

¿PORQUÉ EN CIERTOS MOMENTOS EN QUE PODEMOS SEGUIR LA MEJOR CONDUCTA ELEGIMOS LA PEOR?

Serácierto, quecadaunodenosotros tendemos a proteger nuestros intereses? ¿Ysi así fuera, cuáles son esos intereses? Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, escribió, que todo lo que hacemos los seres humanos es envistaanuestra felicidad.Esta afirmación de Aristóteles ha sidosostenida por grandes pensadores de todos los tiempos.

Si lo que hacemos es en vista a nuestra felicidad, y si tenemos la tendencia a proteger nuestros intereses, ladeducción lógica consistiría en afirmar, que nuestra conducta debe ser sensata y prudente. ¿Y esto es realmente así? Antes de seguir adelante, debemosprecisar cuáles son los intereses fundamentales de cada uno de nosotros.

Todos estaremos de acuerdo, en afirmar que estos intereses son los siguientes: proteger la salud y la vida de nosotros y de nuestros hijos, esposa y seres más queridos;protegernuestropatrimonioeconómico, nuestrapazy felicidad, el honor, la seguridad, etc.

Creo, queAristótelesnoestaba en lo cierto cuando afirmó que todo lo que hacemos es en vista a nuestra felicidad; como tampocoes cierto, quetendamos siempre a laprotección denuestros intereses.Observandola vidadehombres inteligentísimos, así comola vida de personas comunes, podemos constatar que sontan frecuentesnuestros “deseos malsanos”, equivocaciones aconcienciadequenosestamos equivocando, conductas dañinas, quenodejamosdeadmirarnosdequeexisten factorescaprichosos de más peso, que nuestros deseosdeprotegernuestros intereses y de alcanzar la felicidad.

San Pablo Apóstol, con una penetración psicológica genial, escribió, que los hombres conocemos qué es lo mejor, pero actuamoshaciendolopeor. Larealidad, es que con frecuencia es mucho más importante “hacer nuestra santa voluntad”, que aquello que debemos hacer o no hacer. Los dichos populares son muyciertos:“nopudecontenerme”, “me dejé llevar”, “no me importaronlas consecuencias”, “decidí seguir hasta que topara”, “tope donde tope”. Cuandoun“deseomalsano” se ha apoderado de nosotros, ya noestamoscapacitadosparamedir lasconsecuencias.Cuandose apodera de nuestro corazón ese “deseo malsano”, nuestra conciencia se oscurece, y podemos actuar peor que la peor de las bestias. Sideseamosenriquecernos y vemos como atajo chapucero, el robar, defraudar, la persona puede hacerlo, e incluso, matar.

Si traemos a alguien “entre cejayceja”, nonosimportará cometer contra esa persona las peores injusticias. Si la gula nos ataca, nonosimportaráatragantarnos de comida, aun cuando el médico nos haya advertido, quedehacerlo, nuestravidapuedeestarenriesgo. Si laambición depoderodedineronosdomina, algunas personas pueden cometer actos de ingratitud, deslealtad, y traicionar a sus mejores amigos.

¿Qué es lo que nos sucede a algunosenciertosmomentosen que podemos seguir la mejor conducta, pero elegimos la peor, contalydesalirnosconnuestro capricho malvado? Ejemplo: una persona sabe que no debe robaromatar, porqueademásde ser una conducta malvada, puede ser aprehendido por las autoridades, atentandocontrasusintereses fundamentales: su libertad.

Otra persona es dominada por la pasión de raptar a una mujer, sabiendo que pone en peligro su vida, y en cambio lo hace. Otro, sabe que no debe de estallar en cólera injusta ante sus empleados, pues perjudicará la tranquilidad de su negocio, y conellocomprometesupatrimonio, ysinembargo, estallaencólera frecuentemente.

Enlos anteriores casos, y en cientos de ejemplos que podría traer a colación y que suceden día a día en la vida de las comunidades, las personas sí tienen entre sus deseos enfermos y su conducta, un resquicio aunque sea muy delgado, en el que puedendecidirentresudementeimpulso, o la protección de sus intereses. Siempre tendremos tiempo, aunquesea unos segundos, para decidir entre destruir nuestros intereses, o bien, comportarnos de la manera más sana y correcta.

Loquelesucedeaunporcentaje de personas, es, que primero, ya tomaron su decisión: seguirsuimpulsobrutal, sucapricho demente; y segundo, que una vez tomada esa decisión, empezarán a darse una serie de justificaciones (quesiempre son falsas), paraapuntalar suantilógica demencial.

A todos nos ha sucedido en cierto grado, este tipo de problemas, aunque no en los casos extremos citados. Pero hay ejemplos desgarradores. Napoleón quería conquistarRusia, y no le importó llevar a Moscú un ejército de 245, 000 personas, regresando derrotado sólo con 40, 000 mil soldados hambrientos y heridos.

O en caso de Stalin, a quien no le importó en lo más mínimo dejar de morir a millones de rusos por no seguir sus planes agrícolas.

En los casos enormemente graves y aun en los no gravísimos, pero sí dañinos, la persona que desea “hacer su voluntad” llega a sentir un inmenso gusto porsuconductabrutalybestial. Siempezamosainjuriaraunhijooanuestro cónyuge, nuestra tibia ira inicial sigue creciendo, hasta que llegamos a sentir una real “voluptuosidad por la ira que nos anega todo el cuerpo”.

No se ha estudiado adecuadamente los sentimientos que entran en juego cuando preferimos “hacer lo que queremos”, aun cuando nuestros intereses se destruyan.Eneste tipodeconductas injustas o malvadas, juegan ciertos factores: el sentimientodeunorgullodesmedido, unafantasíadepoderparaimponer la voluntad, uncapricho alimentado por odio o rencor, una fantasíadesbordadaysobreexcitadahastala locura, ungoceperversodesalirnosconlanuestra.

Yen fin, una voluptuosidad que trastornamomentáneamenteel cerebroyel corazóndequienasí actúa.

¡Solamente pensemos, que entre nuestro deseo demente y nuestra mala conducta, siempre, pero siempre, hay un tiempo de minutos o segundos para rechazar nuestro enfermo impulso, y optar por nuestra buena conducta!

jacintofayaviesca@hotmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 626748

elsiglo.mx