TODO LO QUE HACEMOS, Y PRINCIPALMENTE LO QUE HACEMOS DE MALA FE, TIENE SUS CONSECUENCIAS
“Las consecuencias de nuestras acciones nos agarran por los cabellos, muy indiferentes a que entretanto no hayamos mejorado”. Este pensamiento de Nietzsche se encontró entre sus papeles, después de haber fallecido, y aparece en una obra ya publicada con el nombre de Fragmentos Póstumos.
Todo lo que hacemos, y principalmente lo que hacemos de mala fe, tiene sus consecuencias tarde que temprano. Una de las leyes físicas dice que “A toda acción le sigue una reacción igual, pero en sentido contrario”. En el terreno físico (a excepción de la desintegración del átomo por medios nucleares) se da una proporción entre la acción y su reacción correspondiente.
En cambio, en el terreno de la conducta humana, a una acción determinada pudiera no corresponderle ninguna reacción personal, o bien, la reacción ser menor o desmesuradamente mayor a la acción recibida. Todos sabemos que de un simple insulto la reacción ha sido tan desmesurada que ha terminado con la privación de la vida del que insultó. La realidad es que no es posible medir ni predecir las consecuencias dañinas de nuestros actos de mala fe. Cuántas veces no nos ha sucedido que ante una acción nuestra, noble o inteligente, se nos ha devuelto con acciones premiosas en forma desmesurada.
La reflexión de Nietzsche es realmente sorprendente, porque con toda claridad nos advierte que las consecuencias de nuestras acciones “nos agarran por los cabellos muy indiferentes…” Quien nos agarra por los cabellos pueden ser las consecuencias de nuestros actos, nuestra mala fama, que es un castigo con consecuencias en la realidad social. O bien, puede ser la desconfianza de nuestro cónyuge, amigos, colaboradores o extraños, para quienes seguimos en un desmerecimiento por nuestras acciones pasadas.
Nietzsche enfoca el problema del lado de las “consecuencias” de nuestras acciones, pero lo que nos está diciendo es del enorme peso que debemos darle a nuestra “responsabilidad”. La responsabilidad ante nosotros mismos no es una idea que haya surgido en varios lugares del planeta, y propia de todas las civilizaciones.
El tema de la responsabilidad ante nosotros mismos se da de manera acabada en Grecia en el siglo IV antes de Cristo. Un siglo antes, es decir en el siglo V antes de Cristo, esta inmensa idea es tratada por poetas y trágicos de ese pueblo. Pero es en el siglo IV cuando por vez primera se forja en toda su magnitud en la obra del más grande prosista – poeta que ha dado la humanidad, que es Platón.
Para Nietzsche, la vida nos puede soltar de los cabellos y dejarnos libres, siempre y cuando hayamos “mejorado”. Es decir, cuando hayamos hecho de la responsabilidad ante nosotros y los demás, una de las actitudes y conductas fundamentales de nuestras vidas. Y es cierto lo que piensa Nietzsche: la sociedad, y los individuos en lo particular, son bastante bondadosos con nosotros cuando hemos enmendado nuestra conducta. Pero una conducta nuestra permanentemente irresponsable, termina por cansar a los demás, y no es que nos sigan condenando, sino que al cansarse de nosotros dejamos de ser de su interés.
Es en la Grecia antigua, y fundamentalmente en la deslumbrante época de Pericles, donde el individuo alcanzó la más perfecta interacción entre él mismo con la sociedad. A la vez que se responsabilizaba ante sí mismo, tenía un enorme interés por el grupo social. Dicho fenómeno es único en la historia de la humanidad, y no se ha vuelto a repetir. Hoy estamos presenciando el fenómeno, pero al revés, en todo el mundo. El individuo cada vez se responsabiliza menos ante sí mismo, y cada vez se desconecta más del grupo social, y para añadir otro mal, ya no es un aliado de la naturaleza, sino su enemigo y su peor depredador.
Volver la mirada a genios inmensos como Nietzsche y a la brillantísima época de la Grecia antigua, es como abrir la ventana de un cuarto viciado en el que estamos encerrados, y tomar una bocanada de aire fresco y vivificante.
jacintofayaviesca@hotmail.com